Experta en el oso pardo cantábrico, luchadora y única mujer de su promoción en la Escuela de Capacitación de Coca en 1988, pone su “granito de arena” en la protección de la biodiversidad
Juan López / ICAL
“El oso es como un paraguas, que cuando lo abres, protege todo lo que está debajo. Por eso es muy importante, porque ayuda a conservar la naturaleza, la biodiversidad, las plantas, la flora, la fauna, la microfauna… estamos protegiendo todo”. Inseparable de sus prismáticos y ataviada con su mochila, Begoña Almeida, Premio Ical 2024 por la provincia de Palencia, se mueve por la Montaña Palentina como pez en el agua. “¡Mirad qué vistas!”, presume esta segoviana, de Coca concretamente, lugar en el que nació y se formó, en la Escuela de Capacitación Forestal de la localidad, donde fue la única mujer de su promoción. Allí empezó a romper el primer techo de cristal. Luego llegaron otros de este gran edificio que es su vida, siempre arrimada al monte y al oso. “Hay que luchar por tu sueño para conseguirlo; y luego seguir luchando para conservarlo”, sostiene. La Fundación Oso Pardo le dio la oportunidad de trabajar en su gran sueño. Y ahí se ha mantenido, casi tres décadas después, desde Cervera de Pisuerga, gracias también “a los dos santos” que tiene en casa, su hijo y su marido, ambos Bernardo, cuya etimología inglesa también recuerda a la figura del plantígrado
¿Qué significa la figura del oso pardo para Begoña Almeida?
Es una forma de vida. Empezó como un trabajo muy deseado, que me apasionaba, hasta que tuve oportunidad de formar parte de las patrullas de la Fundación Oso Pardo. Con los años se ha transformado en una forma de vida.
Se propuso trabajar en su pasión, que era y es el oso pardo; y lo consiguió…
Cuando pasé por la Escuela de Capacitación Forestal de Coca (Segovia), que fue una experiencia magnífica, mi pasión sí era el oso, sabía dónde estaban aún en libertad y autóctonos, pero desconocía si se podía trabajar con ellos. Lo que sí quería cuando empecé a estudiar es seguir contribuyendo en la conservación de la biodiversidad y naturaleza tan magnífica que teníamos. Ese era mi objetivo, poner mi granito de arena. Cuando descubrí que sí podía participar de la protección del oso pardo, me formé más específicamente, de forma muy intensa, en un curso sobre la especie. Y luego entré en la Fundación.
¿Qué te enseña el oso para tú vida social y familiar?
Cada día es diferente. Me enseña mucho. Ver su comportamiento y áreas de campeo cada vez que tengo la oportunidad de ver un avistamiento, que no es fácil. Hay muchos días que voy al monte y no lo veo. Todo ese movimiento es aprender diariamente. Yo tengo dos santos en casa, mi hijo y mi marido, que me ven contenta todos los días y eso también aporta. Les doy mil gracias porque echo muchas horas en el monte y ellos lo entienden porque es mi pasión. Algo les he trasladado, porque mi marido es agente medioambiental y mi hijo está terminando el grado superior de forestal. Esa ilusión se la hemos sabido transmitir. Son dos apasionados de la naturaleza.
Tres décadas después y tras la experiencia que da la vida, ¿cómo define este sueño de 30 años?
Yo creo que hemos puesto, entre muchos actores, ese granito de arena para la conservación del oso pardo. Y estoy muy orgullosa de haber contribuido.
¿Qué siente cuando ve una osa con sus crías, aunque sea a lo lejos?
Siento algo especial. Día a día, cada vez que veo una huella u otro indicio del oso se me siguen poniendo los pelos de punta como el primer día. Viendo indicios, sabes que un ejemplar anda por el territorio. No lo ves, pero estás pisando su mismo terreno. Si ya ves un oso es una ilusión enorme, sobre todo en primavera, cuando salen las primeras osas con crías. Si coincide que la ves salir de la osera, es una sensación única, que año tras año, si tengo la oportunidad… no sabría explicarlo, es un sentimiento que me sigue apasionando. Merecen la pena las horas y los días de mi trabajo y me digo: es que me gusta.
