Te contamos todas las curiosidades sobre la Feria de la Matanza de Villada, cuyo origen se remonta a la Edad Media y está vinculado con la antigua leyenda de la viuda Berenguela
De todas las ferias dedicadas a la tradición de la matanza del cerdo, la de Villada, que se celebra siempre a mediados del mes de marzo, es sin duda la protagonista. De hecho, es una de las más veteranas del calendario regional, pionera en convertir la tradición doméstica de la matanza en una celebración ligada al folclore y la etnografía. Pero su origen es mucho más antiguo: Villada tiene reconocido el privilegio de ser mercado franco desde el año 1477, concedido por los Reyes Católicos.
Según las fuentes históricas que maneja el Ayuntamiento villadino, que busca el reconocimiento de esta feria como Fiesta de Interés Turístico, «este privilegio de mercado eximía de pagar toda clase de impuestos a las personas, mercancías y alimentos y ganados que acudieran a él o se llevaran y negociaran en dicho día, lo que colocó a Villada en las grandes rutas comerciales del entonces reino de Castilla».
Y en virtud de aquel privilegio se fue conformando un mercado especial en época de Cuaresma. Y la tradición, como todavía se hace en muchos pueblos, simbolizaba la época de la cuaresma en la representación de una anciana de siete piernas.
La Vieja Cuaresma se solía colgar en una ventana de la casa el Miércoles de Ceniza, y cada domingo de cuaresma se le serraba o arrancaba una pierna. El Domingo de Pascua de Resurrección se hacía lo propio con la última pata de la vieja, que simbolizaba también los alimentos propios de esta época del año (como el pescado o las verduras), y se celebraba ese día de júbilo comiendo cordero pascual.
La celebración de una feria en mitad de la cuaresma en Villada unió la representación de la vieja Cuaresma con un episodio histórico, empañado por la leyenda: el que vinculaba a la vieja viuda Berenguela con un grupo de canónigos que en esta época se acercaban a la villa a cobrar un tributo y, de paso, celebraban una procesión.
La leyenda de la vieja Berenguela
El Ayuntamiento, con el apoyo de asociaciones y vecinos de Villada, está recopilando datos que acreditan la larga historia que tiene la Feria de La Vieja. ¿Sabías que en origen no era una fiesta de la matanza, sino de Cuaresma, en la que se comía bacalao, besugo o salmón?
¿Y que su origen tiene relación con la antigua propietaria del pueblo de Villada, doña Berenguela Cabeza de Vaca? Al menos ésa es la conclusión que se extrae de las fuentes documentales e historiográficas que maneja el ayuntamiento villadino y que hemos podido consultar.
A finales del siglo XIV, Villada formaba parte de la merindad de Carrión. Su señorío estaba dividido en dos: una parte pertenecía al monasterio de Sahagún y la otra, tras una serie de compraventas y donaciones, terminó en manos de Gonzalo Núñez de Aza.
Un hombre que no había tenido hijos con su mujer Berenguela Cabeza de Vaca, aunque sí con una concubina, lo que generó numerosos pleitos por su herencia.
Al conocer que se le iba acabando la vida, Berenguela pidió confesión, cuenta la leyenda. Pero no debía de ser buena cristiana, porque ningún clérigo se acercó a su casa.
Ella, preocupada, rogó a Dios que le enviara a alguien para poderse reconciliar con Dios y, en aquel momento, dos peregrinos pidieron guarecerse en su palacete. Para poder hacer gala de su misericordia, la mujer hizo gala de una enorme hospitalidad, agasajando enormemente a sus invitados, que resultaron ser dos sacerdotes del Monaseterio de Benebibre de Carrión de los Condes.
«Confesóse la desventurada, y murió contenta en la paz del Señor. Y como débil muestra de su gratitud, instituyó heredera de los pocos bienes que le quedaban, á la célebre Abadía de Carrión», cuentan las fuentes del consistorio.
El tercer día de Pascua de Pentecostés, los clérigos carrioneses se desplazaban a Villada para cobrar la renta del censo y, ya de paso, hacer una pequeña fiesta.
Porque se pagaba el tributo con más alegría si este venía acompañado de una ceremonia, con su pompa y su procesión, recordando la dádiva de la moribunda Berenguela. Y esa fiesta terminó siendo la Feria de la Vieja.
Un origen que corroboran las investigaciones: realmente el monasterio se hizo con terrenos que habían pertenecido a la viuda, aunque de manera mucho más prosaica y sin milagros de por medio.
Mejor, con carne
La “Feria de La Vieja” de Villada tuvo gran renombre por toda la comarca acudiendo a ella comerciantes y ganaderos de Asturias, Galicia y montañas de León. «Los cronistas de diferentes épocas nos dicen que, en estas ferias y mercados, en los fogones de Villada se degustaba el bacalao al ajo arriero, el besugo de barril o pipote, el lechazo asado al modo de Villada y hasta salmón, por lo que no es de extrañar que la villa se ganase el título de “puerto seco de Castilla”», apuntan las fuentes que maneja el Ayuntamiento.
Sin embargo, en 1989 se decidió unir esta tradición con la de la matanza del cerdo y fue así como se fue gestando la feria villadina tal y como la conocemos hoy, a la que se le añadiría años después una feria multisectorial para enriquecer todavía más el programa festivo.
«Tres días hay en Villada en que más se llena la panza: Navidad, La Tortillera y el día de la matanza», reza el dicho popular
“En un principio, la Matanza se hacía por la mañana pronto, degustándose algún dulce y tomando orujo, para espantar el frío y enfrentar con bríos la tarea. A continuación, el matarife y sus ayudantes comenzaban el sacrificio ritual del cerdo con la colaboración de la mondonguera y el posterior despiece del animal. Terminada la labor más sangrienta, seguía el primer acto del convite, la degustación de las sopas de picatuesta, las jijas, las morcillas, los jerejitos, el salpipitre…, que serán paladeados con visible satisfacción por la concurrencia, a la vez que alguna personalidad invitada recibía el título de mondonguero o mondonguera de honor de la Villa”, reza el estudio encargado por el Ayuntamiento.
Por la tarde seguía la fiesta, reuniendo otra vez a la concurrencia, que dispuesta a dar buena cuenta del resto del cerdo sacrificado, preparado a la brasa y regado con un buen vino, haría las delicias de todos los vecinos y forasteros que acudían a esta merienda, una de las más populosa de cuantas se celebran en Villada.
Un dicho popular villadino así lo reconoce: «Tres días hay en Villada en que más se llena la panza: Navidad, La Tortillera y el día de la matanza».