Urco, Gea y Nao conforman la Unidad Canina de la Policía Local de Palencia con el fin de prevenir y detectar el consumo y la venta de sustancias estupefacientes a través del sistema de marcaje lapa
David Herrero / ICAL
Sin babear, ladrar o tocar. De manera pasiva e invasiva, pero con la efectividad de un olfato desarrollado y adiestrado. Se trata de la prueba del algodón que llevan a rajatabla Urco, Gea y Nao, los tres integrantes de la Unidad Canina de la Policía Local de Palencia (Uican), de la mano del denominado sistema de marcaje lapa. Cada can, de raza Pastor Belga Malinois, marca con su trufa el punto exacto en el que se encuentra la sustancia estupefaciente, ya sea escondida en la zapatilla de un viandante o depositada en algún entresijo de un vehículo durante un control policial. Un resultado fino, efectivo y limpio que evita ocasionar daños y lesiones.
Una de cal y otra de arena. Aportan una sensación de seguridad en la vía pública y se convierten en una imagen querida por pequeños y mayores, aunque ese sentimiento seguramente no sea compartido por el común de los mortales. Aquellos que portan, consumen o menudean con sustancias estupefacientes no les basta con percatarse de la presencia de una habitual patrulla, porque los nuevos fichajes de la cuerpo municipal no dan tregua. “Es una barbaridad los buenos resultados y los datos positivos desde que la unidad entró en funcionamiento”, reconoce Jesús, uno de los agentes que conforman la Uican y que trabaja como guía canino junto a Nao, de tres años y medio procedente de Algeciras tras ser rescatado de un pozo.
Reconoce a la Agencia Ical que el objetivo principal no se centra en que el perro encuentre droga o realizar una denuncia, sino conseguir de manera preventiva que no haya menudeo, al mismo tiempo que infraestructuras e instalaciones grandes, como pueden ser las estaciones, sirvan como un entrenamiento propio para que el animal se aclimate a las aglomeraciones. Una actuación que persigue erradicar el tráfico, tenencia y consumo de drogas y sustancias estupefacientes, siendo además un elemento disuasorio frente a posibles actos delictivos.
El perro rastrea y pega la trufa en vehículos y objetos que porten las personas, mientras que en espacios abiertos comienza a ventear y puede llegar a marcar una sustancia que se encuentra a 50 o 100 metros, señala. Así, sus intervenciones se centran en las estaciones de tren y bus, en las zonas verdes y parques de la ciudad, así como controles de tráfico y seguridad y según los requerimientos del resto de patrullas ante situaciones inesperadas que se encuentran durante el día a día.
Nao, al igual que Gea y Urco, fueron adiestrados en Burgos con un curso de 380 horas a través de la Junta de Castilla y León con un periodo posterior de prácticas para adaptarse al entorno y al trabajo. “Que el perro detecte la sustancia es fácil entre comillas, pero el mayor problema se centra en la presión social y al trabajo en la calle. El perro no se puede distraer en la búsqueda ante el lanzamiento de un petardo”. Asegura que lo realmente complicado es enseñar al can a saber lidiar con el conjunto de estímulos externos que puedan invadir durante el desarrollo de su trabajo y sepa identificarlos y dejarlos de lado.
Estos agentes de cuatro patas están entrenados para que vayan directamente a la sustancia, por lo que se les ha quitado la costumbre de que vayan detrás de una paloma o un gato y que les llame la atención el bocadillo de un niño en el parque. Todo está enseñado y la comida la reciben de los propios agentes cuando les toca y su objetivo se centra en hallar sustancias y recibir su premio, afirma Iván, quien forma binomio con Urco, de cuatro años y tres meses.
Con este sistema de marcaje, detalla que el perro “nunca tiene contacto con la droga”, porque hay personas que piensan que a los perros se les da a probar las sustancias y nada más lejos de la realidad. Lo único que hace es acercar el hocico a la droga, porque sabe como huelen, pero en ningún momento la llegan a lamer, aclara. Cada búsqueda es un “juego para el perro” y sólo quiere hacer su labor, es decir, lograr un resultado satisfactorio para así poder conseguir su recompensa, que no es otra que el mordedor.
Vínculo vital
Los animales hacen vida total con los agentes, porque los canes están puesto a nombre del policía y existe un contrato de cesión con el Ayuntamiento para la labor policial. Se crea un vínculo muy sólido, dado que pasan muchas horas juntos, tanto en el trabajo como fuera del mismo, ya sea durante el ocio, los paseos o los entrenamientos.