¿Qué hacemos si nos encontramos un oso?
Si lo vemos lejos, disfrutamos de él, con los prismáticos o telescopios. Si pasa a una distancia cercana, hay que valorar dos opciones: si continúa su trayecto porque no se ha dado cuenta, nos quedamos quietos y no decimos nada, silencio total, pero si viene hacia nosotros, puede ser que no se haya dado cuenta de nuestra presencia, tenemos que llamar la atención para advertirle de que estamos aquí, con una voz. Se percatará y se desplazará porque no quiere encontrarse con los humanos. En caso de que el encuentro sea de una osa con crías, nunca nos debemos acercar ni ponernos en medio de ambas, porque la madre va a defender a su cría como lo haríamos nosotros. En ese caso nos alejamos. ¿Qué ocurre si nos hace un ataque disuasorio? Es una carrera corta para amedrentarte, y lo consigue. En ese escenario, no nos movemos y le hablamos. Si se da la vuelta, miramos para atrás y nos desplazamos tranquilamente para que la distancia se incremente y te marches. En 26 años solo he tenido un ataque disuasorio, aunque varios encuentros. Si tropieza y caes, lo recomendable es colocarse en posición fetal, cubrirse la cabeza y la cara con nuestros brazos para protegernos bien, y el oso te moverá, pero al no ofrecer resistencia te dejará en paz y se marchará. Nunca debemos girarnos y echar a correr porque nos puede considerar presa.
Hacer observaciones en el monte conlleva constancia y mucha tranquilidad, ¿eres una mujer paciente?
Sí, soy una persona tranquila y muy paciente en las esperas. Requiere muchas horas en una posición y observando. Me gusta escuchar todos los ruidos que te ofrece la naturaleza alrededor. Me considero paciente.
Siempre dice que es un tópico, pero representa a una persona enamorada de la naturaleza que dio sus primeros pasos con el ejemplo del burgalés Félix Rodríguez de la Fuente, ¿qué destaca de él?
Yo veía sus programas, pero no sola, sino con mi madre. Ahora tiene 90 años. Y siempre gritaba: ‘Empieza el hombre y la tierra’. Y las dos nos sentábamos y era mi pasión. Siempre comenté que me gustaría poner ese granito de arena para colaborar y ayudar a seguir conservando la biodiversidad tan magnífica que tenemos, como lo hizo él.
Fuiste la única mujer de su promoción en la Escuela de Capacitación Forestal de Coca, un hecho que en los años 80 no estaba bien visto, ¿Ha cambiado la percepción de la mujer en las actividades forestales?
Sí, ha cambiado. Espero y deseo que siga cambiando a mejor todavía. Fui de las afortunadas, pero no era fácil entrar en la Escuela y luego tuve la suerte de contar con unos compañeros, en la promoción 31, donde era uno más. Todos los profesores, además, nos formaban para el monte, te dejaban una base muy sólida. En mi caso particular me vino genial porque luego hemos podido abarcar el campo que deseásemos.
¿De qué manera una mujer, pionera, rompió el techo de cristal en un mundo de hombres?
No me achiqué con nada. El no ya lo tenía, así que me dije, vamos a por el sí. Me presentaba a pruebas y entrevistas. Antes de la Fundación Oso Pardo trabajé cinco años en Tragsa en trabajos contra incendios, podas, plantaciones, con varias cuadrillas. Cuando me enteré de que se formaban patrullas para la conservación del oso pardo, que era mi pasión, lo dejé todo. Hay que luchar por tu sueño para conseguirlo y luego ya seguir luchando para conservarlo.
En el marco de tu faceta de mujer luchadora, ¿cómo has visto el cambio social respecto de la mujer en este tiempo?
Ha mejorado, pero tiene que seguir haciéndolo. Cuando empiezas en estos trabajos que denominaban ‘masculinizados’, la sociedad no te ve muy bien. Pero tengo muy buenos recuerdos. Igual por mi forma de ser he tenido mejor oportunidad con la gente.
