El artista asturiano derrochó sorna, talento y provocación ante un público entregado, al que le regaló, horas más tarde, una colaboración espontánea con Baiuca
“¿Pero cómo se os ocurre hacer un festival en el paseo de las rogativas?”. Se preguntaba Rodrigo Cuevas al inicio de su concierto. “Llueve, mecagondios, ¡haced caso a la toponimia!” Pandereta en mano y derrochando desparpajo, la romería de este artista total comenzaba con lluvia, con chubasqueros de colores, paraguas y muchas sonrisas entre el público del Parque del Sotillo.
Después de una fría actuación de Florent y yo, ex de los Planetas, los devotos de Rodrigo Cuevas se aproximaron, puntuales a las ocho, hasta la pradera frente al altar musical donde el asturiano iba a hacer su magia por segunda vez en la historia de este festival –la anterior, “en primero de pandemia”, como nos declararía después, fue en un entorno totalmente diferente, en la plaza de toros-.
Entró con su canción Romería y, como es habitual en sus shows en directo, habló tanto como cantó, bailó y provocó desde el minuto uno. “Vais a tener doble resaca. Os vais a caer de culo p’atrás”, prometía. Y comenzaba su particular rezo del rosario musical y festivo, en el que ha rescatado melodías y letras antiguas y las ha mezclado con composiciones propias, como Allá arribita.
“Puedes cantarle al amor o la libertad, por suerte a mí el amor siempre me acompaña, así que canto a los ríos y a la montaña”, entonaba, contoneándose escoltado por sus excelentes bailarines Paula y Pablo. “La libertad es como la yogurtera. Si no la ejerces, la pierdes. ¿Sabéis dónde tenéis la yogurtera en casa? Pues eso”, espetaba. Y el público le respondía siempre con una carcajada.
Y qué mejor manera de ejercer esa libertad, cuando no provocarla abiertamente, que un strepteasse. Porque para bailar, siempre es mejor estar cómodo, decía. E invitaba, mientras se retiraba las gafas y la chaqueta, a que el público se liberara de los chubasqueros y sintiera la lluvia sobre el cuerpo. “Así mantenéis la ropa seca y luego estáis más calentitos. Si viene lluvia fuerte nos desnudamos… ¡Qué rica el agua!”.
Un público devoto que profesaba toda su fe hacia el asturiano con símbolos auténticamente litúrgicos: carteles y banderas, referencias a sus canciones o pañoletas al cuello o cubriendo la cabeza, incluso un grupo de aldeanas palentinas con su banda dorada y todo, perfectamente combinada con su camisa festivalera. Y es que Rodrigo Cuevas no solo ha abierto camino, sino que consolida, esa comunión perfecta entre raíz y vanguardia, entre tradición, principios y transgresión. Y siempre con humor.
Entre temas como Casares, Te quiero porque te quiero, Como yé?, Xiringüelu o El día que nací yo, iba desgranando comentarios ácidos, sonrisas pícaras y mucha sorna. Pero también esos ideales de los que hace gala, que ponen en valor las cosas que de verdad importan. “¿Ya disteis las gracias por las cigüeñas? ¿Ya disteis las gracias por este aire tan puro, por el río Carrión, por los chopos y por la alameda? ¿Os disteis cuenta de las buenas amigas que tenéis y disteis las gracias por ellas?”.
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Llegaba el turno de uno de sus temas más famosos, Veleno, y Rodrigo se venía arriba. O abajo, más bien, porque descendió del escenario para dejarse querer por un público del Sotillo absolutamente entregado. “¡Qué resaca vais a tener mañana! ¡Doble resaca! Pero cuando notéis la aguja en la sien, diréis… ¡Oh, dios mío… Gracias!”.
Pero había momentos también para ponerse serio. Como la canción Rambalín –que cantó vestido de rojo-, verdadera oda a la libertad sexual y crítica a quienes tratan de silenciarla hoy en día. Y, emocionado, recordaba al público que “somos unos privilegiados por estar aquí hoy, porque tenemos el privilegio de hacer muchas cosas bajo la lluvia”. Un privilegio del que no gozan muchas personas transexuales, homosexuales, mujeres asesinadas… “Ni los palestinos”. Y desde ese privilegio, añadía, “podemos hacer muchas cosas… Como ir a votar mañana, mecagondios”.
Un momento sorprendente durante la actuación de Baiuca
Quienes aguantaron hasta tarde pudieron vivir un maravilloso bonus track. Durante el fantástico concierto de Baiuca, ya casi a la una de la madrugada, Rodrigo reapareció, vestido de calle pero con su boina y sus gafas de sol, para cantar Veleno. Una colaboración espontánea y especial de esas que hacen historia en el Palencia Sonora.