El actor y cofundador de la compañía teatral La Kimera Miguel Rascón ‘‘vuelve a casa’’ este mes para presentarnos en el Teatro Principal, el día 27, su último montaje ‘Raclette’
El actor y cofundador de la compañía teatral La Kimera Miguel Rascón ‘‘vuelve a casa’’ este mes para presentarnos en el Teatro Principal, el día 27, su último montaje ‘Raclette’, una obra que ha logrado una excelente acogida en Madrid y que promete no dejar indiferente a nadie. «Y no es solo una frase hecha, sino que en este caso es totalmente verdad», adelanta.
Una de las particularidades es que los actores cocinan y cenan en directo, aderezando su velada con este potente texto de texto Santiago Cortegoso que dirige el vallisoletano David Ramiro Rueda. Rascón hace carrera a nivel nacional sin olvidar nunca su Palencia natal.
¿Tenías ganas de traernos ‘Raclette’, después de su éxito en los Teatros Luchana?
Muchísimas ganas. La última vez que fuimos a Palencia con una obra de larga duración fue con Cuerdas en 2018 y se nos quedó pendiente el estreno de Raclette por la pandemia. En cuanto abrieron los teatros la estrenamos en Madrid, sabíamos que teníamos que celebrar el décimo cumpleaños por todo lo alto… Y esperando a traerla a Palencia, y por fin es posible. Además, en el Teatro Principal, que para mí es un lugar emblemático y con mucho encanto.
¿Vuestra idea, entonces, era haberla estrenado aquí?
Compramos los derechos de la obra en marzo 2020 y se truncó todo con la pandemia. Barajamos esa posibilidad… Sea como fuere, ya ha llegado ese momento.
¿Qué tal ha sido la acogida de esta obra que, según afirmas, «levanta el hambre»? De cultura, de emociones… Y de cenar
La acogida ha sido muy buena, tanto la crítica de medios especializados y generalistas como la reacción del público, los comentarios en redes sociales o incluso las opiniones de usuarios en las ticketeras… Creo que tiene mucho que ver que es un tipo de función bastante innovador: eso de que los actores cocinen en directo y vayan comiendo durante toda la representación de manera tan orgánica, pocas veces se ha visto en teatro.
En Madrid estuvimos tres meses haciendo sold out hasta donde nos dejaban las restricciones de aforo y en gira iremos a varios sitios… Estoy convencido de que al público palentino le va a encantar y, además, me emociona especialmente ir a Palencia.
Ha habido compañías y salas que no han podido sobrevivir a la pandemia. Vosotros estrenasteis en 2021 asumiendo el riesgo. ¿Fue una decisión acertada?
Podemos estar muy orgullosos con esa decisión. Fue mucho más complicado que en años anteriores por las restricciones de aforo, pero también por los propios controles que teníamos que llevar en la compañía para trabajar sin mascarilla en el escenario.
Había muchas cosas que lo complicaban, pero estamos orgullosos porque, además, lo planteamos como un ejercicio de resistencia cultural. Si las propias compañías no tirábamos del carro y demostrábamos que la cultura era segura, no iba a ser posible salir adelante.
La Kimera Teatro cumple diez años y afirmas que “está en su mejor momento”
Estamos en nuestro mejor momento y estamos en muy buena forma. Creamos esta compañía nada más terminar nuestros estudios de Arte Dramático y ha sido, y sigue siendo, un aprendizaje constante. Sucede en casi todas las carreras, pero especialmente en las artísticas, que te enseñan muchas cosas pero no te enseñan a levantar tus propios proyectos.
Es decir, cuando estudiamos Arte Dramático, la formación estaba enfocada a la interpretación y la dramaturgia. Y a la fuerza hemos tenido que aprender distribución, producción, comunicación, incluso iluminación, escenografía y un montón de disciplinas más. En ese sentido hemos sido bastante humildes y sabemos qué podemos hacer y qué no, y tiramos de profesionales especialistas en cada oficio para que trabajen con nosotros, aunque el germen de los proyectos y su dirección artística sea nuestro.
Actualmente planteamos diferentes representaciones de Raclette y de La llamaban Tula, una obra de mi autoría sobre Gertrudis Gómez de Avellaneda que estrenamos en diciembre en el Museo Nacional del Romanticismo de Madrid y con la que iremos a Granada y varios lugares más.
¿Compagináis, entonces, la gira de varios montajes?
¡Eso es! Para una compañía pequeña llevar tres espectáculos en repertorio es un jaleo porque además esos espectáculos comparten actores, pero nos gusta abarcar todo tipo de públicos. Con Raclette es un público más maduro, La llamaban Tula está concebida para todos los públicos, aunque no deja de ser un drama romántico histórico, y por último tenemos el Astrotransportador, una obra familiar también de mi autoría que llevamos desde 2016… Y todo lo que va saliendo, ¡no decimos que no a nada!
«He llegado a estar con seis obras de
teatro a la vez. ¡Es alimento para el alma!»
