El emblemático Teatro Principal ha acogido esta tarde el pregón literario de la mano del abogado del Estado. Un joven natural de Oviedo que lleva en su corazón la ciudad de Palencia tras haber trabajado en la capital durante cuatro años
Es la antesala del comienzo las Fiestas Patronales de San Antolín, el pregón literario. Un momento que los palentinos acogen con gran expectación cada año, y éste no iba a ser menos. El emblemático Teatro Principal ha vuelto a ser testigo del cariño que los palentinos brindan a aquellas personas reconocidas que llevan el nombre de Palencia por bandera allá donde van. En este caso, ha sido el oventense y abogado del Estado, Ignacio Bordiú, quien residió durante cuatro años en la capital palentina, la persona encargada de ofrecer un pregón literario basado en las vivencias de “un palentino que no vivió en Palencia”, tal y como afirmó.
“No nací aquí, no crecí aquí, no visité la ciudad antes de vivir en ella; el día que llegué, mi imagen de estas calles se limitaba a de los palentinos recios que, en pleno invierno y antes de salir el sol tomaban café caliente en una terraza al pie de las vías del tren, justo antes de que el mío, después de una parada breve, siguiera su camino entre Madrid y Asturias. No conocía nada, ni a nadie, de todo lo que después he sabido querer como mío. Por eso, mi mensaje tiene que ser el de ese palentino -con vuestro permiso- que no nació en Palencia”, señaló.
Asimismo hizo un repaso a todo aquello que durante los años vividos en Palencia descubrió de la ciudad que le acogió y le hizo sentir parte de ella, haciendo alusión para ello del libro del escritor palentino Asier Aparicio “Barcos en la llanura”, y que supuso para el pregonero un “rayo de luz” porque le fue útil como metáfora perfecta para explicar lo que ha significado Palencia para él.
“Cuando hoy miro atrás, comprendo que Palencia en particular y Castilla en general se aprende. Se aprende porque un asturiano se acostumbra, desde niño, a convivir con tres colores: el verde de la tierra, el azul del mar y el gris constante de su cielo encapotado. Sin embargo, cuando ese mismo asturiano aterriza aquí por primera vez, se sorprende al ver el azul, no en el mar sino constantemente en el cielo, que muestra una cara mucho más amable que la del Cantábrico, y ese amarillo intenso que en los Campos de Castilla predomina frente al verde”.
Continuó afirmando el pregonero que para el es muy gráfico mirar hacia atrás y observar
cómo las calles también se ven distintas cuando los años convierten la extrañeza inicial en
cariño profundo. “Detrás de cada una de ellas se esconden ahora rutinas y recuerdos que
generan, al fin y al cabo, un vínculo directo con lo material. Pasear por Palencia supone
entender la idiosincrasia de la ciudad y las costumbres de su gente, admirar su arquitectura
y descubrir rincones que, después, se enseñan con orgullo a quien viene a visitarla. Porque
conocer la ciudad es, por encima de todo, hacerla propia”.
Habló del carácter de los palentinos y aseguró en su discurso que “nadie puede decir,
o, al menos, no puede hacerlo siendo fiel a la verdad, que el carácter del palentino es
cerrado. No he encontrado nunca, en ningún otro lugar, una forma de acoger como la
vuestra. Es, justamente, esa normalidad, la que os lleva a recibir sin cuestionar, sin reservas, sin concebir que en ese gesto tan ordinario provocáis en quien llega a la ciudad un efecto inusual: sentirse en casa”.
“Amamos Palencia porque para cada uno de nosotros, seguramente de distinto modo y con distinto origen, forma parte de nuestras trayectorias. Sus calles, sus lugares, sus paisajes, sus días y sus noches han servido para escribir cada una de nuestras historias personales”.
Por último, Ignacio Bordiú se comprometió a defender esta tierra allí donde le toque vivir, “con la misma pasión irracional con que lo he hecho siempre con lo mío, con orgullo profundo de pertenencia y agradecimiento intenso por tanto recibido”.