Un viaje a través del patrimonio y la cultura de la localidad cerrateña, por Naide Nóbrega
Naide Nóbrega
Conocí Astudillo hace más de diez años de la mano de mi entonces novio, presentándome lo más bonito de su provincia con P. En ese clima de enamoramiento, lo que ya era bello se transformó en pura magia. Me acuerdo de decirle algo como: vivir aquí no estaría nada mal. Paseamos, nos hicimos fotos y votos de amor. Una primera impresión -dentro de un privilegiado contexto- que sólo podría dejar huella. Y así fue.
Los años pasaron, vinimos a vivir en Palencia y Astudillo siempre ahí, en su posición estratégica Cerrato-Tierra de Campos, apoderándose de lo más bonito y especial que pueda tener cada comarca: la luz cerrateña que tiene el poder de cambiar todo (y a todos), y el alma terracampina, sabrosa como un refrescante clarete en estas cálidas tardes estivales.
Sin duda, uno de los conjuntos monumentales más armoniosos de la provincia. Un pueblo que reúne patrimonio, naturaleza, gastronomía, tradición y personas de la mejor masa.
Este verano decidí volver a Astudillo con aquellos mismos ojos de quien pisó su terreno por primera vez. Y ahora traje del brazo a mi madre. Era yo la que enseñaba, con mucho orgullo, la villa. Primero visitamos el convento de las Claras y el vecino Palacio Real, mandados construir por doña María de Padilla y su marido, Pedro I de Castilla.
Tuvimos como guía a sor Sacra, la carrionesa Isabel para gente como nosotros, que buscamos conocer un pelín más de aquel dulce personaje. La visita fue impecable. La bella iglesia gótico-mudéjar es un verdadero tesoro que esconde muchísimas historias, compartidas por nuestra guía con mucha gracia y encanto. El palacio es una joya enriquecida, además, por el dedicado trabajo de las propias monjas para la recuperación de sus características arquitectónicas.
Una arquitectura impresionante que alberga un valioso patrimonio en pinturas, esculturas, orfebrería, ropas eclesiásticas y un interesante mobiliario. Me gustaría destacar la colección de belenes del mundo, especialmente para mí uno hecho a base de cepas, de una gran delicadeza. El trabajo turístico de sor Sacra es admirable. Su entusiasmo, simpatía y enorme talento en lo que hace. Dios la bendiga.
A la salida del convento, ¿cómo no? a comprar una caja de las benditas pastas. ¡Qué maravilla! Los copitos reales, mis preferidos, de tan buenos que son a mí más me parecen un pecado.
A estas alturas la visita a Astudillo ya es una maravilla, pero si te aventuras por las entrañas del pueblo la experiencia pasa de impactante a inolvidable. Estoy hablando de sus pasadizos: una red de más de dos kilómetros de galerías subterráneas de origen incierto y presente sorprendente.
Considero un auténtico lujo poder visitar, por ejemplo, la bodega de Los Manguis, una de las más tradicionales peñas astudillanas, transformada en un excelente museo etnográfico donde se puede contemplar la memoria de aquel lugar y de sus gentes. Una verdadera oda a las tradiciones.
Allí se valora lo que es la Palencia más profunda, sus oficios (muchos, ya, parte de un pasado lejano), su industria y su forma de sentir la vida.
¡Menuda visita nos dio la guía Marisa Franco! Conocer Los Manguis es bueno para cargar las pilas de palentinismo. Beber de la fuente de unos que sí saben valorar lo que es nuestro como se debe.
Por supuestísimo que en la visita a Astudillo uno no puede olvidarse de la iglesia/museo de Santa Eugenia, de la bella iglesia de San Pedro -y el magnífico retablo de Hernando de la Nestosa- o de la iglesia de Santa María.
Tampoco de las piedras del castillo de La Mota, testigos silentes, desde la cima, de la vida que transcurre en esta localidad de sol a sol.
Estuvimos tres días distintos y me pareció poco. ¿Crees que exagero? Pues pruébalo tú. Verás cosas y cosas y cosas y disfrutarás de momentos y momentos y momentos.
Porque, claro, Astudillo no es un sitio de paso. Es un lugar para respirar. Disfrutar. Estar. Calma y plenamente. Al final yo tenía razón: es un fantástico lugar. Para vivir. Para visitar. Para sentir.
Hay qué razón tienes sirve de tranquilidad armonía por favor yo llevo enamorada de toda mi vida allí pase todos los veranos de mí infancia. Que nal podría yo decir que es el pueblo de mi alma lo amo 💕 ❤️
Todos los años celebramos toda la familia una quedada ,que nos sirve para celebrar acontecimientos de todo el año ,mi padre y mis abuelos son nacidos y vivido allí . Mis padres y sus amigos tenían una peña los cucos,y todos los hijos nietos bisnietos y tatananietos junto con mis tíos y primos con sus hijos ,cada año , nos disfrazamos