El 70% de los pacientes padece secuelas y la rehabilitación debe empezar “cuanto antes” ya que el grueso de la recuperación se consigue en los seis primeros meses
Cada seis minutos, una persona sufre un ictus cerebral. Es la segunda causa de muerte en España y la primera de incapacidad en la edad adulta. Se prevé que provoque casi diez millones de muertes al año en todo el mundo en 2050. A día de hoy, afecta a casi 72.000 españoles cada año, de los cuales, 27.000 no sobreviven y la mayoría de los que sí lo hacen, sufren secuelas de por vida y se enfrentan a una dura batalla para recuperar su funcionalidad. Ese es el motivo por el que el Centro Hospitalario Hermanas Hospitalarias de Palencia cuenta con un equipo multidisciplinar de profesionales que permite atender a cada paciente de forma personalizada.
Actuar con rapidez y acudir a Urgencias cuando aparecen los primeros síntomas es fundamental no solo para “salvar la vida” sino también, para minimizar los daños y las posibles secuelas. “Hay personas que sufren un ictus y casi al día siguiente pueden seguir llevando su vida tal y como la conocían pero no es lo normal. El 70 por ciento de los pacientes tienen secuelas” explicó, Juan José Almagro, fisioterapeuta en el Centro Sociosanitario Hermanas Hospitalarias de Palencia al tiempo que alertó de que por eso es muy importante “empezar con la rehabilitación cuanto antes”. “Tenemos una neuroplasticidad en el cerebro que cuanto antes la pongamos a trabajar, mejores resultados vamos a obtener”.
Las consecuencias tras un derrame cerebral dependen de muchos factores como por ejemplo, el tiempo de respuesta, la edad del paciente o las zonas afectadas. Lo más habitual es sufrir una parálisis facial o corporal pero hay mucho más. “Lo más evidente es que la mitad del cuerpo no reaccione como quieres o que la mano no te responda pero el cerebro controla muchas más cosas y por eso también puede sufrirse falta de actuación, dificultades en el habla o problemas de reconocimiento”.
Es ahí donde se evidencia la necesidad de un equipo de profesionales sanitarios que trabajen de una forma coordinada. “Yo como fisioterapeuta puedo trabajar el control motor pero necesito del apoyo del neuropsicólogo para tratar la toma de decisiones o una logopeda para que, en caso de dificultades del habla, pueda comunicarme con él”.
Tras sufrir un ictus, el paciente tiene que “volver a aprender” y puede necesitar ayuda para desempeñar aspectos tan cotidianos como manejar un cubierto, ir al baño o vestirse. Es ahí, reconoció Almagro, donde desempeñan un papel fundamental los terapeutas ocupacionales. “Ellos le dan un sentido al trabajo del resto de profesionales. Yo puedo hacerle trabajar para que gane fuerza en un brazo pero él consigue que esa fuerza tenga un sentido en la vida diaria para que, por ejemplo, consiga acercarse la taza a la boca”. De esta manera, cada uno de los profesionales se convierte en la pieza de un puzzle que tiene como objetivo final que el enfermo recupere su funcionalidad y calidad de vida.
En cuanto a los tiempos de recuperación tras sufrir un ictus, Almagro reconoció que cada paciente “es un mundo” aunque sí es cierto que el paso de los días juega en su contra debido a que el grueso de la recuperación debe conseguirse en los primeros tres meses desde la fecha del derrame cerebral. Almagro explicó que hasta los seis meses todavía existe un amplio margen de mejora pero, a partir de entonces “todo lo que no se haya conseguido es muy difícil de recuperar”. Pese a todo, y aunque a medida que pasa el tiempo conseguir avances es más complicado, lo cierto es que hasta transcurrido un año es todavía posible trabajar para mejorar el equilibrio del paciente. “Este es un aspecto muy importante para aquellas personas que pierden la posibilidad de caminar porque les permite pasar de la silla de ruedas a la cama sin caídas o mareos”.
De todos los profesionales que trabajan en la recuperación del enfermo, el logopeda es el que tiene “algo más de tiempo”. “En su caso, las mejoras en el habla pueden conseguirse incluso hasta pasados los dos años desde el ictus”. No obstante aseguró, “en ningún caso hay tiempo que perder”.
Pero no solo los tiempos de recuperación varían en función del paciente, también el tipo de rehabilitación. Desde el Centro Sociosanitario Hermanas Hospitalarias tratan de ajustarse a las necesidades y anhelos del enfermo. “No es lo mismo un aficionado al senderismo que toda su preocupación es volver a caminar, que una persona cuyo mayor ‘hobby’ era sentarse en casa a jugar a las cartas o a hacer ganchillo. Por eso la rehabilitación se enfoca de manera diferente y se tiene muy en cuenta la vida que llevaba el paciente antes del accidente cerebrovascular”, puntualizó Almagro que quiso incidir en la necesidad de prestar tanta atención a la prevención como a la recuperación. “La tasa de supervivencia ha mejorado mucho pero una vez que se supera, empieza una etapa muy dura para los pacientes y hay que trabajar en ello y darle visibilidad”.
Nadie, ni si quiera los niños, están exento de padecer un derrame cerebral aunque el riesgo, explicó, se incrementa a partir de los 65 años. “En una comunidad como Castilla y León con una población cada vez más envejecida, es de vital importancia prestar atención a este tipo de patologías y ayudar a que la calidad de vida del paciente tras un ictus sea lo mejor posible”.