Lamenta no haber podido ver terminadas las obras de la catedral y reconoce problemas “económicos” para recuperar el patrimonio que atesora
A. Míguez / ICAL
La etapa de Manuel Herrero como obispo de Palencia llega a su fin. Se jubila tras más de siete años al frente de la Diócesis palentina. El próximo domingo 14 de enero se celebrará su misa de despedida en la catedral de ‘San Antolín’, mismo lugar en el que fue ordenado el 16 de junio del año 2016 frente ante la atenta mirada de 4.000 fieles. Asegura que se marcha sintiéndose un palentino más, con la pena de no haber podido ver concluidas las obras de restauración del templo y con una preocupación: la escasez de vocación entre los más jóvenes y en consecuencia, la falta de relevo generacional. “La Iglesia no vive en las nubes, pero se tiene que ir adaptando a la sociedad”, reflexiona. Tras su adiós de la iglesia palentina, se convertirá en obispo emérito y disfrutará de su retiro en Santander, la tierra que le vio nacer. Le sustituirá en el cargo el hasta ahora vicario Episcopal de Zona en la Diócesis de Pamplona-Tudela, Mikel Garciandía Goñi, que será ordenado durante una ceremonia que tendrá lugar el próximo sábado 20 de enero.
¿Qué balance hace de estos siete años? ¿Con qué se queda?
No soy muy partidario de hacer balances porque nadie es juez en su propia casa. Siempre las auditorías las debe hacer alguien externo. Lo he hecho lo mejor que he podido y también he tenido mis fallos y pido perdón por ellos. Recuerdo que lo primero que me planteé cuando llegué fue escuchar, conocer y trabajar con los demás. Esa ha sido mi mayor preocupación. Hay que dejarse aconsejar. Entre todos hemos decidido y se ha ejecutado lo que se ha podido.
Entre esos planes ejecutados, ¿se encuentran todas las obras de restauración que se han llevado a cabo en las parroquias del medio rural?
Sí, Palencia y su Diócesis tienen mucha historia y mucho arte. En multitud de pueblos, la Iglesia es el edificio más significativo y hay que defenderlo y custodiarlo. Lo cierto es que es el cuento de nunca acabar. Siempre hay nidos de cigüeñas o daños por viento y goteras. Hay municipios que pueden afrontarlo pero otros no y hay que ayudarles. A eso hay que sumar los dos incendios que sufrió el Monasterio de Alconada en Ampudia. Tras el fuego se hundió la cúpula y ha habido que hacer una gran inversión para reconstruirla.
Sin olvidar las obras que todavía se están acometiendo en la catedral.
La catedral lo necesitaba. Es como las casas viejas y requiere de reparación continua. Además, igual que ocurre en las viviendas de antiguos familiares, siempre te encuentras con sorpresas como un cuadro o una tela valiosa. Aquí ha ocurrido lo mismo. Hemos descubierto, por ejemplo, nuevos mosaicos en el altar mayor, una tela egipcia del siglo IX o X con frases de Alá y nuevos restos en la capilla de San Isidro de origen romano o visigodo. La pena es que atravesamos por problemas económicos y se necesita de financiación para poder recuperarlos adecuadamente y ser visitables.
El no haber podido ver las obras de la catedral concluidas es la única espinita clavada que me queda. Se espera que estén terminadas en febrero o marzo.
¿Qué imagen se lleva de los palentinos y palentinas? ¿Es una provincia con mucha fe?
Es gente noble, de buena masa y muy sensible a la religiosidad. Me he encontrado gestos de nobleza que merecen resaltarse. Familias muy humildes pero muy buena gente. Hay fe pero lo que queremos es que se mantenga y se avive. Es como los rescoldos de una chimenea. Hay que soplar, alimentarla y, sobre todo, transmitirla a las nuevas generaciones. Es ahí donde todos jugamos un papel fundamental.
¿Esa labor de transmisión de generación en generación es clave para que haya relevo generacional en el sacerdocio?
Ese es uno de los principales problemas a los que se enfrenta la Iglesia. La tasa de natalidad es muy baja y eso se nota. También en la Iglesia hay más defunciones que bautismos y hay muy pocos sacerdotes. Ahora mismo no hay ningún seminarista. De hecho, el último fue ordenado hace más de un año. En todo este tiempo como obispo, he enterrado a 80 sacerdotes frente a los cuatro que he ordenado. Es un dato significativo y demuestra que la desproporción es enorme. El clero en Palencia está muy envejecido y tiene una media de 72 años. Faltan jóvenes que permitan ese relevo generacional y eso ha obligado a replantearse las cosas. Antes en cada pueblo había un sacerdote pero ahora es imposible. Hay algunos que están al frente de más de 40 parroquias en el medio rural. Hemos llegado al punto de tener que pedir la colaboración de personas laicas que se ofrecen para las celebraciones de los domingos. Lo ideal es que hubiera Eucaristía pero donde no hay pan, buenas son tortas. Al menos sirve para que los vecinos se reencuentren y celebren la palabra de Dios.
¿Cuál puede ser la solución? ¿Debe la Iglesia adaptarse a los nuevos tiempos?
Ojalá diera yo en el clavo. Primero hay que cambiar como sociedad porque ahora mismo somos muy individualistas y nos cuesta abrirnos y servir a los demás. Nos gusta la vida cómoda. La del sacerdote es una vida de entrega y eso nos cuesta pero sin duda la Iglesia se tiene que ir adaptando a la sociedad. La Iglesia no vive en las nubes, vive en este mundo y forma parte de esta sociedad.
Y ahora, ¿qué espera de esta nueva etapa?
Siento alegría. No porque aquí estuviera triste ni mucho menos. Aquí soy y he sido feliz. Quiero a los palentinos y me he sentido uno más pero ahora empieza otra etapa en la que espero tener más tiempo para rezar, leer y reflexionar.
Finalmente, para el nuevo obispo, ¿qué mensaje o consejo le daría?
Que venga confiado porque los palentinos son buena gente. Lo sabrá hacer muy bien. Viene con ilusión y ganas de trabajar junto a los demás sacerdotes y laicos y yo creo que eso es lo más importante.