Pablo del Río escritor de Cervera de Pisuerga - Ocho Jueves

El escritor Pablo del Río, de origen cerverano, publicó en marzo ‘Ocho jueves’, que da continuidad a la historia que cautivó a los amantes del género negro el pasado año con su debut ‘Doce Abuelas’. Ya va por la tercera edición

Pablo del Río (1964) ha sido guionista, editor de revistas, redactor, profesor de filosofía y decenas de cosas más. Pero afirma que, por fin, ha encontrado su «lugar en el mundo»: la escritura de novela negra.

Su debut literario, Doce abuelas, editado por el reconocido sello Maeva, fue un éxito. Ahora regresa con Ocho jueves, ambientada en Cantabria y con el mismo protagonista de la trama anterior y esa misma tensión narrativa que augura, nuevamente, una granacogida por parte de los lectores. En solo tres meses, ya va por su tercera edición.

‘OCHO JUEVES’ – Ed. Maeva Noir. Novela Negra. Páginas: 464
Sinopsis: Cantabria se convierte en el epicentro de unos crímenes con consecuencias demoledoras. Un terremoto emocional devastador. Nadie escapará a su castigo. El cadáver de un hombre
abandonado en una cueva. Un tenista víctima de un delito de lesiones que quedará incapacitado. Dos vidas arruinadas que, como las diferentes vías abiertas al escalar una montaña, confluirán en una misma dirección.

Con lo que nos gustó Doce abuelas, esta vez nos traes Ocho jueves, que es una trepidante novela negra que apetece leer en una playa de Cantabria, ahora que todos los palentinos huimos en masa buscando la brisa cantábrica de la comunidad vecina, ¿no?

¡Pues sí! Es verdad que hay novelas de otros autores que tienes que leer en casa muy concentrado. Pero mi estilo es muy ágil, con muchos giros, con lo cual, el verano es perfecto porque es muy fácil de leer. Y si es en Cantabria, ideal, como dices.

Porque, al igual que sucedía con Asturias en Doce abuelas, el paisaje cántabro que dibujas en esta ocasión se convierte en un personaje más y no solo una localización para los acontecimientos de este thriller

Exacto. Hay historias que da igual dónde las cuentes, el escenario es anecdótico. Sin embargo, aquí es un personaje más. Yo diría que, incluso, la montaña es un personaje auténtico, una “persona”. Porque la montaña tiene comportamientos humanos, es decir, te atrae como te atrae un ser humano: te seduce y también te engaña y te traiciona. Y también encubre crímenes…  Entonces, hay que respetarla y tenerla en cuenta como como un personaje real.

La montaña es tan fascinante como terrible. Te atrae desde su perspectiva de postal turística, pero si invades su terreno, seducido, te tienes que atener a sus reglas y comprender dónde te metes.  Y sobre todo en el capítulo de los dos montañeros es terrible lo que sucede ahí arriba…

Tú que precisamente eres de Cervera de Pisuerga (tu madre de Vidrieros), conoces bien su poder de seducción. ¿Eso te inspiró esta trama?

Sí, la historia nace del tenista al que le seccionan un nervio de la mano en un hospital de Santander. Estamos en una atmósfera hospitalaria cerrada, porque todo transcurre en la habitación. Buscaba el contraste, al igual que en Doce abuelas, donde Adolfo pasa de las pistas de esquí de las montañas a la atmósfera claustrofóbica del pueblo asturiano. Y aquí, ese contraste se da entre la habitación del hospital y el paisaje de los Picos de Europa. Yo conozco bien tanto la Montaña Palentina como los Picos: desde muy joven he subido a Horcados Rojos y otras zonas. No he subido a las cumbres más peligrosas, pero he abordado los Picos desde las tres vías: la leonesa, la cántabra y la asturiana.

A partir de ese contraste, me inventé la historia de esas cuevas, que había visitado durante un ascenso al Samelar, uno de los picos que se ven desde Potes. Me parecieron curiosas todas esas cuevas y cavidades y le pregunté al guarda del refugio, que me habló de las minas, un tema que me apasiona porque mi padre fue minero del carbón, y están presentes también en la primera novela.

Y me pareció una historia bonita unir no solamente una aventura montañera, que se podía quedar corta a nivel dramático, con el tema de las minas y de la extracción de la blenda hace un siglo para sacar el zinc, un poco toda esa peripecia que se vivía ahí arriba, bajando el mineral en mulas por ese terrible sendero de Treviso hasta La Hermida. Y así se unen las historias con el personaje de Adolfo [de la primera novela], que se reencuentra con alguien de su pasado… Y así unimos las tres tramas.

