Los investigadores del Campus de Palencia Ana Isabel Magide y Juan Andrés Oria de Rueda publican la guía Gestión y conservación de las Riberas Naturales. Método de valoración integral de formaciones vegales y hábitats riparios, que cuestiona cómo conservamos los entornos de nuestros ríos y da pautas sobre la oportunidad que supone su correcto cuidado
Erróneamente se cree que la mejor manera de cuidar la naturaleza es dejarla hacer. Y en el caso de las riberas de nuestros ríos, esto supone directamente un abandono. Porque la humanidad lleva siglos interviniendo en ellas, tanto en sus cauces como en su fauna y flora, mediante actividades como el aprovechamiento forestal o la ganadería, hoy en decadencia.
Cómo cuidamos de nuestros ríos, los riesgos de hacerlo mal o las oportunidades de desarrollo rural y turístico que implica atenderlos bien son algunas de las cuestiones que aborda la guía práctica Gestión y conservación de las riberas naturales. Método de valoración integral de formaciones vegales y hábitats riparios, que acaban de publicar los investigadores de la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias del Campus de la UVa en Palencia, Juan Andrés Oria de Rueda Salgueiro y Ana Isabel Magide Herrero, bajo el sello editorial palentino Menoscuarto. Un completo libro de interés también para quienes quieran descubrir la fauna, flora y potencial micológico de nuestros ríos, con fotografías y rincones por descubrir, que resulta del trabajo de investigación desarrollado desde el año 1997 con participación de expertos de todo el país.
Castilla y León posee numerosos espacios naturales protegidos. ¿Qué ocurre con las riberas de los ríos? ¿Tienen una consideración especial o prioritaria, como por ejemplo los parques naturales o los espacios de la Red Natura 2000?
Ana Isabel Magide: Quizá no se le presta toda la atención que se debería prestar en cuanto a legislación, como sí ocurre con otras zonas como los humedales, por ejemplo. Esto se debe a que hay varias administraciones afectadas: desde la Confederación Hidrográfica del Duero hasta las administraciones locales o la regional, pero si se aplica una legislación que las proteja, las riberas son muy agradecidas: con muy poquita ayuda se producen cambios.
Juan Andrés Oria de Rueda: Nuestra investigación es el resultado de un trabajo que se ha venido desarrollando desde hace mucho tiempo a lo largo de todas las riberas sobresalientes, que hay muchas en Castilla y León. Digamos que toda la comunidad es una especie de reserva natural de ribera… De hecho, se hizo una declaración de tramos y la Junta de Castilla y León tiene un mapa de zonas de ribera de valor de conservación y son muchas por toda la comunidad. Aunque es verdad que quizá no están tan señalizadas como otras áreas protegidas.
El libro que acaban de publicar es una obra práctica dirigida a la adecuada gestión de las riberas, fruto de la investigación desarrollada por ustedes desde 1997 del estado de las riberas de España desde la ETS de Ingenierías Agrarias de Palencia, que además supone casi una guía de viaje…
Ana Isabel Magide: Sí, en ese trabajo han participado muchos investigadores, al menos uno por provincia, bajo la coordinación de Juan Andrés Oria.
Juan Andrés Oria de Rueda: De hecho, el libro tiene muchas referencias y fotografías de la provincia de Palencia. Si bien es cierto que este libro no se dirige al gran público, sino a las personas y administraciones con responsabilidades en conservación, es verdad que habla de lugares singulares como las riberas del Carrión, o del río Tera, en Zamora… Te acercas a ese río en donde quieras y ya tienes un lugar de extraordinario valor de desde el punto de vista natural. Es una manera de ver lo que tenemos al alcance de la mano, a través de las referencias o de las fotografías, de Guillermo Carmona. No hace falta irse al quinto pino (al quinto chopo, en este caso), para disfrutar de estos entornos.
¿Cuál es el diagnóstico de nuestras riberas?
Ana Isabel Magide: Pues está bien en general, pero es verdad que empiezan a aparecer plagas y enfermedades que antes no te encontrabas. Aparecen por diversos motivos: cambian las condiciones climáticas que tenemos, la capa freática está bajando un poquito y ya no tienen esa abundancia de agua que tenían antes. Este año sí ha llovido más, pero en general vemos áreas con un montón de árboles puntisecos, más hongos o enfermedades… Las condiciones climáticas cambian también para los árboles: tienen que adaptarse muy rápidamente. Y es ahí donde nosotros proponemos algunas medidas de gestión que les ayude en esa adaptación, porque no podemos pensar en una ribera de hace veinte años y pensar que esa ribera a día de hoy la dejamos estar y ella sola se mantiene en buen estado. Necesita esa ayuda, por ejemplo con medidas como rebajar el número de pies que hay en esa zona de ribera para que cada uno tenga más nutrientes o agua con la que poder mantenerse en buen estado.
Y yo sí creo que es el momento para prestarle atención por eso, porque nos están entrando plagas y enfermedades de otros países que antes no teníamos aquí y que no sabemos cómo va a defenderse la vegetación.
Entre las prácticas de gestión que estudiáis, existe la idea generalizada de que lo mejor es “dejar estar”. Y una de las cosas que explicáis en el libro es que lo natural no es lo que conocemos ahora, porque el hombre ya ha intervenido mucho en el río a lo largo de la historia
A.I.M.: Claro. Un ejemplo es el uso que hacía la gente en las zonas rurales: ahora, al haber menos personas y no haber ganado, se utiliza mucho menos esa ribera. Digamos que ahora solo vamos en plan recreativo. Dejarlo estar en la actualidad, sin ganado y sin aprovechamiento forestal, no es lo más adecuado.
