Este mes me gustaría hablarles de mi última experiencia vital en Comayagua, Honduras.
Curiosamente la ciudad de Comayagua fue fundada en el S. XVI bajo el nombre “Villa de Santa María de la Nueva Valladolid de Comayagua”. Por supuesto, con ese nombre, se pueden imaginar que fue fundada por un General español.
La ciudad fue la Capital de Honduras hasta bien entrado el S. XIX y aunque pequeña, todavía conserva su encanto.
Tengo que reconocer, que a pesar de haber estado ya varias veces, jamás había salido del hotel más que para lo necesario, puesto que nos habían advertido de su peligrosidad.
En esta ocasión decidí aprovechar las vacaciones de verano de una de mis hijas y la llevé conmigo en el vuelo, no sin un poco de aprensión.
La intención era pasar tiempo juntas sin salir del hotel, pero de repente una de esas encantadoras sorpresas del destino quiso que nuestros planes cambiaran. Una de las azafatas, la sobrecargo, que es una gran aventurera y tiene un gran corazón, nos preguntó si queríamos irnos de ruta con uno amigos hondureños. Al parecer, los había conocido en un vuelo y eran unas personas excepcionales.
No me lo pensé dos veces y acepté. Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi aparecer una pareja en un todo terreno con su hijo, que llevaba otro 4×4 para que fuéramos más cómodos.
Nos preguntaron qué nos apetecía hacer y nos llevaron a comer y a un parque natural espectacular. El parque se llama Panacam y el sonido de los pájaros, los colibríes, las rutas, las breves tormentas torrenciales, el verde del paisaje, las pequeñas cascadas, eran de una belleza indescriptible. Nos dijeron que nos quitáramos el miedo de encima puesto que Honduras era como cualquier otro País en el que hay que tener cuidado por dónde te mueves porque hay zonas peligrosas, pero otras son perfectamente tranquilas.
Al día siguiente nos volvieron a invitar y cuando digo invitar no lo digo en sentido figurado. Lo cierto es que pasamos vergüenza porque no nos dejaban pagar nada.
Nos enseñaron el enorme negocio familiar, con vacas, gallinas, varios proyectos innovadores para aprovechar todo lo que allí producen y preservar el medio ambiente.
El restaurante precedido por sus fundadores pero, sobre todo, por la matriarca Doña Carmen, creadora de “Delicias del Carmen”, donde van a comprar y comer todos los días del año miles de personas. Una señora a la que no tuve el gusto de conocer pero a la que admiré al adivinar en sus vástagos su enorme fuerza y sobre todo sus valores.
Cada vez que le decíamos a D. Byron o a su preciosa mujer que nos dejaran pagar, ellos siempre nos respondían lo mismo, “déjense querer”, “los europeos no saben dejarse querer”.
Me enamoré de su forma de quererse y criar a sus 3 hijos, los cuales tal y como nos contaron durante el viaje, fueron fruto de un milagro. Al parecer la ciencia les dijo que era prácticamente imposible que tuvieran niños y cuando las enfermeras le preguntaban a los médicos cómo era posible, ellos siempre contestaban lo mismo “ellos dicen que es gracias a Dios”, a Dios y a la Virgen del Carmen que presidía todos sus negocios.
Reconozco que yo no soy muy religiosa pero cuando conozco a personas como ellos me apetece serlo.
“Los europeos no saben dejarse querer” decían y créanme que esta frase me ha hecho reflexionar, porque es verdad que estamos llenos de prejuicios, miedos y pérdida de valores.
Cuando escuché hablar a sus 3 hijos que a pesar de tener un futuro bastante halagüeño, han decido irse a otro País a estudiar y trabajar, y aprecian cada céntimo que les envían sus padres, les hablan con respeto y mucho amor.
Yo sólo pido poder transmitirle una décima parte de los valores que esta maravillosa familia han conseguido instilar a los suyos.
Así que la moraleja de este mes es que por favor nos dejemos querer y queramos sin esperar nada a cambio, simplemente dándole gracias a la vida.
Permítanme que desde aquí le dé gracias a D. Byron y familia por hacernos creer en la bondad del ser humano y por tatar a mi hija con tanto cariño y atención.
Con P de Pilar porque desde aquí deseo que el pilar del mundo sea el de querer y dejarse querer. ¿Quimera? Puede ser, pero por favor, les ruego, déjenme soñar.