Por Marta Sastre Barrionuevo (Periodista / Piloto)
Navidad, por fin Navidad. Estas fechas tan entrañables en las que estar con la familia es lo único que importa. Con la familia buena, la que aporta, la que te quiere incondicionalmente, la que está, la que se espera, la que eliges, la que te regala un rumbo, un por qué seguir.
Les recomiendo un libro maravilloso que yo releo de vez en cuando para recordarme lo único por lo que merece la pena preocuparse, “El hombre en busca de sentido” de Viktor E. Frakl, un neurólogo y psiquiatra que sobrevivió a los campos de concentración nazi.
Sé que a priori les va a sonar lo más opuesto al espíritu Navideño, pero créanme que es una lección de vida maravillosa.
Para Viktor quienes tuvieron más posibilidades de sobrevivir en los campos de concentración fueron aquellos que se aferraron a la esperanza de volver a ver a un ser querido.
En la medida en que un individuo no pueda ver, no pueda encontrar ningún propósito en su sufrimiento, ciertamente estará propenso a entrar en desesperanza y bajo ciertas condiciones, acabar con todo, decía el neurólogo. Me lo tengo que recordar todos los días de mi existencia para no caer en la desesperanza cuando se acumulan los pequeños problemas cotidianos. Que si he tenido un día duro en el trabajo, que si me ha surgido un gasto imprevisto, que si un niño se ha puesto malito.
Hace unos días volví de Tailandia y estuve revisando videos del tsunami que azotó la zona. Me parecía imposible que aquellas playas tranquilas en algún momento del pasado se hubieran convertido en un infierno en vida.
Esto me recordó todas las entrevistas que había visto de la gran María Belón, superviviente junto a su marido y tres hijos. Esta maravillosa mujer a la que admiro profundamente, que expresa mejor que nadie lo importante que es encontrar ese “sentido a la vida” del que nos habla Frakl.
Nos cuenta cómo en su primera desesperada bocanada de aire, cuando miró hacia atrás y se dio cuenta de que en un segundo, había desaparecido todo por lo que había luchado, le recriminó a su Dios que le hubiera permitido sobrevivir. Sin embargo, poco después se dio cuenta de que había algo por lo que merecía la pena luchar a pesar del inmenso dolor que le cercenaba la pierna, ese algo tenía un nombre: Lucas, su hijo pequeño.
En ese momento de desesperación máxima, como si de un milagro se tratara, apareció de la nada, entre aquella gran masa de agua, una cabecita que gritaba “mamá”. Lo que sintió María en ese momento no me veo capacitada para describirlo, pero fue la gasolina que su mente necesitaba para luchar con su repentino hastío vital.
Poco después llegó su ángel salvador. Un hombre tailandés que con el lenguaje universal del amor le rogó con la mirada que continuara por su hijo. A María se le estaban agotando las fuerzas y había entrado en proceso de muerte. Sin embargo, sus dos ángeles revirtieron ese proceso normalmente irreversible. Que increíble es el ser humano, ¿no les parece?
Esta historia que brevemente les estoy relatando la pueden encontrar en la obra maestra que creó hace unos años el gran J.A. Bayona, “Lo imposible”.
Por desgracia, esto nos recuerda la reciente Dana dónde nuestros valencianos han perdido muchos “motivos de vivir”. Desde aquí os enviamos fuerza para seguir adelante. Estamos juntos en la tragedia y entre todos podremos.
Todos estos dramas para recordar lo importante que es disfrutar de nuestro particular “sentido a la vida”. Por favor disfruten y cuiden del suyo estas fiestas.
La familia, ya sea de sangre o no. Al menos en mi caso, además de mi familia de sangre, he elegido a familia que a pesar de lejana en el árbol genealógico son cercanas en mi corazón, como mis mañicas favoritas y mis asturianinas. Por supuesto, también mis amigas y amigos maravillosos que me hacen la vida tan agradable. Mis padres que son mi fuerza total y absoluta y que se me hacen mayores, cuánto os necesito y os disfrutamos. Mis hijos que me hacen reír todos los días. Gracias a ti M.C., siempre estarás en nuestro corazón, ¡qué recuerdos tan bonitos nos has dejado! Gracias a todos por ser mis ganas de vivir, os quiero.
Esta vez con p de Palencia que por supuesto está siempre en mi corazón.