La tierra, un material tradicional denostado desde hace años, se convierte en una alternativa sostenible y respetuosa con el medio ambiente capaz de soportar edificios de grandes dimensiones
A. Minguez – Ical
Adobe, arcilla y arena. Elementos que, aunque poco a poco fueron desapareciendo de la arquitectura moderna, durante muchos años fueron los protagonistas a la hora de edificar en Castilla y León. Para comprobarlo de primera mano, especialistas de España, Chile y Portugal se dieron cita en Palencia para participar en una ruta por la arquitectura tradicional en tierra a través de un recorrido por municipios y parajes como Baltanás, Hornillos de Cerrato y Torquemada en el marco de la sexta edición del meeting Terra Ibérica que se celebra en la capital palentina.
Para Amanda Rivera, vicepresidenta del Comité Científico Internacional Arquitectura Patrimonial en Tierra ISCEAH-ICOMOS, citas como estas son fundamentales para resaltar la importancia del resguardo del patrimonio arquitectónico, la identidad y cultural local. “La arquitectura en tierra tuvo una tremenda relevancia hasta la introducción de materiales industrializados en el sigo XX. Son 10.000 años de desarrollo tecnológico”.
El profesor de Construcciones Arquitectónicas de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Valladolid, Félix Jové Sandoval, considera importante aclarar que “la tierra no es arena”. “A veces la gente lo confunde y eso les lleva a pensar que el resultado no puede ser un edificio muy resistente o muy duradero. Lo que se usa para la arquitectura en tierra es arcilla que es un conglomerante natural como la cal o el yeso”.
La mejor forma de comprobar la durabilidad y fortaleza de este material es pensar, por ejemplo, en la Alhambra de Granada, uno de los monumentos históricos españoles más conocido a nivel mundial y declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. “Está en pie y se encuentra en perfecto estado de conservación. Se edificó hace más de 600 años y una gran parte de sus muros están construidos con tierra”, remarcó Jové Sandoval que afirmó que “la construcción con tierra es muy resistente y muy duradera”.
Pero no hace falta recorrer tantos kilómetros para comprobarlo. En Castilla y León hay multitud de ejemplos. “Edificios como la Alhambra hay 100.000 distribuidos por los pueblos de la Comunidad; en cada casa, en cada edificio agrícola, en cada palacio o en cada iglesia podemos reconocer estas técnicas de construcción”, aseguró el profesor al tiempo que destacó que, en función de si la construcción es más o menos humilde, estas edificaciones sirven también para analizar la historia y el poder adquisitivo de sus propietarios.
Lejos de la Península Ibérica la arquitectura en tierra también dejó su legado y quedó patente la influencia hispana en las colonias de Latinoamérica. En lugares como Chile, país natal de la arquitecta Amanda Rivera, ese influjo puede verse en técnicas constructivas como las ‘quincha’ que son “tabiques de madera rellenos de tierra”. Un sistema que se fue perfeccionando con el paso de los años para adaptarse a los grandes terremotos gracias a la incorporación de refuerzos poco o nada utilizados en España. “Concretamente en Palencia hemos podido observar la existencia de una técnica de revestimiento de tierra y fibras, conocida como ‘la trulla’, que podría ser predecesora de los utilizados en todo el territorio Chileno”, explica Rivera.
Pese a que en los últimos años parecía haber quedado desterrada, la arquitectura de tierra renació a partir de la crisis climática presentándose como una oportunidad de desarrollo regenerativo para el sector de la construcción. De hecho, van cogiendo fuerza términos como ‘nano tecnología’, ‘nano-materiales’ o ‘materiales high tech’ aunque lo que se conoce sobre ellos es tan solo “la punta del iceberg”. “Se están empezando a descubrir las altas capacidades de ciertos materiales naturales”.
Eso demuestra es que el paradigma de la arquitectura y la construcción está cambiando. “La sostenibilidad ya no es suficiente para la supervivencia del planeta, tenemos que transformar la arquitectura y construcción hacia una disciplina regenerativa y la tierra tiene enormes potenciales en ese sentido”, destaca Rivera que cree imprescindible utilizar para ello, los recursos disponibles de origen local.
No obstante, la tierra, como todo material, tiene sus fortalezas y sus debilidades. “Este es un debate similar al de los productos comestibles naturales o ecológicos. Desde luego que un tomate de producción industrializada no puede competir con un tomate de huerta pero será más caro o menos accesible porque no entra dentro de la cadena de distribución, de manera que sólo pueden permitírselo aquellos que pueden pagarlo o los que viven en el campo”, apunta Jové Sandoval. A día de hoy, construcciones de grandes edificios de tierra serían posibles gracias a la colaboración con otros materiales.
Además, cuentan con grandes ventajas como, por ejemplo, que son reciclables, baratos y es relativamente fácil obtenerlos si se tiene en cuenta que casi cualquier tipo de tierra es útil para construir. Eso se traduce en que al terminar la vida útil de los edificios, la tierra puede volver al territorio y transformarse de nuevo en materia prima.
Asimismo, se trata de un material que ni se incendia, ni se pudre, ni es susceptible de recibir ataques de insectos. Al ser poroso aísla el sonido y es una materia ampliamente disponible en el planeta, adaptable y versátil. Sus emisores de dióxido de carbono son prácticamente inexistentes, es respetuosa con el medio ambiente y sobre todo, confortable para quienes habitan estas edificaciones ya que posee una gran capacidad para almacenar el calor. Resulta adecuada para climas con oscilaciones térmicas entre el día y la noche como es el caso de Castilla y León.