¿Cómo le explicas a los niños la relevancia y la importancia del oso pardo en estas tierras con las acciones de educación ambiental?
Yo siempre les digo que el oso es como un paraguas, que cuando lo abres, todo lo que está debajo se protege, con lo que el oso es muy importante, porque abriendo ese paraguas conservamos la naturaleza, biodiversidad, plantas, la flora, fauna, microfauna… estamos protegiendo todo. Les hago ver ese valor porque nos protege al resto. Y lo entienden bastante bien.
¿Qué mensaje sobre el amor a la naturaleza les transmites a quienes asisten a tus charlas? ¿Con qué se tienen que quedar?
Tienen que seguir apoyando todos los proyectos sobre la protección de la naturaleza. Es importante porque es el pulmón de todos nosotros. Si nos cargamos la biodiversidad nos cargamos lo más valioso que tenemos. Es una de las herramientas más importantes que tenemos y Europa nos valora mucho porque somos de los que más aportamos en materia de biodiversidad. Y no solo visualmente, con paisajes magníficos que hay que valorar. Cada vez hay más gente que lo valora. Mirad en qué oficina estoy yo trabajando, con estos rincones diferentes. Estoy muy orgullosa. Y viene a estas oficinas mucha gente. Cada vez tenemos más turismo de naturaleza, por eso también hay que seguir apoyando.
Muchas veces supone una dicotomía la conservación de la naturaleza y algunas actividades humanas, como si estuviesen contrapuestas. Con tu experiencia, ¿cómo contemplas ese debate?
Todos cabemos en el monte y todas las actividades son compatibles, siempre dentro de un criterio de conservación y de sostenibilidad. No hay ningún problema, respetándonos todos.
Has visto crecer la concienciación ambiental, ¿es real o es de cara a la galería?
Veo un cambio. Una gran parte, no el cien por cien, está más concienciada en la conservación. Un porcentaje alto actúa adecuadamente. Siempre hay alguno que no, pero por lo general se ve en positivo. Esperemos que continúe así.
¿Cuál es la clave del éxito de vuestro trabajo para evitar con el oso polémicas de convivencia que sí existen con otras especies?
Yo pienso que hay que responsabilizar de ello al diálogo y hablar mucho con todos los sectores de la zona. Hemos realizado mucho esfuerzo en el entendimiento con todos los ámbitos, porque todos tenemos cabida. Es importante que el resto de la sociedad esté presente y todas las actividades de la montaña tengan su peso.
Tras tres décadas cuidando de los osos, ¿cómo analizar la situación poblacional de la especie? ¿Se consolida, crece o desciende?
Seguimos trabajando en ello, pero la población ha ido mejorando y aumentando. Cuando empecé había dos sectores: el Oriental y el Occidental. En el primero, en el que sigo trabajando, el primer censo que se realizó eran 22 ejemplares. El oso estaba en peligro de extinción, estaba ‘crítico’, y ahora la palabra ‘crítico’ se puede eliminar. Debemos seguir trabajando y ver su evolución con otros proyectos y otras formas de trabajar con ellos. Ahora, ambas poblaciones se han unido. Estaban divididas por la vía férrea a Asturias y la A-66. Finalmente, los osos han encontrado el paso, algo que ha sido muy positivo, porque sobre todo en el sector Oriental teníamos problemas de consanguinidad, que con el tiempo se pueden agravar. Al tener ejemplares nuevos las poblaciones se mezclan y hay un cambio y sangre nueva. Vamos disminuyendo ese problema. En la otra población tenían menos problema porque el número de ejemplares es mucho mayor.
¿Cómo se consigue revertir este problema, que hubiera llevado a la extinción en pocos años?
Hemos impulsado la colaboración entre la Fundación y los celadores y agentes de Medio Ambiente, así como la población en general. Hemos contribuido todos a la protección y conservación del oso pardo y con ello la población ha seguido aumentando. También suman otros factores como el mantenimiento y mejora del hábitat, con plantaciones de frutales alejados de los pueblos para que tengan alimentos.
