Crónica de una de las veladas más intensas que se recuerdan en un Palencia Sonora
Lo habitual en este festival cada vez más querido por público llegado de toda España, según hemos comprobado los seguidores locales año tras año, es que los conciertos de unos grupos generaran una expectación enorme y, sin embargo, otros crearan más “calvas” en el césped del Sotillo.
Momento que los fans suelen aprovechar para acercarse a las foodtrucks o a la zona del mercadillo, para bailar en La Isla con las sesiones DJ (las de anoche, por cierto, de gran nivel también), o para pedirse una cerveza en la barra o cargar el saldo de la pulsera.
Pero ayer, tal vez por la expectación que ha generado esta vigésimo primera edición con sold out, o por una acertada elección del programa de conciertos, el césped se veía siempre lleno. En todo momento había público esperando ante un escenario u otro, cantando, coreando y bailando. Desde que Besmaya calentara el ambiente hasta que Delaporte lo lanzara hasta lo más alto, cerrando una sesión intensa en emociones ya bien entrada la madrugada.
Con los momentos de Siloé y Shinova como puntos álgidos de este viernes, destacó también la propuesta de Queralt Lahoz: desde su fascinante voz hasta su atrevida combinación de flamenco y música urbana, en una actuación que la catalana se tomó como una revancha, tras haber sufrido la cancelación de su concierto unas ediciones atrás de nuestro festival que estuvieron especialmente pasadas por agua.
Esta vez la lluvia no la calló, como tampoco lo hizo con Sheido, grupo punk femenino y feminista que derrochó energía desde el primer hasta el último tema.
Sexy Zebras… Os perdonamos ese “palenciana”
Sin duda, la actuación más disfrutona y divertida de toda la velada la ofrecieron los Sexy Zebras. Había que parpadear y aguzar la vista para comprobar que solo eran tres personas las que estaban tocando en el escenario. Porque sonaban como doce: desde la enérgica batería hasta la guiarra desgarradora, pasando por la loca energía de su cantante, Gabriel Montes, o sus provocaciones irreverentes a un público que respondía con saltos y con carcajadas por igual.
Temas como El semental, Jaleo (y bien jaleado, por supuesto, desde el césped del Sotillo), Nena, Puñales o claveles o Quiero follar contigo iban creando cada vez más buen rollo entre el público del Palencia Sonora, al que Gabriel Montes se acercó saltando la valla y mezclándose entre la gente.
El momento más loco llegó cuando invitó a la masa festivalera a “abrir una piscina” en el centro del recinto, donde jugó a hacer remar y nadar a la gente. “Medalla de oro”, concedió. Y el público del Sonora disfrutó tanto, que incluso fue capaz de perdonarle el agravio más grande que se le puede hacer a un palentino: confundir el gentilicio y referirse a una muchacha como “palenciana”.
“¡El Palencia Sonora es súper guay!”, terminó proclamando, para despedirse con la misma emoción que horas antes habían expresado, en su abrazo final, Siloé o Shinova.
Emoción que no se rebajó tampoco cuando Delaporte empezó su particular rave. Su primer tema era toda una declaración de intenciones de lo que viviríamos después: El techno cura. Y curó, haciéndonos bailar en una especie de trance, como si no estuviéramos ya cansados después de todo un día de conciertos.
Sandra Delaporte saltó y cantó temas propios y mezclas que hacían guiños a otros grupos actuales (como El Columpio Asesino, que por cierto actúa esta noche), regalándonos también sus grandes hits, como Jardín o Ni un beso.
Será difícil igualar la intensidad de este sábado. Pero, si la lluvia no lo impide, la elección del programa de conciertos promete, al menos, intentarlo.