El Centro de Nuestra Señora de la Calle de Palencia (CAMP) implementa un programa piloto para disminuir el uso de los diversos tipos de sujeciones y plantear alternativas y herramientas seguras
Aportar dignidad y mayor calidad de vida. Aspectos fundamentales que sirven como motivación durante el abordaje del proyecto piloto ‘Aprender a cuidar sin sujeciones’, ya sean de tipo mecánico o farmacológicas, que implementa desde finales de 2018 el Centro de Nuestra Señora de la Calle de Palencia (CAMP) en su atención a personas con discapacidad intelectual gravemente afectadas.
Este programa responde a una estrategia de la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades para eliminar o reducir al mínimo posible estos mecanismos, de ahí que el centro palentino, junto a otros tres más en la Comunidad, hayan servido de ejemplo y como experiencia formativa previa hasta que se implante la nueva forma de atender y trabajar en el resto de centros de mayores y personas con discapacidad en la región.
La directora del CAMP, Ana Escuadra, explica que en el centro residen y atienden 24 horas al día a unos 95 usuarios, con una edad media superior a los 50 años, los cuales presentan dificultades para comunicarse y gestionar situaciones de frustración, quienes tienen necesidades especiales de apoyo conductual positivo en su vida diaria.
El inicio de la experiencia piloto se remonta a octubre de 2018, de la mano de la tutorización y guía por parte de la Fundación Cuidados Dignos a través de Ana Urrutia, autora de la norma ‘Libera Care: Modelo de cuidado de atención e intervención centrado en la persona y sin sujeción’.
Para poder gestionar la implementación de este proyecto, apunta que se trabaja con un ‘Equipo Líder’, conformado por 17 profesionales con representación de todas las áreas funcionales del centro, el cual sirve de enlace entre la Fundación de referencia y el resto de la organización del centro.
Para ello, este conjunto de profesionales ha recibido una formación específica previa y trasversal durante todas las sesiones, ya que estudia los casos desde las diferentes perspectivas profesionales y tienen como objetivo la utilización de alternativas para evitar el uso de sujeciones restrictivas, añade.
Sujeciones y alternativas
Las sujeciones restrictivas pueden ser de dos tipos, donde las mecánicas se centran en un elemento que la persona no puede retirar fácilmente y restringe su libertad de movimientos o normal acceso a parte de su cuerpo (sujeciones, barras y prendas tipo mono).
En segundo lugar, las farmacológicas son empleadas según un informe realizado por el médico del centro, con fármacos que actúan sobre el Sistema Nervioso Central, como neurolépticos, hipnóticos/sedantes, antidepresivos sedantes y antiepilépticos sedantes.
Escuadra subraya que el objetivo es el control de dichas sujeciones restrictivas involuntarias, dado que “nunca deben prescribirse” con el objetivo de controlar una conducta inadecuada o molesta, ya sea el vagabundeo, rechazo a los cuidados o conductas disruptivas, entre otras.
De esa forma, se utilizará, en primer lugar, cualquier alternativa a la sujeción y se organizará el trabajo de tal manera que en lo posible no haga falta utilizarlas. La sujeción restrictiva (mecánica o farmacológica) será siempre la última de las alternativas que se utilice cuando ya no exista otra posibilidad de tratar el cuadro que se presente, agrega.
La directora del centro deja claro que nunca se utilizarán sujeciones restrictivas como castigo ante una transgresión o conducta molesta, por antipatía o como demostración de fuerza hacia el usuario; por conveniencia o comodidad del personal o como sustitutivo de vigilancia, así como en el caso de desconocimiento del estado general de salud de la persona, en el momento del ingreso.
Esas herramientas y alternativas pasan por implementar sistemas tecnológicos (control de presencia, ubicación, pulseras o sistemas de vigilancia), además de la configuración y distribución de grupos de convivencia en salas, dormitorios, comedores y lugares de actividad.
Así, también se emplea la inclusión de ciertos usuarios en actividades especialmente preventivas o reductoras del tiempo de contención, de la mano de la estimulación sensorial, la psicomotricidad, la actividad física y el taller de Apoyo Conductual Positivo (intervención en el estilo de vida de la persona).
De igual modo, se procede a la modificación de contextos físicos, con espacios seguros, hamacas, colchonetas y puesta en marcha de programas individuales de intervención conductual.
Herramientas y mejoras
En ese trabajo por eliminar las sujeciones, el coordinador del centro de día y psicólogo, Luis Dujo, explica el uso del taller de estimulación multisensorial, que lo califica como “una joya”, porque se ofrece a los usuarios “una estimulación a medida”.
“Si la persona es hiposensible, se intenta que tolere algunos estímulos y ruidos, así como prever de la tranquilidad que necesite”. Y es que, la hipersensibilidad puede hacer que otros usuarios reaccionen desproporcionadamente a un sonido, comenta.
Se trabaja la tolerancia y se aporta la estimulación que la persona busca, al ser una sala donde los residentes “no presentan conductas disruptivas”. Hay una cama de agua que ejerce una estimulación propio afectiva, cinestésica y una sensación sobre las articulaciones y el balanceo, los cuales son aspectos basales que todo el mundo dispone desde el útero.
Aun así, puntualiza que es probable que estas personas no se beneficien de una tarea ocupacional, por lo que en la sala “encuentran el lugar donde son estimulados, activados o relajados”.
A mayores, se suma un tubo de luces de colores y burbujas, que es positivo para trabajar el seguimiento visual, así como la causa y el efecto con paneles de luz y sonido, a modo de fuegos artificiales que van variando según la capacidad de cada usuario.
También cuentan con hamacas y columpios especiales y adaptados para el balanceo y tablas que hacen el mismo efecto, pero adaptadas a las sillas de ruedas, con el fin de “mejorar los aspectos cinestésico y vestibular”. En otras zonas, poseen, entre diversos mecanismos, una especie de parques seguros y camas adaptadas conformadas por lonas blandas y transparentes que evitan el aislamiento, con las que la persona puede moverse, pero sin peligro de caída o daño, y todo ello sin el empleo de correajes o ataduras.