Los locales que fueron perdiendo todo el partido hasta el último cuarto logran dar la vuelta al partido tirando de épica y cabeza fría
La épica esta vinculada a las victorias del Palencia Baloncesto. Ese tripe de Urko que no entra por estar lanzado fuera de tiempo pero que enardece la Pabellón de Palencia y que lleva en volandas al equipo palentino hasta la copa conquistada contra el Melilla…
No iba a ser diferente en la edición del 2022-23 en la que el rival fue un viejo conocido.
Conocido porque en los pirenaicos estaban varios ex del Palencia… Speight, Juan Rubio, Felipe Dos Anjos, Pérez, el técnico Natxo Lezkano… y porque los andorranos ya se llevaron una Copa Príncipe en su casa ante los palentinos hace varias temporadas.
Había ganas. Al menos, ganas de fiesta del baloncesto como se vio durante el día en la calle de la capital palentina, con las peñas y con la charanga del Baskonia animando la ciudad. Como se vio en la Fan Zone desde poco después del mediodía… como se vivía en la ciudad, en los aficionados desde hace días.
En lo Deportivo no empezó bien el encuentro para los locales.
Aunque salió con el equipo de gala del Zunder Palencia (Wintering, Ortega, Kasibabu, McGrew y Schmidt), la ventaja poco a poco fue cayendo del lado visitante, de un 2-0 a un 5-13 que de primeras obligó a Pedro Rivero a llamar a los suyos a capítulo. Defensas flojas, dejando liberados a los jugadores andorranos. Ataques con mano de yeso, con poco más de un tercio de acierto en la canasta visitante. Tanto en tiros de dos como en los de tres.
En la canasta local, con un Speight al que parecía deberle algo el Zunder Palencia, un 77% de acierto, con un 100% del exmorado en tiros de dos y 11 puntos a final del cuarto. Pero tras una leve reacción de los locales, el partido siguió los derroteros marcados por Lezkano.
Porque a los locales les podía la presión. La responsabilidad. Y eso se notaba en las pérdidas de balón sin forzar. Cinco por parte local. Algo casi inaudito. Además Rivero llamó al banquillo a Schmidt, el único que, sin rubor, miraba a la canasta andorrana. Entrara o no entrara. Además las faltas obligaron al técnico local a reservar a sus dos bases. Especialmente a Germán, que en menos de dos minutos se llevó dos faltas. Todo esto aprovechado por parte de los visitantes que se marcharon al parón con ventaja en el marcador: 15-22.
El segundo periodo fue un intercambio de golpes en el que solo, por parte local, Wintering lograba mantener a flote a los palentinos y en el que los visitantes lograron acrecentar su renta en un punto: 31-39.
Durante esos 10 minutos se vieron los nervios de los locales. Cómo, jugadores seguros realizaban fallos por la presión que en otros escenarios no hubieran cometido. Ese segundo cuarto se convirtió en un ida y vuelta sin que ninguno de los dos conjuntos lograra abrir demasiado hueco, o al menos irse en el marcador, porque los andorranos llegaron a ponerse momentáneamente 15 arriba. Hasta que Rivero pidió tiempo muerto para tratar de reconducir el partido. Y lo logró a medias. Porque a medias dejó la ventaja de los pirenaicos en el marcador a la llamada a vestuarios… En solo ocho puntos.
Un descanso muy largo.
El descanso del partido se hizo largo porque el club había preparado la actuación de los Crazy Dunkers franceses, una exhibición de mates acrobáticos. Pero los tableros del Pabellón no están acostumbrados a tal presión, ni mates… y el tablero que le correspondía a los andorranos en la segunda parte se quebró. Por lo que hubo que buscar un nuevo tablero y cambiar toda la infraestructura de la canasta… Más de media hora larga de retraso mientras los dos equipos compartían canasta para calentar.
La segunda parte fue otro mundo. El encuentro, a pesar de empezar para los locales con -8, era un partido nuevo. Como se ha demostrado a lo largo de la temporada, las segundas partes son de los morados. Más intensidad en defensa. Mejor acierto en el tiro en ataque, con un Manu Rodríguez que enseñó el camino a sus compañeros. Para qué tirar de lejos si puedes entrar más cerca. Y con un Germán al que no pesaron los galones cuando tuvo que tomar la responsabilidad de dirigir a los palentinos.
El juego interior en ataque era más fluído. Se podía entrar. Pasar dentro. No depender solo de los tiros. Esto llevó a los palentinos a acercarse en el marcador a los visitantes, gracias también a la ausencia de Speight que también tenía que ceder el testigo y que al descanso se había ido con 18 puntos. Los palentinos se pusieron a solo dos puntos: 41-43.
Pareció un espejismo. Porque de nuevo varias jugadas después los visitantes se volvieron a distanciar en el marcador. Pero ya no más allá de los cinco, para acabar el tercer cuarto con solo cuatro abajo: 49-53. El espejismo igual no era tal.
Llegó la raza, a épica.
Y ahí es cuando el Zunder Palencia tiró de épica.
La épica con la que se ganan los títulos. A Chumi le emparejaron en defensa con Speight, al que secó en la segunda parte, con solo dos puntos para el base andorrano. Las defensas eran más intensas, más acertadas. Sin faltas. Y la hegemonía en los rebotes (con los poderosos muelles de Kamba y la hegemonía de McGrew) fue para los palentinos, que poco a poco sacaron a los andorranos del partido.
Tanto que volvieron a ponerse por delante en el marcador. De forma temporal, sí. Pero en las gradas ya se gritaba el Sí se puede. Y claro que se pudo. Solo unos arreones de los pirenaicos chafaron las expectativas locales unos minutos. Pero los palentinos estaban por llevarse la Copa y le endosaron un parcial de 11-0 al Andorra MoraBanc para colocarse de nuevo por encima en el marcador. Se había recuperado la desventaja y a falta de cinco minutos ya superaban al Andorra. Medio cuarto.
Un mundo en baloncesto. Un mundo para el Palencia Baloncesto. Un poco más pequeño con el apoyo de una grada enardecida y enfurecida a veces con las decisiones arbitrales que parecían decirle al Palencia: No vas a ganar ante el transatlántico del Andorra.
Pero los de Pedro Rivero siguieron a lo suyo. Sabedores de que podían. Los árbitros me pitan una falta al intentar recibir el saque de mi compañero como le pasó a Wintering… pues en la siguiente jugada me cobro una falta y encesto. Y a falta de 1,30 para el final, los locales lograban irse en el marcador de tres puntos.
Minuto y medio en el que se podía ver cómo el pabellón se relamía. Sabía que se llevaba la pelota plateada. Sabedor de que sus jugadores no iban a soltar la presa. De que iban a ganar y al final se consiguió esa tercera Copa Princesa para las vitrinas del Palencia de Baloncesto. 74-69 para el Zunder Palencia, con McGrew como MVP del encuentro.
Sí, sí, sí, la Copa ya está aquí.
[…] El Zunder Palencia levanta su tercera Copa Princesa 74-69 […]