Más de 800 personas han visitado la exposición musical ‘Los sonidos de la Navidad’ en el Convento de San Francisco, donde la colección de instrumentos de la familia Pozo Velasco, unido a su talento y simpatía, nos han acercado a la verdadera tradición de esta época en Palencia
Mariah Carey no sabía que en Resoba está el portal, como cantaban antaño por la Montaña Palentina. Al burrito sabanero seguramente le temblarían las patas, camino de Belén, si supiera del viaje que vivían las ovejas de los rebaños de nuestra tierra durante la trashumancia a Extremadura, en tiempos en los que la partida de los pastores, en vísperas de Navidad, dejaba “a más de cuatro mozas llorando”, Pisuerga y Carrión arriba. Spotify tampoco recoge en sus playlists de Adviento y Pascua ningún exitazo referente a las rondas de los quintos a sus mozas, o al aguinaldo que pedían los chiguitos, con sonajas, latas, panderos o “carajillos” fabricados con cáscaras de nuez.
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Y mientras nuestros oídos tratan de sobrevivir en estas fechas al omnipresente All I Want For Christmas Is You, los hermanos Marimar y Ángel Pozo abrían un túnel del tiempo en el convento de San Francisco de Palencia para dejarnos conocer, escuchar e incluso toquetear la Navidad de nuestros abuelos.
La exposición-recital “Los sonidos de la Navidad”, promovida por Enraigo y organizada por la Concejalía de Cultura, Turismo y Fiestas, ha rescatado de la noche de los tiempos, hasta este domingo, algunos de los timbres, ritmos y costumbres que han perdurado en nuestra tierra hasta esta modernidad globalizada.
Navidad que, en pleno siglo XXI, parece resistirse al olvido. “¡Zambomba, pandero, almirez!”, corea el público cuando Ángel va mostrando, uno a uno, los instrumentos musicales populares que se usaban en las cocinas junto al hogar, en los chozos de pastor, en las calles y las plazas, para celebrar unas fiestas que no suenan tan distintas, a pesar de todo. “Hemos visto hasta alguna lagrimita”, explica entre bambalinas la cantante. “Porque especialmente las personas más mayores han recordado momentos y personas que ya no están”. “La música está en lo más profundo de nosotros, por eso hay personas con Alzheimer que son capaces de recordar canciones”, añade Ángel, quien además de multiinstrumentista (toca más de 250 instrumentos, la mayoría tradicionales) es profesor de Educación Infantil y Primaria.
Recuerdos sonoros que en esta experiencia navideña se encarnan en objetos de todo tipo: desde la botella de anís hasta un rabel fabricado con una lata de espárragos, pasando por un “torbellino”, sencillo instrumento de percusión fabricado por los pastores con palos de cardo borriquero, o unas simples cucharas, dedales y sartenes que, bien usados, dejan el cascabel mágico de Rudolph a la altura del betún.
Una curiosa exhibición narrada por estos jóvenes folcloristas, herederos de la experiencia y la vasta colección de instrumentos de la familia Pozo-Velasco y el grupo de folk Amalgama, que tenía como punto final el momento más lúdico: una sala interactiva con una mezcla de instrumentos tradicionales e instalaciones didácticas musicales en la que los más pequeños de la casa, pero también los adultos juguetones, podían probar a jugar con los sonidos de antaño.
El ingenio
“No había tablets, ni televisión, ni móviles. Así que jugaban con lo que tenían… El ingenio”, explica Marimar. Ángel, además, relaciona ese ingenio con el concepto tan moderno del reciclaje: una lata, una calabaza o las conchas de las vieiras se combinaban con cueros, palos, cuerdas, cáscaras de nuez o menaje de cocina para llenar la navidad de una enorme y variada riqueza tímbrica. “Usaban la sartén para freír unos huevos o una morcilla. Untaban el pan hasta dejarla reluciente… Y luego, alimentaban el alma… Haciendo música con ella”, explica a los niños y niñas que escuchan atentos sentados en la alfombra.
El ingenio con el que salvaban las frías tardes recluidos en casa en las aldeas montañesas donde a menudo se acumulaba metro y medio de nieve. O el ingenio con el que seducían a la chica de sus sueños rondándola con los amigos, días antes de partir al servicio militar, “no fuera a ser que, al volver dieciocho meses después, la moza en cuestión ya se hubiera casado”.
Así, instrumento a instrumento e historia a historia, niños y mayores conectan con melodías que aún son nuestras. “Como aquella recogida en el siglo XV… Que decía Pero mira cómo beben los peces en el río”, canta Marimar. Y al hacerlo, recuerda al público que, en el fondo… Nos suena más lejano el cascabel de Rudolph que esa botella de anís raspada con una cucharilla.
Más de 800 personas
Más de 800 personas han vivido en persona esta experiencia sonora e interactiva creada por los hermanos Pozo Velasco, que pedían a los visitantes “una reseña, como los influencers”, pero a la manera de siempre: escrita en un libro de visitas. “El resultado ha sido increíble”, comentaban emocionados, mostrando las hojas en las que especialmente los más pequeños han escrito sus felicitaciones, pero también adultos que pedían repetir o llevar la iniciativa a colegios y otros entornos.
Por lo pronto, podremos continuar escuchando la voz y la música de Marimar y Ángel en la exposición viva ‘Viajando con los instrumentos’, los días 2, 3 y 4 de enero en el Salón de Plenos del Ayuntamiento, en horario de 12:30 a 14:00 y de 17:00 a 20:00 horas, con visitas guidas y demostraciones de instrumentos del mundo a las 13:00 y a las 18:00 horas. “Sonarán más de 40 instrumentos”, avanzan.
En esta ocasión, una selección de instrumentos de la enorme colección de la familia Pozo Velasco nos llevará a dar la vuelta al mundo de la mano de músicas conectadas entre sí, fruto del trabajo de investigación realizado por Amalgama a través de su proyecto y su álbum Circumterra, cuyo concierto Fin de Exposición tendrá lugar el 7 de enero a las 19:30 horas.