Pozo Calero en Barruelo de Santullán - Foto: Centro de Interpretación de la Minería
Pozo Calero en Barruelo de Santullán - Foto: Centro de Interpretación de la Minería

El alcalde, Cristian Delagdo, recuerda que la solicitud para declarar el Pozo Calero Bien de Interés Cultural se realizó en septiembre de 2019, pero aún no se ha tramitado

Más de 80 personas perdieron la vida trabajando en el pozo más peligroso de España y fue el símbolo más singular de la cuenca minera palentina

El Pozo Calero debe ser declarado Bien de Interés Cultural. El Ayuntamiento de Barruelo de Santullán lo tiene claro, y por eso insiste ante la Junta de Castilla y León en que la tramitación para proteger el emblema del patrimonio minero de la localidad ha de agilizarse cuanto antes.

Según informa en un comunicado, el regidor municipal ha remitido una carta al director General de Patrimonio en el que se solicita que “se agilice el estudio del expediente, puesto que se cumplen con todos los requisitos para que el Pozo Calero sea declarado como Bien de Interés Cultural”.

Cristian Delgado lamenta la lentitud de procesos como éste. “Las administraciones debemos ser más ágiles, y en este caso, el Ayuntamiento de Barruelo de Santullán ya ha hecho el trabajo, hace tres años, y ahora es el momento de la Junta de Castilla y León”.

El alcalde le ha pedido al director General “mantener un encuentro para abordar la situación de este expediente, que lleva parado en la Junta, algo más de tres años, y que es necesario impulsar”.

Patrimonio minero

La desaparición de la actividad minera puede conllevar también la pérdida del patrimonio industrial vinculado a la misma, algo que los municipios del norte de Palencia quieren evitar antes de que sea demasiado tarde. Por ello, en los últimos meses se han puesto en marcha inciativas como la realización de un inventario del mismo, dentro del Plan de Sostenibilidad Turística de la Montaña Palentina, o la presentación de proyectos vinculados con la memoria minera a los planes de Transición Justa del Gobierno.

El Pozo Calero no es solamente un monumento insignia de la historia de la cuenca minera palentina -fue el más importante de toda la zona- sino que además es un símbolo histórico para la zona por su “trágica leyenda”, según lo describen los autores Fernando Cuevas y C. Alonso en su reseña sobre la historia del Calero, basada en el libro ‘El Pozo Calero. Historia de la minería en el Valle de Santullán’ (Fernando Cuevas Ruiz, Wifredo Román Ibáñez y Luis Llorente Herrero, de Aruz Ediciones).

El nombre oficial era Pozo Grupo Inferior, aunque el topónimo de la zona donde se edificó, Calero, terminó por imponerse. El Calero es un pozo maestro destinado a la extracción de carbón de hulla, a una cota de 342,25 metros de profundidad que terminaron de excavarse en 1914 para dar respuesta a la necesidad de Ferrocarriles del Norte de España de acceder a las reservas de las capas en el sector nororiental del yacimiento minero.

Pozo Calero- Fuente: Centro de Interpretación de la Minería de Barruelo de Santullán
Pozo Calero- Fuente: Centro de Interpretación de la Minería de Barruelo de Santullán

En su parte exterior se construyó un castillete de sillería de 14 metros de altura, con piedra arenisca de Quintanilla en las esquinas. “Se convirtió en el símbolo que marcó la entrada de parte de la civilización en la zona” del Valle de Santullán, según los autores, que también han divulgado su trabajo en el Centro de Interpretación de la Minería de Santullán.

Estuvo en funcionamiento hasta el año 1972. Sin embargo, la empresa Hubasa S.A. lo reabrió a finales de 1993 para extraer un macizo dejado por los antiguos propietarios como protección de aguas entre las plantas 80 y 130. En el año 1996, según los datos que manejan los autores, “producía 60.000 toneladas de carbón anuales y en él trabajaban 106 obreros”. A partir del año 2002, coincidiendo con el deterioro del sector minero, la empresa cierra por segunda vez -y de manera definitiva- el Pozo Calero.

Tributo de sangre

“El Pozo Calero trajo prosperidad al valle, pero desde sus primeros años de historia siempre exigió su tributo de sangre, aumentando con los años una leyenda salpicada de accidentes y muertos”, escriben Cuevas y Alonso. El alto contenido en grisú de las minas del Valle de Santullán les daba la consideración de peligrosas desde el siglo XIX, lo que se agravó con el nuevo pozo. “Desde los primeros años se produjeron en el pozo unas extrañas explosiones my distintas las hasta entones conocidas”: no hacía falta ninguna chispa ni fuente de calor para provocarlas, sino que bastaba con las variaciones de temperatura y presión de los propios mineros al trabajar en su interior.

A pesar de los novedosos sistemas de laboreo que se implantaron para prevenir las explosiones, los desprendimientos instantáneos de grisú “fueron una constante en la vida del pozo”, con mayor frecuencia en los niveles inferiores. Al grisú se sumaban otros gases tóxicos y los aplastamientos, aumentando la leyenda trágica del Calero.

“Varios accidentes sobresalen de esta lista negra y quedaron en la memoria colectiva”, desde los 10 mineros muertos en 1930 o los 18 en 1941, hasta el 14 de noviembre de 1997, cuando falleció la última víctima del Calero, Juan Carlos Provedo, hasta un total de más de ochenta personas, según las fuentes consultadas por los investigadores.

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