En Palencia os conocemos por la iniciativa Contiene Teatro, que nos acerca el microteatro hasta el Paseo del Salón. ¿Se va a retomar este año?
Estamos deseándolo. Nació como un proyecto pequeño dedicado al microteatro, con la idea de que creciera edición tras edición, tal vez ocupando otros espacios. Justo cuando estábamos organizando la tercera edición llegó la pandemia y siempre hemos comprendido que, aunque buscáramos otras fórmulas, quizá no era el momento de hacer microteatro, porque es importante que el público esté a gusto y, en espacios tan pequeños donde la cercanía con el público es extrema, era imposible plantearlo en estas circunstancias.
Para este año no será posible, pero tenemos muchas esperanzas de hacer la tercera edición en 2023.
Háblanos de tu experiencia como actor. El primer hito en tu currículum es tu formación en la Escuela de Arte Dramático Cristina Rota, a la que llegaste desde tu bachillerato artístico aquí, en la Mariano Timón. Tenías claro que querías ser actor desde muy jovencito…
Igual suena un poco espiritual, pero estoy seguro que, aunque elegí dedicarme a este oficio, ser actor era algo que ya estaba dentro de mí. He sido actor toda la vida: mi madre ponía pescado para cenar… ¡Y le montaba un drama! Cuando estaba en el cole, en Maristas, siempre participaba en las funciones. Con 11 años, un profesor de lengua me sacó de clase y me contó que tenía un proyecto para una obra de teatro que iba a representar por los pueblos y que necesitaban un chaval de mi edad.
Yo ni me lo pensé, así que los fines de semana, cuando no estaba en las competiciones de kárate o paseando por el monte con mis padres, me iba con este grupo de gente adulta a hacer teatro por los pueblos. Me daban la propina y me invitaban a comer, ¡y yo no quería nada más! Era gente muy apasionada que actuaba de manera altruista por el mero placer de llevar la cultura a los pueblos. Y eso me marcó.
Y luego llegó Madrid con Cristina Rota y, desde entonces, no he parado de completar mi formación con otros maestros, hacer teatro, trabajos audiovisuales…
Llegan los cortos, la publicidad, el cine y las series. Pero sobre todo, tablas y tablas por todo el país. ¿El teatro es tu motor?
Sí. Siento un apego total, es lo que más me gusta: ese feedback instantáneo del público. Siempre digo que los actores trabajamos con esa energía del momento. Hacer una obra de teatro es hacer artesanía, una pieza única creada para la gente que está allí en ese preciso momento. Porque quienes vayan a la siguiente representación, vivirán otra cosa totalmente diferente.
Eso es lo que me gusta: trabajar con las emociones del momento. Y sí, he llegado a estar con seis obras de teatro a la vez: haciendo teatro clásico por las mañanas para estudiantes de Bachillerato, girando con otra obra de teatro clásico, luego contemporánea, microteatro los domingos en una sala pequeñísima… ¡Es alimento para el alma!
¿Te apena haberte tenido que marchar de Palencia?
Cuando me fui, lo hice con muchísima pena: yo siempre he sido muy palentino. De hecho, hay directores de casting que me conocen como “el palentino”, porque en todas las pruebas siempre digo: “Soy Miguel Rascón, de Palencia, con P, una pequeña ciudad en el norte de España”. Incluso me han entrevistado en un periódico francés y les dije que era de Palencia…
Pero al mismo tiempo era consciente de que, o venía a Madrid, o no iba a poder desarrollar lo que yo quería, ni tampoco formarme con los maestros que me interesaban. A día de hoy me sigue dando pena que sea tan difícil y que esté todo tan centralizado en Madrid y Barcelona.
Es verdad que hay ecosistemas y movimiento cultural en algunos lugares como Valencia, Sevilla o Galicia, pero son casos muy aislados. Me fastidia que esté todo tan centralizado, porque eso es lo que impide que se profesionalice el sector en otras provincias.
Pero si algo bueno ha traído la pandemia es el teletrabajo. Llevarlo a las artes escénicas es muy complicado, porque son presenciales por naturaleza. Pero quiero pensar que hay mucha gente que se ha vuelto a su tierra con ganas de hacer lo que hacía en las grandes ciudades. Personalmente, me gustaría volver a Palencia con un proyecto sólido en la provincia o capital.
¡Cuéntanos esa quimera!
¡Yo soy muy soñador! Y sueño con la idea de que haya más espacios escénicos en Palencia, por ejemplo. Porque para que las compañías puedan llevar a cabo sus proyectos necesitan más espacios de exhibición. Así que yo sueño que puedo ir a Palencia y montar un espacio escénico que, aunque sea de pequeño formato, sea constante y consistente. No sé si podré llevarlo a cabo, pero si hay alguien que me lee y se plantea hacerlo… ¡Le animo a que lo haga!
[…] Miguel Rascón, actor: «Los directores de casting me llaman ‘el Palentino’, porque en todas las… […]
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