Las habituales filtraciones que en los últimos años impidieron el descenso a la Cripta de la Catedral dan tregua, lo que genera largas colas para acceder a beber su agua bendita
Este año sí que sí: la tradición de bajar a la Cripta de San Antolín para poder beber su agua bendita se ha podido cumplir sin sobresaltos, ni medidas especiales de seguridad frente a la pandemia, ni filtraciones bajo el suelo, ni problemas con la potabilidad del sagrado líquido elemento. Por fin, y varios años después, los palentinos y palentinas pudieron descender la escalera y festejar, como toda la vida, el día del patrono.
Una festividad que transcurrió en una abarrotada Catedral, en una ceremonia cantada por la Coral Vaccea y que tuvo como momento especial la bendición por parte del obispo, Manuel Herrero, de la nueva imagen de San Antolín que ya forma parte de la Catedral, una escultura creada por el autor onubense Martín Lagares.
Durante su homilía, el obispo recordó que, a pesar de la crisis política y económica que atraviesa la sociedad en el momento actual, San Antolín es momento de festejar. “Dicen los antropólogos que celebrar fiesta es un sentimiento connatural al ser humano. Celebrar fiesta es ponderar y afirmar la vida. Y esto es lo que hacemos hoy y en estos días”, destacó. “Para nosotros los cristianos, la fiesta no dura uno día, o una semana, dura siempre, porque el motivo de nuestra fiesta es la vida, es verdad, pero Cristo es nuestra vida”.
Autoridades y fieles descendieron después de la eucaristía a la Cripta de San Antolín para dar cumplida tradición de beber su agua bendita, de la que se repartirán a lo largo del día hasta 3.000 litros. Los Campaneros Villaltanos voltearon las campanas de la seo palentina al término de la celebración, en conmemoración con el reconocimiento del toque de campanas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.