¿Cuál es la perspectiva de futuro? ¿Eres optimista?
El futuro nos dirá lo que nos depara
Para conservar la naturaleza se necesita gente que la ame y que resida en ella, ¿cómo os afecta la despoblación de las zonas rurales?
El perjuicio es que nos gustaría ver los pueblos llenos de gente y de niños. Es una maravilla cuando paso por los pueblos en verano. Da mucha alegría. Cuando están despoblados y hay uno o dos vecinos es una pena, más que nada en servicios, que también disminuyen. Es un problema para los que vivimos en la Montaña Palentina, porque cuanto menos gente hay en los pueblos, menos servicios.
Después de estos años, ¿qué te falta por anotar al menos una vez en tu inseparable cuaderno de apuntes?
Seguro que hay infinidad de aspectos. Uno que casi seguro que no conseguiré nunca es ver parir a una osa, que sí lo he observado a través de una cámara. Es maravilloso. Aunque el oso pardo cantábrico es pequeño, de un metro de alto y dos de largo, aproximadamente, las crías son más pequeñas todavía. Cuando nacen pesan entre 350 y 400 gramos. Ver parir eso, cuando las mujeres parimos una media de 3,5 kilos… ¡Si es que no se entera! (ríe). Eso es muy apasionante.
Llama la atención que a pesar de su posterior tamaño nazcan tan pequeños…
Mientras los humanos tenemos nueve meses de gestación, las osas tienen dos. Pero en primavera es el celo del macho y la osa tiene ovulación inducida. El macho tiene que estimular la ovulación a la hembra. Una vez que ovula, queda fecundado por el macho, pero no se implanta, es diferida. Con lo cual está flotando libremente por el útero hasta otoño, cuando se implanta en el útero y empieza a desarrollarse el embrión. Nace sin pelo y con los ojos cerrados y necesita mucho la protección de la madre, que en los tres meses que pasa con las crías en la osera, hasta que salen, aporta una leche muy buena porque tiene seis ‘tetillas’, todas ellas funcionales. Luego puede tener entre una y tres crías, pero se ha dado un caso en Asturias con cuatro. Es una gozada cuando ves a una madre con toda la tropa.
¿Trabajáis con herramientas de fototrampeo para el control de la población?
Los hemos hecho para diferentes trabajos científicos que teníamos que desarrollar. Captamos la presencia del oso, pero en cuevas nunca lo hemos tenido.
Últimamente, hay ejemplos de osos que bajan a los núcleos urbanos para alimentarse, ¿qué está ocurriendo?
Donde sucede eso es porque faltan frutos en ese preciso momento de esa estación del año e iban a los frutales de los huertos. Es cuando se ha dado algún caso
¿Por qué Castilla y León es un buen sitio para desarrollar un proyecto personal?
Yo soy natural de Coca (Segovia) y mi marido es de la Montaña Palentina. Aquí me vine porque estaban él y los osos. En Castilla y León en general tenemos unos rincones maravillosos. No tengo tiempo suficiente para conocer cada rincón, pero cada provincia es una maravilla y en cada una de las estaciones, con una peculiaridad diferente que la hace especial. Tiene un valor muy importante en todas las provincias.
¿Cómo influye Palencia y la Montaña en sus valores y su personalidad?
Ha influido de forma muy positiva, porque estar en la Montaña Palentina, aparte de un trabajo que te gusta, te da calidad de vida. Pero discutiría un poco eso también. Si es aire puro para estar saludablemente perfecta, la verdad es que es una maravilla. El clima es perfecto. Pero, como en otros sitios, no solo es el aire puro, sino tener servicios, en el que escaseamos por la despoblación de los municipios, cada vez menos médicos, plazas sin cubrir… En ese aspecto perdemos algo de calidad, pero en naturaleza y biodiversidad, cuándo quisieran tener esta oficina.
¿Cómo le gustaría la Palencia del futuro?
Me gustaría tener más servicios para que nuestros jóvenes pudiesen quedarse, tanto con trabajo como sanidad y servicios. Tener más habitantes.