La trabajadora de la Fundación Oso Pardo asegura que el cambio climático ha hecho que estos animales no hibernen porque tienen comida en el monte y no es necesario que autorregulen sus cuerpos
Jesús García-Prieto / ICAL
El 2024 será un año difícil de olvidar para Begoña Almeida, trabajadora de la Fundación Oso Pardo en un lugar tan idílico como la Montaña Palentina. Este año, Begoña recibió el Premio Ical al Compromiso Humano, un reconocimiento que esta apasionada de la naturaleza recogió por su compromiso hacia el oso pardo y la conservación de la naturaleza como un servicio personal a la especie humana y su ilusión por llevar a los más pequeños el amor hacia el entorno natural. “Me sentí muy privilegiada, me llenó de orgullo y todavía lo recuerdo con una satisfacción enorme. Fue una experiencia inolvidable”, explica Begoña.
Una mujer que ha luchado contra viento y marea para alcanzar, fruto de esa lucha, el que considera el trabajo de sus sueños. No fue fácil, ya que fue la única mujer de su promoción en la Escuela de Capacitación Forestal de Coca, en 1988. “La mujeres no teníamos cabida y no nos dejaban estudiar, pero con el paso de los años todo fue cambiando. Al final yo me siento una privilegiada por haber podido estudiar lo que me gustaba y estar trabajando de lo que he estudiado. Me dan mucha pena esas mujeres que lo intentaron antes que yo y no lo consiguieron”, reconoce.
“Mi día a día es maravilloso”, dice con tono entusiasta esta apasionada por los plantígrados que reconoce que cuando empieza a trabajar, es cuando de verdad comienza a conocer a los animales que tiene que proteger y estudiar. “Comenzamos prácticamente al amanecer y acabamos casi al anochecer”, asegura. “Muchas veces tienes que quedarte quieta en un punto estratégico en el que pienso, deseo y espero ver osos y osas con crías, las primeras de la primavera. La verdad es que muchos días no tienes suerte, pero a mí se me siguen poniendo los pelos de punta como el primer día. Llevo desde 1995 y sigo tan ilusionada como el primer día”, señala Begoña.
El estudio de los animales mediante la técnica de rastreo a través de las huellas, los excrementos o los pelos de los osos y la protección de los animales durante las 24 horas del día son funciones fundamentales que se suman al desarrollo de los proyectos en los que están trabajando desde la Fundación. Merced a ese trabajo, la población de osos se ha visto aumentada en estos últimos años. En el último censo que se realizó en el año 2020 hay cerca de 370 osos en toda la Cordillera Cantábrica. “Antes había muy pocos ejemplares, pero con el tiempo ha ido aumentando la población que ahora está en toda la Cordillera Cantábrica, no hablamos de las poblaciones de la suboriental y suboccidental”, explica Begoña.
Todo hace esperar que a estas alturas del año los osos permanezcan hibernando, pero el cambio climático también está siendo el responsable de que una gran parte de la población no la haga. “Le está afectando”, reconoce Begoña. “Llevamos varios años en los que hemos descubierto que las osas que tienen las crías con un año no hibernan, es decir, siguen activas durante todo el invierno, tienen más desgaste energético con las crías y quizás solo descansan uno o dos días si el clima o las grandes nevadas influyen en ese momento, pero no autoregulan el cuerpo para la hibernación. Los animales tienen comida en el monte, por lo que siguen activos”.
Para que pueda darse una coexistencia entre humanos y osos, Begoña sugiere que se tengan diferentes precauciones e incluso evitar encuentros con estos animales. “No debemos adentrarnos en vegetación cerrada, si llevamos perros debemos llevarles atados, no debemos abandonar las rutas o los senderos, no acercarnos a las carroñas porque puede haber animales custodiándolas y puede sentirse amenazado o no seguir sus huellas, las disfrutamos, pero nos damos la vuelta”, explica la experta en estos animales, que sugiere que tampoco dejemos rastros de comida. “Los metemos en una bolsa o en la mochila y luego los tiramos al contenedor porque podemos atraer a osos, pero también a zorros o jabalís”.
Si a pesar de seguir a rajatabla estos consejos nos damos de bruces con uno de estos animales el consejo principal, si el oso no nos ha visto es retirarse despacio y en silencio, pero si nos ha visto y avanza a nuestra dirección “tendremos que hacernos notar, sin gestos agresivos, pero hablándole”, señala Begoña. “Normalmente suelen salir corriendo, aunque lo que nunca tenemos que hacer es correr, ni gritar, ni amenazarle porque eso puede resultar en una agresión”.
Para Begoña el 2024 ha sido muy positivo ya que ha habido muchos trabajos de sensibilización con diferentes asociaciones, tanto micología, como apicultores o asociaciones culturales. “En la zona del occidente se han plantado más de 150.000 frutales o 25.000 castaños que es algo muy positivo ya que va acompañado de la creación de empleo local. Muchas veces en las zonas rurales estamos con pocos recursos y actividades como estas son muy importantes para estas zonas”, asegura.
De cara al año que viene, Begoña reconoce que están trabajando en un proyecto llamado ‘Castañas, Osos y Desarrollo Rural’. Se trata de un trabajo de economía forestal sobre castaños que se desarrollará en zonas del Alto Sil y Liébana. “Son trabajos en grandes superficies de castañares que están ya abandonados con la creación de empleo local y verde. En el desarrollo de este proyecto conseguimos que el castaño se haga más resistente a enfermedades como el chancro o la avispilla”, explica la naturalista.
Otro de los proyectos en los que la Fundación Oso Pardo va a prestar atención el próximo año es ‘Osos con Futuro’ en el que se plantarán frutales “que harán las veces de pequeños supermercados para el oso pardo, con ello mejoramos los recursos tróficos clave y la prevención de conflictos invernales para la conservación del Oso Pardo Cantábrico en escenarios del cambio climático”, afirma Begoña. “Con esto mejoramos los recursos a ciertas altitudes, porque nos dicen los especialistas que estas especies van subiendo de altitud y siempre lo hacemos alejados de los pueblos, para alejar a los osos de la población humana”.
En la actualidad también se está llevando a cabo un estudio con las universidades de León, Santiago de Compostela y Oviedo “para conocer como va a influir el cambio climático en estas especies de frutales que estamos que estamos plantando y que interesa tanto a los osos”, asegura esta trabajadora de la Fundación Oso Pardo en la Montaña Palentina, un paraíso en el que día tras día, sin apenas descanso, sigue disfrutando de la compañía de estos plantígrados como en su momento luchaban y defendían la naturaleza dos de sus referentes como eran Félix Rodríguez de la Fuente o Dian Fossey.