J.A.O.R.: Puede ocurrir que en ese lugar empiecen a caerse los árboles secos, lo que puede ocasionar accidentes… Entonces, somos de la idea de apostar por una medida de gestión en la cual se haga un tipo de vigilancia para prevenir estas situaciones, al igual que en el arbolado de las ciudades.
A.I.M.: Eso no supone eliminar todos los árboles muertos, porque estos también cumplen su función como refugio de animales, etcétera. Hay que mantener ese equilibrio.
Mencionan las zonas arboladas de los ciudades: las riberas son, además, una isla climática ideal para pasear durante los días de calor
J.A.O.R.: La portada de nuestro libro es una de esas zonas, en el Canal de Castilla en Palencia. Todas estas riberas suavizan el calor en las ciudades varios grados, que es importante. Pero mantenerlas también es importante en ese sentido. Es visible la falta de gestión con las pelusas, que causan problemas alérgicos a muchas personas, además de aumentar el riesgo de incendios. Tradicionalmente, se cortaban las ramas de los chopos trasmochos… Es decir, no se trata de cortar todos los árboles de ribera, sino intervenir en esas ramas como se hacía tradicionalmente, o apostar por árboles que no producen pelusa.
¿Quizás falta visión de conjunto de toda la ribera? ¿Cada municipio trabaja su zona conforme su criterio?
A.I.M.: Un monte de utilidad pública está gestionado por la Junta de Castilla y León, pero la ribera pasa por muchos sitios, el municipio al final tiene algo que decir y no hay un acuerdo entre todos, sino que es Confederación la que va intentando homogeneizar. Pero es mucha extensión y administraciones con las que hablar y eso probablemente entorpezca.
J.A.O.R.: Y suerte que tenemos profesionales muy trabajadores y competentes en la CHD… Que da gusto saber en qué manos estamos, la verdad.
¿Es precisa mayor educación y concienciación a la sociedad en general?
J.A.O.R.: Educación, por supuesto. Y luego, es necesaria manejar toda la casuística que nos vamos encontrando en el día a día, en lo que hay que hacer en cuanto a la gestión. Hay quien puede cortarlo todo antes de consultar, por ejemplo, a veces con la excusa de que pueden ser peligrosos. Y precisamente que esté vaciada la zona rural es peligroso, porque no conocemos qué está pasando en muchos lugares porque no hay nadie que lo vigile. Aún así, las riberas es un buen sitio desde el punto de vista de paisaje, es un sitio donde la gente coge muchas setas, por ejemplo, algunas de las cuales aparecen en el libro; la recogida de moras o espárragos, que genera gran interés… Y cuando gestionas las riberas puedes tener en cuenta esas actividades de carácter más lúdico o turístico, perfectamente compatibles con la conservación del medio. Pero queremos que pueda ir toda esa gente a esas riberas a practicar esas actividades recreativas, sin la preocupación de que caiga un árbol porque estaban abandonadas.
De hecho el interés turístico parece aumentar, con cada vez más zonas de navegación recreativa, por ejemplo, ¿no es así? ¿Eso es compatible con la conservación de la flora y la fauna?
J.A.O.R.: No solo es compatible sino incluso necesario, porque si las riberas no están bien conservadas, los propios animales las abandonan.
A.I.M.: Es por eso que últimamente se ven nutrias en riberas urbanas, donde no se ven tan amenazadas por la vegetación totalmente frondosa o impenetrable… Cuando conoces un lugar y te gusta, al final demandas que ese sitio esté bien cuidado. Mientras hemos vivido de espaldas al río nos perdíamos unas zonas preciosas y muy buenas: esas fresnedas, chopedas u olmedas tan interesantes…
¿La desaparición de la ganadería extensiva ha afectado a nuestras riberas?
J.A.O.R.: Así es. De hecho, en ciertos países europeos existen empresas que llevan rebaños para realizar limpiezas ecológicas a esos entornos. Puede ser una solución bonita, incluso un modelo de negocio.
A.I.M.: En España también hay ejemplos de Ayuntamientos que están introduciendo rebaños de ovejas con fines de mantenimiento.
Hemos hablado de la flora y la fauna. ¿Qué hay de la calidad del agua? ¿De la contaminación y la presencia de plásticos en los cauces?
J.A.O.R.: La presencia de plásticos es preocupante. No porque se arrojen directamente al agua, sino porque esos desechos vuelan en el aire y terminan en los ríos. Nos encontramos bolsas, mascarillas, guantes de supermercado… En estos guantes se meten luego todo tipo de abejas, o se caen al agua y los peces se enredan… Hemos visto murciélagos enredados en las gomas de las mascarillas de la pandemia. Es importante concienciar mejor sobre este problema.
A.I.M.: La misma vegetación es un también un filtro de purificación de esa agua. Lógicamente no con el plástico, pero es verdad que la vegetación reduce un montón los metales pesados que puedan haber llegado de alguna fábrica, por ejemplo. Hay algunas especies que son más purificadoras que otras, pero, en general, todas cumplen su función de ir limpiando ese agua de metales o de cualquier tipo de partícula que pueda ser perjudicial.
J.A.O.R.: Hay mucho producto químico, como antibióticos o anticonceptivos, en las aguas. Es un grave problema porque tiene efecto en la fauna. Este tipo de ecosistemas bien mantenidos ayudan a limpiar esos productos tan tóxicos incluso mucho más que las propias estaciones depuradoras.
A.I.M.: A pesar de todo ello, hay que decir que el agua está relativamente bien, si no, no veríamos animales como nutrias, por ejemplo, que son muy exigentes. Está mejor que hace muchos años, cuando los sistemas de depuración no estaban tan avanzados como ahora.