El sector agrícola y ganadero lleva su protesta un día más para que se escuchen sus demandas en una jornada complicada para la circulación en muchas capitales de Castilla y León
“Damos de comer y somos los últimos monos”, “si nos quedamos en el pueblo no nos escucha nadie. Es una pena que se tenga que alterar la vida normal de la ciudadanía para que nos hagan caso” es el sentir general que David Herrero, de la Agencia ICAL, recoge en Valladolid de los cientos de profesionales del campo que han invadido y colapsado la capital vallisoletana y los accesos a Mercaolid, la factoría de Michelin y la VA-20. De todas las edades y generaciones, procedentes de diferentes puntos de la provincia, como el Valle de Esgueva, Fuensaldaña, Mucientes, Cigales o Peñafiel, se unieron para decir basta ya ante una situación “límite”.
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“Venimos a reivindicar lo que es nuestro. Llega a tal punto la situación que hay que movilizarse, porque el Gobierno no nos quiere escuchar, aunque en España siempre se vaya tarde. Nos sentimos que pasan de nosotros”, afirma Carlos, un agricultor y ganadero del Valle de Esgueva, quien asegura que sus peticiones pasan por unos “precios justos, una PAC más flexible, unas menores trabas burocráticas y una derogación de la Agenda 2030”.
“Somos uno de los sectores más importantes, con la alimentación, pero somos los últimos monos. Damos de comer a la gente y somos los últimos. Es mejor traer un barco de arroz de otro continente o la leguminosa de terceros países y hundir a los agricultores españoles”, denuncia mientras se encuentra concentrado en los aledaños de la glorieta del Bibendum, en Valladolid.
En la misma línea se posiciona Leticia, una joven de Cabezón de Pisuerga que acompaña en las movilizaciones a su familia, vinculada directamente con el campo, al ser varias generaciones las que han trabajo en este sector.
Recuerda a Ical que cuando era pequeña “todo era más barato, pero ahora los costes están por las nubes”. “Antes se sacaban menos toneladas y se ganaba mucho más dinero que a día de hoy, pese a que se cuenta con maquinaria más costosa y muchos más gastos asociados, los cuales son más altos que los beneficios”.
Reconoce que en ciertos momentos ha pensado dedicarse a la agricultura, aunque tenga estudios en otra materia, ya que nunca ha descartado coger el tractor, aunque la “situación actual no ayuda”, donde las mujeres “tienen poca presencia y no está implicada en el sector”, lamenta.
Por su parte, Alberto, otro profesional del campo, deja claro que detrás de estas acciones no hay ninguna organización agraria o partido político vinculado. “Al fin y al cabo, no queremos a políticos, porque todos queremos lo mismo, que es ganarse la vida con nuestro producto”, explica.
Detalla que el corte de Mercaolid busca que “no entren productos en el mercado y se sepa que los agricultores somos esenciales”. “El mercado no funciona sin agricultores y si nos arruinamos, no habrá productos nacionales en nuestras casas ni en los supermercados y solo tendremos alimentos extranjeros, aunque en unas condiciones que no tienen nada que ver con las que se cumplen en España”, asegura.
“Nadie nos escucha”
Trigo, cebada, colza, garbanzos o guisantes. Varios de los cultivos que maneja Antonio, quien comenta que la problemática que se vive a día de hoy es el resultado de la suma de muchas gotas de agua en el mismo vaso.
Apuntó a la rebaja de toda la burocracia que tiene la nueva Política Agraria Común, porque “nos dijeron que sería una simplificación de la PAC”. El campo “no son como las matemáticas y no gay fechas fijas porque es variable”, por lo que tiene que haber una reducción sistemática para poder funcionar, añade.
Se denominó ayudas de la PAC, pero remarca no estar de acuerdo con ese concepto, al ser una indemnización, porque “al campo le ponen el precio a lo que compramos y vendemos”. “No hay sector que ocurra algo así”, critica.
“No puede ser que no nos dejen tirar en nuestros cultivos ciertas materias activas de fitosanitarios, pero que luego se importen esos productos. Se está engañando al consumidor, por lo que es necesario un etiquetado claro y que se cumpla la Ley de la Cadena Alimentaria”.
Aun así, pide disculpas a aquellos ciudadanos que se han visto afectados por estas movilizaciones, pero “es una pena que no se nos escuche hasta que no se hace algo que altera la vida normal”. “Si nos quedamos en el pueblo no nos escucha nadie”, asevera.