Por Sergio Lozano
Aún resuenan en mi cabeza las melodías de estos burgaleses errantes que llevan por doquier su estilo tan personal por medio mundo, dado que ya dieron el salto internacional hace tiempo y con un notable éxito, por cierto.
Este sábado noche, en un abarrotado y entregado Parque del Salón de Palencia, salieron estos siete jóvenes músicos con su tradicional camiseta blanca de tirantes (aunque la verdad no sobraba una chaqueta) y con muchas ganas de hacernos vibrar con su música y su arte, porque arte es lo que derrocharon a lo largo de la hora y media de su concierto.
Esta es la tercera vez que los veía en directo, y he de reconocer que ha sido la mejor. Es, sin duda, ya una banda madura y con muchas horas de vuelo, lejos quedaron sus orígenes allá por el 2011 donde eran unos amigos tocando en un garaje. El propio cantante, David Ruiz, agradeció en numerosas ocasiones al copioso público congregado que “era un sueño poder tocar en las fiestas mayores de Palencia”, en San Antolín, en este parque ante tanto público.
El sonido, algo para mí muy importante, fue muy bueno, al menos desde donde yo me encontraba, bajo la farola del pasillo central izquierdo, y eso que no era tarea fácil sonorizar a estos músicos con una riqueza instrumental tan generosa, ya que a los tradicionales guitarra, bajo y batería, enriquecen su peculiar estilo, ataviados con teclado, trompeta, banyo, saxofón, clarinete, acordeón y mandolina ¡Ahí es nada!
Se les veía unidos y muy felices en el escenario, y supieron transmitir esa energía y complicidad con cada tema a cada uno de nosotros allí presentes. “Una noche especial” para ellos, nos decían, porque además, Nacho Mur, el guitarra de la banda, es palentino y “esta es nuestra casa” también matizaron con mucha emoción…
Sorprendente fue igualmente comprobar cómo en el fiel público casi todos conocían sus letras y canciones, era tan multigeneracional, se veían numerosos padres y madres cincuentones con sus hijos adolescentes compartiendo el gusto de disfrutar temas como 1932 o Héroes del sábado, que hicieron saltar a todo el respetable, así como una amalgama de tribus urbanas con jóvenes estilo cayetano, con jóvenes de look más borroka, incluso punk o de estilo más anárquico, y es esta, precisamente, la grandeza de la música que hace que personas tan dispares puedan disfrutar juntos y en armonía de la música en directo. Y es que, no es por casualidad que La M.O.D.A. esté tan de moda, es la unión de un estilo tan personal sin etiquetas (como ellos prefieren definirse), sus melodías, la voz tan singular de David Ruiz y sus letras, que no dejan indiferente a nadie, son con fuerza, directas, con poso, como la tierra de Castilla a la que tanto defienden y de la que tan orgullosos están, reflejan la realidad de Burgos, de sus pueblos, muestran la realidad castellana y haciendo extrapolable esos sentimientos a miles de rincones en la España vaciada del interior y a gran parte del mundo fuera de las grandes urbes, convirtiendo sus letras en himnos generacionales.
Desgranaron parte de su nuevo disco Nuevo cancionero burgalés: La molinera, Miraflores o mañana voy a Burgos y un gran repaso por sus grandes éxitos como PRMVR, Catedrales, Nubes Negras, Nómadas y Una canción para no decir te quiero…
Con una puesta en escena sin grandes alardes técnicos ni de atrezo visual supieron poner en valor lo sencillo y puro. Era música desde el corazón con melodías directas a nuestra conciencia si es que aún nos queda algo en este alocado mundo.