Luis Carlos Martín, camarero en La Parrilla de Don Jamón de Palencia, salvó con su rápida actuación la vida de un cliente realizando la maniobra de reanimación cardiopulmonar
¿Qué haría usted si delante suyo una persona se desploma gravemente enferma? ¿Reaccionaría, se bloquearía, saldría huyendo, pediría ayuda?
Solo los que se han sometido a esa difícil prueba, a ese trance, pueden afirmar algo sin lugar a dudas. Solo ellos pueden dar una respuesta verdadera. Incluso aunque antes pensaran que no sabrían qué hacer.
Ahora pónganse en situación. Una cuadrilla entra en un bar. El grupo de amigos se acoda en la barra y manda la ronda. En un momento, uno de ellos se siente cansado y pide a otro que le ceda el asiento, pero nada más aposentarse, cae desplomado al suelo, debatiéndose entre la vida y la muerte.
Esa es la situación que ayer al mediodía se dio en La Parrilla de Don Jamón, en la plaza Mayor de Palencia. “Mi compañera me dijo, se ha caído desplomado. Y además se había llevado a otro amigo al suelo”, recuerda Luis Carlos Martín, camarero de este céntrico establecimiento.
En parada
Desde que comprendió la situación hasta el momento en el que estaba arrodillado junto al hombre, de 72 años y habitual, con su grupo, del local, poco puede decir. “Cuando llegué tenía relajación de esfínter, que es una señal de la parada: Lo sé por haber leído cosas sobre el tema, no porque sea un experto. El resto, el instinto, supongo. Le colocamos de un lado, del otro, y cuando vi que no tenía pulso, le extendí los brazos y le abrí la camisa para hacerle la maniobra de reanimación cardiorrespiratoria”, narra 24 horas después.
Pero al retirar la prenda se dio con una complicación. “Le vi una cicatriz a la altura del corazón, llevaba marcapasos, y claro, ¿le puedes apretar?, ¿dónde lo haces?”. En cualquier caso, dejó de lado las dudas y se ciñó a lo básico. Presionar el pecho e insuflar. “Tenía muy mala pinta. Un color muy feo”, suspira rememorando ese momento.
Y mientras tanto, su determinación, bombeaba. “Yo le decía, vamos, vamos, lo vamos a conseguir. Unos me decían, no le hables, que no te oye, otros me decían que siguiera, que eso ayudaba… ya sabes, todos a veces somos un poco Doctor House”, sonríe.
Llegada de la Policía
Y mientras él trataba de no dejar marchar al cliente, alguien salió a la calle y requirió la presencia de la Policía. Un coche patrulla llegaba a la plazuela de la Sal y un agente se bajó a toda prisa. “Si alguien te requiere de esa forma, es que es algo muy urgente”, señala el agente 4185, que prefiere mantenerse en el anonimato tras el escudo del Cuerpo de la Policía Local de Palencia. “Yo llegué de casualidad, porque era el que no conducía, pero podría haber sido otro. Llegué el primero pero estuve apenas unos minutos solo. Luego llegaron otros compañeros”, se escusa.
El caso es que su llegada fue un alivio para Luis Carlos, no solo porque le dio el relevo alguien que está mejor preparado para la maniobra que estaba realizando, sino por su relación. “Los dos somos de Segovia y él es amigo de mi hijo. Cuando me llegó, comenzó a presionar más fuerte. Me dijo, lo has hecho muy bien. Aquello fue un respiro para mí”. Una relajación que le obligó a alejarse del lugar. “Me puse a llorar de la tensión. La gente me felicitaba por mi actuación en ese momento. No sé cómo hice todo eso, porque estaba realmente muerto de miedo”.
Tras varios ciclos de la maniobra de la RCP, el hombre pareció recuperar el pulso, pero poco después de eso, volvió a perderlo, por lo que la Policía Local requirió uno de los Desfibriladores Semi Automáticos (DESA) que viajan en dos de los coches patrulla. Y tras una descarga del mismo llegaron los servicios sanitarios de Emergencias Sanitarias.
“Su trabajo es encomiable. Les felicité por el trabajo que hicieron”, señala Luis Carlos mientras recoge parte de la terraza de La Parrilla. “Estuvieron casi 40 minutos trabajando para sacarle adelante. Se les veía en la cara la determinación para que no se fuera”, subraya. Finalmente el hombre fue trasladado hasta el Hospital Río Carrión.
Segundo ‘rescate’
Pero no es la primera vez que Luis Carlos Martín salva a alguien. Hace años ya lo hizo con otro cliente en el comedor. “Estaba solo, con su mujer, y se atragantó y el hombre estaba dándose golpes en el pecho. Llegué y le aplique la maniobra ( Heimlich) y escupió el trozo de solomillo. No sabes la alegría con la que recogí aquel día ese trozo de carne del suelo. Y el hombre me lo agradeció varias veces cuando volvió porque me dijo que se vio morir”.
Sobre la actuación de ayer, Luis Carlos Martín señala que lo que más alegría la supone es saber que pueda estar bien y su único deseo “volver a verle y servirle una consumición”.
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