DOBLE O NADA – OPINIÓN
No soy nada fan de las publicaciones lacrimógenas, esas que se postean cuando muere una persona conocida. Sin embargo, hoy no me queda más remedio que envainármela, y lamento profundamente usar una expresión tan heteropatriarcal en un día como el 8M, pero me he despertado con la noticia que publicaban mis amigos de La Guarida del Titán, anunciando la muerte de Akira Toriyama, el famoso dibujante de manga, o cómic japonés.
Y, casi instintivamente, he tenido que hacer mención en las redes sociales al creador de una franquicia tan universal como es Bola de Dragón, que popularmente se conoció en todo el mundo por su traducción al inglés, Dragon Ball, lo que le convierte a Toriyama, seguramente, en el mangaka más importante de la historia por la repercusión que ha tenido esta popular serie de mangas y animes (dibujos animados japoneses), que todavía hoy están de rabiosa actualidad en forma de figuras de acción, videojuegos o cualquier tipo de producto promocional.
Son horas y horas de entretenimiento las que le debemos a este creador, que no para de recoger cariño por parte de sus millones de seguidores en todo el mundo, a través de emotivas cartas y vídeos que recuerdan su dilatada obra.
No hay un mejor vídeo que represente el día de hoy. #AkiraToriyama pic.twitter.com/DmcR5c2cEu
— Akira Comics (@Akira_Comics) March 8, 2024
En mi caso, llegué al mundo de Son Goku y sus amigos por culpa o gracias a mi primo Ángel, a quien dedico este artículo por lo mucho que supuso en mi infancia y adolescencia unos dibujos con marcados valores y maniqueísmos básicos que, sin duda, han dejado una huella imborrable en mi personalidad. ¿Qué sería de nosotros sin esos hermanos (en mi caso, primos) mayores que nos llevan por el mal camino? Pues, poca cosa.
La muerte de Toriyama, por cierto, a una edad muy temprana, a los 68 años, deja un vacío enorme entre los frikis de todo el mundo, que todavía hoy seguimos disfrutando de las infinitas batallas que protagonizan estos personajes archiconocidos hasta para el gran público.
Felizmente, su legado seguirá a través de las manos del artista Toyotaro, su fiel discípulo, que ha continuado con la obra del sensei japonés, en forma de una secuela de la serie de tebeos original, como es Dragon Ball Super, la cual, por lo que sea, no tiene ese espíritu original que encandiló a distintas generaciones, desde que llegara a los hogares de todo el mundo a partir de la década de los 80.
Son esos fans, grandes y pequeños, los que, a día de hoy, siguen coloreando los cuadernos (ahora puede que las tablets) con los dibujos de Goku y Vegeta, luciendo esos puntiagudos cabellos dorados que ningún padre ni madre de este país alcanzaba a comprender. “Ya estás otra vez con el Dragon Ball”, me decían de pequeño, mientras me atrincheraba en la habitación golpeando con ferocidad los botones de la Play Station en títulos tan míticos como el Final Burst, el Budokai Tenkaichi o los más recientes Raging Blast.
Somos esos mismos fieles seguidores los que recorremos los salones del cómic y del manga de todo el país para regocijarnos en una nostalgia que nos acoge, que sentimos muy nuestra y que, de alguna manera, nos pertenece. Y, por fortuna, cada día existe más gente que ya se siente friki o aficionado a su pasión más mundana. ¿Acaso no hay frikis del fútbol, la pesca o el motor? También los hay del manga, las series o la literatura fantástica.
Querido sensei, en recuerdo a tu figura, y aunque no fuese tu serie más querida, ya que solo le cediste los derechos de los personajes, me quedo con unos versos del opening en castellano de Dragon Ball GT, que todavía hoy resuenan en mi interior:
“Ven, ven lejos de los malos sueños,
donde nuestro amor no sienta miedo;
dame tu mano,
siempre habrá motivo para sonreír”
¡Arigato gozaimasu, Akira Toriyama!