En el caso de Urco, ya había sido empleado en otras dos ocasiones para ser perro de trabajo, una de ellas relacionada con el ámbito policial, aunque sin éxito, porque es un perro con “mucho temperamento y le dieron por imposible”, aunque “bien canalizado y adiestrado está dando buenos resultados”, pese a ser un macho muy dominante, por lo que hay que marcarle la jerarquía y saber que está un peldaño por debajo, comenta a Ical.
“Estos perros son una pasada físicamente y aguantan lo que quieras”, por lo que necesitan una gran carga de trabajo física, aunque no es la única, ya que también entra en juego la parte intelectual. Ellos requieren tener un trabajo, que pueda ser salir a correr, olfateo de sustancias o para realizar pastoreo. “Tienen que sentirse útiles y no llegar a desequilibrarse”. Asegura que esta raza es apropiada para el trabajo, pero hay que tener en cuenta que como perro de compañía se deben estructurar unas pautas muy marcadas y saber sobre animales, porque son perros con “mucho temperamento”.
El agente subraya que la intención es que estos perros sean pasivos, de tal manera que nunca lleguen a abalanzarse ni agredir a nadie. Es más, estos canes suelen visitar centros escolares y “no tienen ninguna muestra de querer morder por mucho que tengan cinco niños encima”. Ante una hipotética agresión ante el agente, que no deja de ser considerado como un miembro más de la familia por parte del perro, la idea es que no muestre ninguna agresividad, aunque esa tensión es percibida por el animal y su instinto defensivo y de detección de los momentos de estrés y tensión está presente.
De igual modo se muestra Jesús, quien confiesa una experiencia laboral al tener que empelar la fuerza necesaria para desplazar a una persona que estaba invadiendo la zona de trabajo policial, donde el perro “leyó perfectamente el momento de estrés y tensión y ladró en mi defensa”. No se le ha enseñado para ser un perro de intervención ni que agreda a una tercera persona, pero al final se genera un vínculo fuerte entre el agente y el perro, remarca.
Trabajo en equipo
El servicio que llevan a cabo es el mismo que el de otro funcionario en horario, donde los tres agentes que componen la unidad canina realizan patrulla pura y dura y el perro es una herramienta a mayores para el servicio, que se desarrolla con una furgoneta adaptada a todas las necesidades, prestaciones y seguridad para el animal. “Saben de sobra que cuando se abre la puerta de la furgoneta, el perro sale a trabajar”.
Entre los tres miembros caninos conforman un equipo de trabajo multidisciplinar, dado que entran en juego diferentes tamaños, carácter y energía, por lo que se abre el abanico con multitud de posibilidades a la hora de trabajar. Al final, destacan que los ritmos son diferentes y cada uno de los tres perros tienen características muy diversas que pueden ser explotadas y aprovechadas.
Así se muestra Juan, otro policía local encargado de Gea, una hembra de menor tamaño, pero muy activa, que fue encontrada en la carretera tras ser abandonada. Pese a ellos, traslada que los compañeros instructores del curso vieron que podía reunir cualidades para este trabajo y no se equivocaron, porque “todos estamos encantados”. “Creo que he tenido más suerte que ella, porque es una pasada de animal”, apunta.
Recalca a Ical que cada perro tiene sus puntos fuertes y otros más débiles, por lo que se deben aprovechar al máximo. En su caso, Gea, al ser más pequeña, puede realizar de manera adecuada trabajos de olfateo en maleteros y habitáculos de autobuses, al ser más ágil y realizar búsquedas más rápidas.
Además de la materia preventiva, se busca atajar el consumo y la tenencia, donde lo normal en Palencia es hallar pequeñas cantidades, pero igual de importantes, pese a que en el transporte de larga distancia se han localizado cantidades más considerables, aunque son casos esporádicos. Y es que, los perros van a detectar al consumidor sin necesidad de que porte nada en ese momento, porque son sustancias que “dejan mucho olor y lo detectan”.
En una ocasión, el perro marco la mochila de un viajero, la cual no contenía ninguna droga entre la ropa, aunque tras ser cacheado posteriormente su dueño, se detectó que portaba sustancias estupefacientes. “Es algo habitual en mucho casos, donde acaban reconociendo que son consumidores y que han guardado la droga en determinadas bolsas o ropas que el perro marca, pese a que en ese momento no se halle nada”, asevera el agente.