Marta Sastre Barrionuevo
(Periodista / Piloto)
Hace algunos años me di de cara con la desesperación más absoluta cuando me tocó ver morir al amor de mi vida y padre de mis hijos.
Perdón, a lo mejor les parece que soy muy brusca contando las cosas y lo más probable es que se les haya puesto el vello de punta al leer esto, pero Señores esta es la pura realidad, esto es (como dicen en Honduras) puritica vida y no podemos darle la espalda al hecho de que todos, todos tenemos fecha de caducidad.
En el fondo yo fui una privilegiada y, por supuesto, esto lo he aprendido con el tiempo, porque tuve unos hijos maravillosos con el mejor padre del mundo y su enfermedad nos permitió despedirnos y contarnos lo mucho, muchísimo que nos queríamos y a pesar de los cambios de humor que producen estas enfermedades, las progresivas pérdidas de memoria, el dolor y el miedo, también tuvimos tiempo para reírnos y para comunicarnos, incluso sin palabras, de lo afortunadísimos que habíamos sido por haber cruzado nuestros caminos.
Él siempre decía que envejeceríamos juntos en nuestras mecedoras. Por desgracia eso ya no sucederá, pero siempre me quedarán sus últimas palabras grabadas de manera indeleble en el fondo de mi alma.
En esos momentos en los que ya todo se ha dicho, pues ya el te quiero sale solo y necesitas repetirlo cada minuto porque sabes que es ahora o nunca y en esto Señores, en esto, no hay segundas oportunidades. En estos momentos en los que has adivinado en sus ojos el miedo tan grande que supone saber que lo desconocido se acerca. En estos momentos en los que le has visto derramar una lágrima mirando a sus hijos porque sabe que no los verá crecer. En esos momentos en los que el dolor físico se hace insoportable. En esos momentos en los que tienes que ser fuerte para decirle a tus niños de 5 años que su padre se va y no volverán a disfrutar de él.
En esos momentos en los que inexorablemente llega el tan temido día en el que te hacen la terrible pregunta que no le deseo a nadie, en un frío hospital en el que estáis solos él y tú. Es el final Señora, tenemos que sedarlo.
Reconozco que a pesar de llevar varios meses digiriendo lo que inevitablemente se acercaba, no estaba preparada. Les dije que no quería que se apagara en un lugar tan triste, que me lo llevaba a casa. Por supuesto se negaron en rotundo y les di tanta pena que le pusieron en una ambulancia y nos llevaron a la Unidad de cuidados paliativos los Camilos.
Yo no tenía ni idea de qué era eso de paliativos, pero de repente me encontré con un grupo de personas que se convirtieron en mis salvadores porque allí no sólo se ocupan del paciente también se preocupan por ti.
Era la primera vez que podía hablar con gente que me entendía porque convivían con ese dolor indescriptible todos los días.
Son personas hechas de una pasta especial que yo describiría como una mezcla entre bondad y empatía absoluta porque eso no se enseña en las universidades, eso se lleva dentro.
Cuando llegamos, varios psicólogos se acercaron a hablar conmigo. Mi marido estaba en una habitación serena, limpia, tranquila, muy bien atendido y a mí se me permitía explicar mis miedos a esas personas que me miraban con cariño y generosidad. Ellos me enseñaron a dejar ir.
Nunca olvidaré a Xabi diciéndome que no fuera egoísta, que si no lo hacía, si no dejaba ir, no se iría en paz.
A lo mejor no me creen, pero no fue hasta que le dije (por supuesto él ya no estaba consciente) que se podía ir, que nosotros estaríamos bien, que él decidió dejarnos.
No lo olvidaré nunca. Fueron 4 días en los que no me moví de su lado ni un minuto porque sabía que me quedaba poco de disfrutar su presencia.
Al cuarto día (los médicos no se explicaban que aguantara tanto) le susurré al oído que tenía que ir un momento al baño y que no se le ocurriera dejarme hasta que volviera.
Pues así fue, en cuanto volví y le agarré la mano, pude ser testigo del que sería su último suspiro y se fue en paz y tranquilo.
Y he de decir que en esos pocos días entendí por fin de qué va la vida y sólo puedo agradecer una y mil veces la labor de Los Camilos y la tuya en especial, Xabi. Gracias a todos por existir.
Con P de paliativos, porque no somos conscientes de la importancia de su trabajo.
Gracias. Dan ganas de llorar…
Muchìsimas gracias por tu solidaridad Eloy, eso te convierte en una persona muy especial.
Abrazo,
Marta
Cuanta belleza, un abrazo
Muchas gracias Pancho, me encanta leer a gente con un corazòn bonito como el tuyo.
Abrazo,
Marta
Gracias por tu texto y por tu valor y por tu gratitud con los que están y estuvieron contigo esos cuatro días porque es cierto que no somos conscientes de su trabajo. Dejar ir duele mucho. Se me ha puesto un nudo en el pecho al leerte.
Muchas, muchìsimas gracias Areños. Las personas como tú, que toman un ratito de su vida para escribir algo tan bonito y dar las gracias, nos hacen la vida micho mas agradable.
Abrazo,
Marta
Ahora entiendo lo que es el amor, gracias por el relato, gracias ❤️
Muchìsimas gracias Goyo.
Que bonito lo que has escrito con tan poquitas palabras.
Abrazo,
Marta
Gracias por contarlo, por que perder a alguien tan querido rompe, tritura, deshace el alma.
Gracias por contarlo, por que somos bastantes los que comprendemos, por haberlo vivido, en otros lugares, otros monumentos.
Gracias por contarlo, porque esas personas merecen todo lo que podamos por ayudar como ayudan, acompañar como acompañan…. Cuando ahora se promueve lo contrario.. eso es como un viento suave ala esperanza
Muchìsimas gracias Avelina, siento y comparto tu dolor. Recuerda que nunca nos quitaran los recuerdos bonitos y que seguimos vivos y tenemos la responsabilidad de seguir luchando y disfrutando de la vida, que a pesar de todo es preciosa.
Abrazo muy fuerte para tì que seguro que eres una mujer maravillosa,
Marta
Q precioso quererse así, cuidarse hasta el final y contar con personas q te pudieron ayudar.
Gracias por el testimonio. Imposible no llorar, no emocionarse.
GRACIAS
Muchìsimas gracias por tus cariñosas palabras Araceli, me hacen mucho bien.
Un abrazo,
Marta