La montaña es un personaje con comportamiento humano: te seduce y también te traiciona

Si en la primera novela buscaba la empatía del lector a través de la mirada de las tres mujeres protagonistas, en esta ocasión busco desorientarlo: que se encuentre con los restos descompuestos de un montañero en un sitio inhóspito; con el suceso del tenista en el hospital, con tantas incógnitas; unido a la historia de Adolfo al encontrarse con Rosana y lo que recuerdan de ese episodio que compartieron. Tres subtramas que se van descolgando como lo haría un montañero, poco a poco, hasta llegar a un tronco común.

Doce abuelas era tu debut literario, editado bajo el reconocido sello Maeva Noir. Y con Ocho jueves vas definiendo tu estilo como autor del género negro: tramas enredadas entre múltiples personajes, esa tensión…

Una cosa que yo echo de menos en la novela negra, e incluso en las series, es que se polarizan mucho las historias en ese pulso que hay entre la policía y el asesino. Es un puzle que le planteas al lector o al espectador, entre dos, para que éste encaje las piezas, pero básicamente es un duelo entre dos inteligencias: la sagacidad del investigador y la astucia del asesino. Pero en muchas historias, para resolver lo que hay en medio, pues se acude a un trauma infantil o una psicopatía, por ejemplo. Es decir, no se cuenta una historia sino que se le plantea un reto al lector. Y yo siempre voy a procurar -hasta ahora lo he conseguido- contar una historia. Utilizar las herramientas que tiene la novela negra, que son muchas, como jugar con los saltos de tiempo o la dosificación de la información… Pero siempre para contar una historia.

Si en Doce abuelas era la historia del músico y lo que ocurre en esa familia, en Ocho jueves buscaba retratar el drama que vive la familia de Rosana… Al final, son historias normales, sin fórmulas como asesinos en serie, psicópatas… Que son fórmulas fáciles de manejar para justificar lo que ocurre. Historias y dilemas morales, como el que se plantea en Doce abuelas, que es el desconocimiento que tenemos del personaje de Ricardo, que se va desvelando a través de lo que cuentan los demás de él. Y en este caso, el dilema moral es la lealtad: tendemos a pensar que es el equivalente moral de la fidelidad.

La fidelidad siempre es una virtud, pero la lealtad no es un valor moral en sí mismo, la lealtad depende de dónde la depositas. Si la depositas en un ser que la merece, pues es una virtud. Pero si depositas tu lealtad en un criminal, simplemente porque es tu padre, tu amigo o tu hermano, entonces ya no es una virtud. Y por eso la historia está encauzada desde el punto de vista moral, en esa lealtad entre los dos montañeros que en realidad lo que transmite es rivalidad e incluso odio.

Los dramas familiares son los que más ocurren, los más auténticos y humanos. Normalmente en la vida no hay asesinos en serie sino que ocurren cosas como éstas: basta con ir a los pueblos en verano y escuchar las historias que se cuentan en la sala de espera del notario.

Pablo del Río escritor de Cervera de Pisuerga - Ocho Jueves

En nuestra anterior entrevista, Doce abuelas acababa de salir publicado, con Maeva. Ha tenido un éxito notable. Después de haber sido profesor de Filosofía, editor de revistas y guionista, ¿tu primer libro te ha convertido, del todo, en novelista?

He hecho muchos trabajos en mi vida: desde seleccionar patatas a plantar pinos y, una vez que acabé la carrera, profesor, tour operador, varias en varias revistas audiovisuales y ahora esto… Y he encontrado que la escritura, que ha estado conmigo toda la vida pero a través de relatos que escribía para mí, he tenido la suerte de que me publicara Maeva y comprender que es lo que realmente me gusta. Doce abuelas fue muy bien (ahora ha salido la edición de bolsillo). Y Ocho jueves va como un tiro: se publicó en marzo y vamos ya por la tercera edición. Estoy encantado del apoyo y de cómo funciona esa editorial… Y acudir a las presentaciones y clubes de lectura, charlar con la gente de la novela como lo haces con un amigo, es muy interesante. Valoro más esas conversaciones que las reseñas de los influencers.

¿Trabajas ya en la tercera entrega?

Sí. Si la trama empezaba en Asturias y continúa en Cantabria, la tercera se enfoca en el País Vasco, aunque también da un salto a otro país europeo para generar también un paralelismo con otra cultura, que genere desconcierto… La tengo ya a punto, espero que pueda salir en primavera. Y después, tal vez dejemos a Adolfo descansar, no tanto por cerrar una trilogía sino por explorar otras ideas.

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