22-07-2021 Bomberos forestales, en el incendio de Candeleda. SOCIEDAD CASTILLA Y LEÓN ESPAÑA EUROPA ÁVILA @AT_BRIF

Acaba el verano y, con él, la campaña de riesgo alto de incendios forestales –vigente de julio a septiembre–, momento que marca la vuelta al paro del grueso de bomberos forestales del operativo de Castilla y León, quienes se ven obligados a “buscarse la vida” tras dedicar tres meses a apagar fuegos.

“Nunca sabes si vas a terminar en esto o no”, reconoce Víctor Moro López (31), peón de brigada helitransportada (ELIF) –no existe la categoría profesional de bombero forestal– en la base de Sahechores de Rueda, en León, quien cuenta a Europa Press que se ha visto obligado, a lo largo de los años, a buscar diversos trabajos “de lo más variopinto” con la llegada del fin de la campaña.

“El 30 de septiembre se acaba el contrato y nos vamos al paro, y están quienes tienen la grandísima suerte de haber cotizado suficiente para cobrar subsidio o de conseguir otro trabajo y aquellos a los que no les queda otro remedio que volver incluso a casa de sus padres porque no pueden pagar una vivienda”, lamenta.

Este año suma su cuarta campaña en el marco del Plan de Protección Civil ante Emergencias por Incendios Forestales en Castilla y León (INFOCAL) –y otras tantas en operativos de Galicia o Cantabria– pero, “afortunadamente”, cuenta, su situación ha cambiado con un contrato que se alargará hasta diciembre, aunque el equipo de Sahechores pasará de contar con 18 personas a cinco, ecuación a la que, desde el 15 de octubre, habrá que restar, además, el helicóptero de la base.

“Quedaremos muy pocos”, resume, pues la mayoría se irá el 30 de septiembre y, “si encuentran cualquier otro contrato de un año, ya no volverán el verano que viene”, augura, sobre un trabajo que, dice, viene “con fecha de caducidad” por la falta de estabilidad laboral.

Otro de sus compañeros –especialista en una brigada helitransportada de otra provincia que ha pedido a Europa Press permanecer en anonimato– es el ejemplo de esa mayoría que pasará a engrosar las listas de desempleados desde el próximo jueves: “Al principio nos viene bien que sea un trabajo temporal mientras estudiamos, pero cuando creces y buscas una salida profesional y estable, se hace complicado tener una continuidad”.

“Una vez que quieres dar un salto y dedicarte a esto se hace muy complicado, porque las opciones laborales en el operativo son nulas”, afirma este bombero forestal de 26 años, que tiene la esperanza de poder encontrar otro trabajo dentro del mismo sector “y si no, que es lo habitual, un trabajo puente” que le permita “seguir viviendo” hasta dentro de otros nueve meses en los que reinan la “desilusión y la incertidumbre”.

Lamenta que nadie les asegura nada, y señala que preguntarse “¿Hasta qué punto compensa?” es “otra de las cuestiones que resaltan cuando estás dentro”. “Todos somos jóvenes, estudiantes o gente que no encuentra otra cosa y eso se nota, porque no hay gente mayor: esa gente, en cuanto puede, se va”.

La “situación ideal” para este especialista de ELIF pasa por las tradicionales reivindicaciones del sector –de las que una manifestación este pasado miércoles hizo gala ante las Cortes para reclamar el reconocimiento de la categoría profesional, estabilidad laboral y un incremento salarial–, pero también del “respeto” por parte de la administración autonómica, a la que ha instado a “dejar la política rancia de hace décadas” porque “la gente está cabreada”.

“SI LAS CONDICIONES CAMBIASEN, VOLVERÍA”

Alcanzar la categoría profesional y tener un mínimo de 12 meses de trabajo “por y para incendios” son las condiciones que pone un exintegrante de una cuadrilla de tierra (ROMEO) de 28 años –cuya identidad ha pedido también preservar– para regresar a lo que llama “la droga de los incendios”. Aunque ahora cuenta con un trabajo fijo y estabilidad laboral, confiesa que echa de menos volar en helicóptero y reconoce que, “si las condiciones cambiasen, volvería” pero que, ahora mismo, “para tener una vida es imposible”.

“Siempre va a entrar gente joven y con ganas pero que va a estar tres o cuatro veranos y, cuando terminen la carrera, se van a ir a su sector y dejarán el mundo de los incendios”, comenta, pues asegura que al principio este fue también su caso: “Ahorraba mientras estudiaba, para pagarme la carrera y no ser una carga para sus padres, pero tenía que compatibilizarlo con otros trabajos para poder ganar algo más”.

El “problema”, explica, llegó “al terminar una carrera –de la rama forestal– que no aportaba salidas profesionales rápidas”, porque los veranos como bombero forestal “no daba para nada”, una situación que le obligó a preguntarse: “¿Y ahora qué?”.

Por eso, cree que “se debería priorizar en las brigadas gente de la rama, que vaya a seguir, y profesionalizarlos”, ya que él ha trabajado con “un 60 por ciento de cuadrilla inexperta”, lo que supone, a su juicio “un auténtico peligro”. Mientras, agrega, se marcha alguien que tiene ocho años de experiencia, “que vale oro”. Al final, ha advertido: “Esto va a explotar por algún lado y lo tienen que ver venir”.

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