Sana sana colita de rana
El caso de Oliver, el niño que tiene un tumor cerebral y que ya está de camino a España en un avión medicalizado desde Cancún, me ha hecho reflexionar mucho sobre la sanidad pública de nuestro país.
Como ya habrán escuchado, al niño le daban una esperanza de vida de entre 15 días y un mes porque los médicos en Cancún no se atrevían a operarle. El hospital Sant Joan de Déu de Barcelona se ha ofrecido voluntario para llevar a cabo esa intervención. Cuando he leído la angustiosa noticia, he recordado una conversación que mantuve con un trabajador del hotel en el que viví una temporada de mi vida en Madagascar.
Me acuerdo que en una de nuestras distendidas charlas mientras nos servía la comida, nos preguntó de qué equipo de futbol éramos. A Pierre le encantaba el fútbol, pero decía que no se podía permitir el lujo de jugar por si se rompía algo. Recuerdo perfectamente que le tomamos el pelo y le llamamos gallina. Él nos aclaró que no era miedo al dolor lo que sentía, el miedo era a no poder permitirse la factura del hospital. Ahí entendí lo que supone una sanidad pública y universal como la nuestra. No somos conscientes de la gran suerte que supone no tener que preocuparse por pagar la cuenta de un hospital en caso de tener una enfermedad grave o accidente.
Uno de mis mejores amigos tiene un hermano cirujano en Estados Unidos. A veces me cuenta anécdotas tan tristes como que su hermano ha abierto a un paciente para operarle del corazón pero que la cosa se ha complicado y al comprobar que no lo cubría el seguro, le volvieron a cerrar sin acabar lo que ya habían empezado. Estamos hablando de la primera potencia mundial y son incapaces de garantizar una sanidad al alcance de todos. ¿No es esto cuanto menos impactante?
Por desgracia, como la mayoría de los mortales he vivido de primera mano lo que es tener a una persona muy enferma a mi cargo. Cuando le diagnosticaron el cáncer le llevamos a hospitales privados como la Clínica Universitaria de Navarra. No olvidaré nunca como mi marido recién operado tuvo que esperar conmigo durante 3 horas mientras solucionaban el pago de la factura. La cantidad de burocracia que había que hacer era inhumana. Lo único que queríamos en ese momento era irnos a casa a descansar.
Todo cambió cuando las clínicas privadas dijeron que ya no podían hacer nada por él y nos derivaron a la pública. He de confesar que le pedí consejo a un Doctor del hospital de Houston y me dijo que teníamos los mismos tratamientos en España y gratis. Me recomendó a un médico maravilloso del 12 de Octubre en Madrid y no tengo palabras. Le dieron los tratamientos más punteros, no escatimaron en nada y el cariño que recibimos no lo olvidaré jamás. Así que, al menos en mi caso, he de ensalzar nuestra sanidad. Pocos países he visitado que nos superen en esto. Por supuesto nada ni nadie es perfecto pero yo aplaudo a todos nuestros sanitarios que han demostrado con creces que se dejan la vida por nosotros
Con P de sanidad Pública.