Si Castilla y León consigue la reintroducción de este felino, sería la primera comunidad con presencia de los tres grandes depredadores: el oso, el lobo y el lince
A. Míguez / ICAL
El lince ibérico estuvo a punto de desaparecer de la península ibérica pero consiguió resistir en Andalucía donde actualmente hay 1.100 ejemplares adultos y 1.600 cachorros. El objetivo es que este felino pueda repoblar de nuevo el conjunto del territorio nacional y para ello, la esperanza está puesta en Castilla y León. Aquí, se vieron por última vez en la Sierra de Gata de Salamanca en la década de los años 80, pero ahora el foco se ha puesto en otras dos provincias de la comunidad.
Los Cañones del Duero en Zamora o el Cerrato palentino podrían convertirse en el nuevo hogar del lince ibérico. Ese es, al menos, el objetivo de la Junta de Castilla y León que ya ha dado luz verde a un estudio que permita comprobar la viabilidad de este proyecto.
El profesor de Zoología de la Universidad de Huelva, Javier Calzada, cree que tanto Palencia como Zamora son provincias que “reúnen las condiciones adecuadas” para la reintroducción del lince. En este sentido, lo más importante para que esta especie pueda reproducirse es que haya una extensión suficiente como para albergar a una población estable, ya que se trata de un felino muy territorial capaz de dominar hasta 20 kilómetros cuadrados.
Para lograr su repoblación es esencial también tener en cuenta la disponibilidad de alimento. “El lince es un depredador especializado y prácticamente solo se alimenta de conejos. De hecho, este animal representa casi el 80% de su dieta”. Hay además otras variables a tener en cuenta como, por ejemplo, la densidad de carreteras, la existencia de balsas que puedan provocar una mortalidad no deseada o la aceptación social de la especie. En este sentido, tanto el Cerrato como los Cañones del Duero reúnen todas las características necesarias y se consideran un hábitat perfecto para los linces.
Su presencia, como es lógico, tendrá consecuencias para el ecosistema pero, tal y como asegura Javier Calzada, la introducción de especies depredadoras “es necesaria y aporta múltiples beneficios”. En el caso concreto del lince, se trata de “un pequeño gran depredador” que no supera los 15 kilos de peso. “Un animal depredador aporta equilibrio y ayuda a reducir posibles plagas. Los ecosistemas, cuanto más complejos y diversos sean, más estables permanecerán”.
Los estudios y los restos fósiles encontrados constatan que, en su momento, el lince habitó en prácticamente la totalidad de la península ibérica, pero actualmente se asocia casi de manera exclusiva a la región de Andalucía por una ser una zona en la que “se ha cuidado mucho su supervivencia”. Si esto es así ¿por qué desapareció el lince de comunidades como Castilla y León? Pues principalmente por culpa del ser humano. “Por diferentes factores, el lince ha sido ha sido un animal muy perseguido durante mucho tiempo y su población se fue reduciendo”, explicó. “La mano del hombre dio la puntilla a una población ya de por sí muy mermada”.
También influyó en su desaparición la propagación de enfermedades exóticas entre las especies más habituales de roedores, especialmente el conejo. “Cuando una especie se alimenta casi solo de otra y hay una merma considerable en el número de presas, inevitablemente se reduce su población. Es como una cadena”. Pero el lince, que incluso estuvo catalogado como especie “críticamente amenazada”, no fue la única afectada. También corrió peligro de desaparecer por este mismo motivo el águila imperial. “Ahora, este proyecto para recuperar los ejemplares de este mamífero en Palencia y Zamora es motivo de esperanza”.
Y es que, pese a haber protagonizado una auténtica historia de superación dejando atrás su situación más crítica, el lince sigue siendo un animal silvestre considerado oficialmente en peligro. De hecho, hasta hace no tanto, era el felino más amenazado del mundo. Actualmente ha dejado ese puesto de dudoso honor al leopardo de amur presente en zonas de China y Rusia pero “no se debe bajar la guardia”.
Así lo cree este profesor de Zoología que es consciente de que la llegada de un nuevo depredador puede provocar división de opiniones entre la sociedad. “Es importante aclarar que la repoblación del lince supondría un atractivo, un incentivo y un motor económico”. “Si Castilla y León consigue completar la reproducción del lince ibérico, se convertiría en la primera comunidad autónoma con presencia de los tres grandes depredadores como son el oso, el lobo y el lince. Creo que sería un motivo de orgullo y muy interesante a la hora de poner en valor la identidad del territorio”, añadió.
Sin embargo, y pese a sus ventajas, el proceso no es sencillo y puede prolongarse durante varios años. Se requiere de un importante control sobre los ejemplares prestando especial atención, entre otras cosas, a la genética de los mismos para evitar posibles casos de incesto que hagan mermar su supervivencia. Tampoco cualquier ejemplar es válido y debe aplicarse un programa de cría en cautividad. “Tienen que cumplir determinadas características. Suelen ser cachorros criados para adaptarse a la vida en libertad, bien preparados para ser introducidos en la naturaleza y capaces de sobrevivir”.
Además, tal y como señaló Javier Calzada, para que el proyecto sea un éxito es necesaria también la existencia de un consenso social y la participación de numerosos profesionales que permitan “llevarlo a buen puerto”. “El lince ibérico es una de las especies más singulares y queridas. Creo que sería un éxito y una decisión muy acertada para Castilla y León.”, concluyó.