El actor y director francés, Águila de Oro Internacional en la 34 edición del AFF, agradece el reconocimiento y pone en valor el esfuerzo del festival por acercarse al espectador
El cineasta galo Vincent Macaigne inició su trayectoria como intérprete teatral y ha desarrollado posteriormente una exitosa carrera en cine y televisión, con participación en cuarenta producciones. Como intérprete, ha trabajado a las órdenes de directores tan prestigiosos como Olivier Assayas, Mia Hansen-Løve o Louis Garrell, lo que le ha convertido en uno de los actores más relevantes del panorama cinematográfico francés. A ello han contribuido también sus tres nominaciones como actor en los premios César y los tres premios que obtuvo como director en la edición de 2012 de Clermont-Ferrand por su primer cortometraje, Ce qu’il restera de nous.
Entrevista realizada por el equipo de Prensa del Aguilar Film Festival
Es usted la primera persona a la que se le entrega el Águila de Oro Internacional del AFF. ¿Cómo recibe este galardón?
Bueno, Pedro Almodóvar también ha recibido un Águila de Oro y su carrera es mucho más internacional que la mía (ríe). La verdad es que me hace mucha ilusión, aunque he de decir que es un poco extraño recibir un premio en reconocimiento a mi carrera, parece que me están dando una señal de defunción (ríe de nuevo).
En realidad lo que más me gusta es que el festival se haya centrado en los inicios de mi carrera y que ponga el foco en los cortometrajes. Esto hace que sea un premio muy especial y, además, ayer tuve la oportunidad de ver mi obra de forma retrospectiva. Esto me hace recuperar la ilusión por hacer cine y me da fuerza para seguir trabajando.
El Aguilar Film Festival celebra este año su 34 edición. Uno de sus distintivos es que este certamen se hace desde un pequeño pueblo de poco más de 6.000 habitantes. ¿Qué opinión le merecen este tipo de iniciativas culturales hechas desde el medio rural?
Estos festivales de dimensiones más pequeñas que hacen las cosas de forma distinta dan la oportunidad a los cineastas de desarrollarse. Sin ellos no podrían existir los grandes festivales. Además, por lo que he podido ver, este es un festival que intenta acercarse al público y establecer un diálogo con él.
A mi modo de ver, tanto Cannes como el Aguilar Film Festival son importantes para el cine de autor. La diferencia es que Cannes juega un papel muy destacado en la economía de la industria cinematográfica y festivales como el de Aguilar son fundamentales para el desarrollo del cine.
También me gustaría añadir que, en el actual panorama marcado por la presencia de las plataformas de visionado online, la supervivencia de festivales como el de Aguilar es ahora más importante que nunca porque ayudan a crear público en las salas.
Inicios
Su carrera comenzó con el teatro. Háblenos de aquellos años y de cómo fue el salto al cine
En Francia, y creo que también en España, el teatro es un arte muy vanguardista y , a la vez, reaccionario. Mantenerse creativo es una lucha eterna que consume mucha energía y ser dramaturgo, tal y como yo lo concibo, es duro. Básicamente, la razón es que hay que convencer a todo un grupo de actores y de técnicos de hacer la obra que se propone. Considero que el teatro es un lugar a mantener, pero reconozco que es agotador.
En cuanto a mi salto al cine, la verdad es que en mis inicios hubo muchos amigos que me ofrecieron papeles, así que me resultó muy fácil. Además, en comparación con la puesta en escena que venía practicando en el teatro, empezar a trabajar en cine me pareció algo así como tomarme unas vacaciones. Después ya me di cuenta de que era más complicado de lo que creía.
En cualquier caso, el hecho de tener tantos amigos cineastas interesados en que yo interpretara hizo que me sintiera muy a gusto. Es curioso porque empezamos a trabajar como aficionados y algunos trabajos, incluso largos, llegaron a Cannes. Fue a partir de ese momento cuando empezaron a llegarme papeles para películas de financiación mayor. No obstante, al principio yo seguía viviendo del teatro y trabajando gratis en el cine. Ahora sucede todo lo contrario.
Pertenece usted a una generación de autores franceses que rompió con ciertas formas y empezó a hacer un cine muy independiente, atacando directamente el tema de la crisis económica en Francia. ¿Cuál es la situación de este tipo de cine en la actualidad?
Me gustaría tomarme mi tiempo para responder con honestidad a esta pregunta. Esos realizadores siguen siendo hoy en día mis amigos. Algunos, como Guillaume Brac, han llegado a tocar lo extraño de una forma muy bella. Posiblemente, otros han querido buscar más el éxito. Como digo, muchos han ido trabajando estructuras comerciales y otros se han mantenido en un ámbito más independiente. Lo curioso es que, durante un tiempo, esta última visión se ha dejado un poco de lado y, ahora que Francia vive una situación muy radical, vuelve a haber voluntad por recuperar esa senda.
Por otro lado, a lo largo de estos años, yo mismo me he movido entre lo comercial y lo independiente. Sin embargo, hoy en día es muy complicado para un joven seguir ese doble camino. Por eso, desde el compromiso político, con cierta radicalidad y trabajando junto a cineastas más jóvenes, me gustaría romper esa realidad. Como digo, buena parte de los cineastas que pertenecen a mi generación, están luchando de nuevo por recuperar la esencia del cine: trabajar para uno mismo y para conectar con el público, no tanto para vender entradas.
En este sentido, y como ya he señalado anteriormente, para que el cine independiente sobreviva son muy importantes festivales como el de Aguilar. También creo que hay que nivelar. Por ejemplo, cineastas como Almodóvar son expertos en hacer cine comercial y también películas más sencillas. No creo que sea necesario jugar siempre a los opuestos. Otro caso es el de Albert Serra, un cineasta español que está teniendo mucho éxito en Francia con Pacification.
Obra de estética radical
Con Ce qu’il restera de nous, su primer corto, ganó tres galardones en Clermont-Ferrand y estuvo nominado en los Premios César. Como ya explicó usted, se trata de una obra de estética radical y hecha con pocos medios. ¿Cómo fue realizar este trabajo?
Nunca pensé que llegaría a tener tanto éxito. Creo que fue un poco casualidad. Mi idea era hacer algo como lo hacía en el teatro y, en oposición a las películas tradicionales que se construyen en torno a un guion, trabajé a partir de tres ideas que fui desarrollando durante el rodaje. No sabía lo que iba a ocurrir y ese fue el trabajo. Durante dos o tres días estuvimos probando el inicio de las escenas y lo que se ve en el cortometraje es realmente un ensayo.
Cree usted que esa forma de hacer cine experimental, ¿es exclusiva del formato corto?
Es posible hacer películas largas así, el problema está en quién va a verlas. Y no me refiero tanto al público, sino a la industria. Es cierto que mi primer corto llegó a muchos festivales, pero también es verdad que existe un importante techo de cristal para estas películas. No podemos obviar la realidad y entrar con este tipo de obras en la industria es muy difícil. A veces la única forma de hacerlo es a través de un documental o trabajando junto a alguna estrella. Es triste, pero es así.
Por eso creo que hay que seguir luchando para que las películas independientes entren en la industria de cine. Hay que hacerlo y creo que hay que hacerlo con las personas de tu propia generación.
Para finalizar, ¿cuáles son sus próximos proyectos? ¿Tiene en mente realizar algún nuevo cortometraje?
Estoy escribiendo dos películas. Una muy independiente sobre mis orígenes en Amiens. El otro es un filme con un desarrollo temporal mucho más largo. También acabo de hacer una película con Martin Provost sobre la vida de Pierre Bonard, un destacado pintor francés.