Las persistentes precipitaciones embarran a muchos participantes
Ha sido, según las autoridades, una de las Fiesta de la ITA más tranquilas, con sus incidentes. Pero no se puede decir que haya sido de las más limpias. Y no nos referimos a los desperdicios que haya podido generar, como cualquier otra actividad multitudinaria. Las ferias, o un concierto en el Salón, sin ir más lejos.
La lluvia del mediodía aplacó los ánimos de los asistentes. Un poco de refresco, un aíre más frío, siempre calma, evitando que la sangre hierva, que un empujón, tras un tropiezo, se transforme en una tangana. Pero la lluvia también generó un caldo de cultivo con el barro como protagonista.
Si de normal, con un clima templado, el césped del Ribera Sur sufre por la cantidad de personas que lo pisan, saltando o simplemente estando, ayer con el agua, en el parque se experimentó el efecto de pisar las uvas en el lagar. Haciendo que el líquido saliera a la superficie arrastrando la tierra por encima del verde.
Algo que no pareció importar a los asistentes que bien voluntariamente o por alguna otra circunstancia externa, daban con su cuerpo en el suelo, o chapoteaban al ritmo de la música.

Así que llamativo era el estado de embarramiento con el que salían, ya cerca de las 20 horas, algunos jóvenes al subir la cuesta desde el Parque a la zona urbanizada del Paseo de la Julia.
Si otros años destacaban las lámparas y lamparones que el vino, el kalimotxo o la cola de las copas dejaban en la vestimenta de los participantes, en esta ocasión llamativo era la cantidad de barro que arrastraban. Claro que los restos de la bebida aparecían, es un clásico, como las lágrimas de desamor o por la pérdida de algún objeto, el móvil, la cartera…
Pero es que ayer algunos parecían recién salidos algunos de las trincheras de la batalla de Verdún o, como poco, de alguna película de zombies (se hace complicado subir la rampa). Estigmas de haberse rebozado por el suelo, puede que no en las mejores condiciones. Vamos, como en otras ediciones. Solo que lo que otros años era verde del verdín, este año era marrón ‘Verdún’. Especialmente en los pantalones vaqueros, el ‘uniforme’ casi obligatorio de quienes acudieron ayer a la Fiesta de la ITA.
Difícil tendrán las lavadoras devolver la luminosidad a esas prendas, que podrían haber pasado por las de jugadores del Seis Naciones de Rugby. Quizá, en próximas ediciones podría sumarse al elenco de patrocinadores, más allá de compañías de bebidas refrescantes o alcohólicas, alguna marca de detergente para lavadora, de las potentes-potentes para ofrecer alguna ‘degustación’ gratuita. Puede que los participantes no lo aprecien tanto ese día, pero para quien lo lave al llegar a casa y vea que es capaz de arrancar tanta suciedad, será la mejor de las propagandas.
Ahora es el césped de la zona usada del Ribera Sur el que tiene su particular batalla de Verdún. Para que el verde venza al ocre. Como en años anteriores, lo conseguirá, para preparase de nuevo para la próxima ITA, no sin antes haber prestado servicio, durante otras 51 semanas, al conjunto de palentinos que se acercan hasta allí.