El apicultor, Miguel González, detalla su labor con 50 colmenas en Celada de Roblecedo, donde produce miel de roble y mieles de bosque, oscuras y con mucho sabor
El exceso de calor y la sequía han pasado factura a las colmenas de la provincia de Palencia, aunque la Montaña Palentina se ha convertido en una especie de oasis y han conseguido aguantar el impacto, gracias al frescor de la zona por las nieblas y el rocío, así como la diversidad de vegetación, aunque igualmente con pérdidas registradas, algo menos abultadas, pero hasta del 30 por ciento en la producción de miel. Aun así, diversos apicultores detallan que el problema puede aparecer en invierno, porque muchas abejas se han despoblado y hay altas posibilidades de mortandad.
En el caso de Miguel González, apicultor en Celada de Roblecedo, quien afirma que la apicultura tradicional ha variado mucho a la que se realiza actualmente, todo ello provocado por la acción del clima. “Antes se cosechaba casi en el mes de septiembre, porque todavía las abejas seguían metiendo miel. A diferencia, es raro que ahora las abejas sigan metiendo miel en agosto, por lo que muchos de los apicultores comienzan a cosechar en julio”.
Explica a la Agencia Ical que el municipio palentino tiene como ventaja estar ubicado en alta montaña, cuyo frescor ha permitido poder aguantar bien esta temporada y las abejas se han conseguido defender tras un verano con exceso de calor, aunque la temporada no ha sido buena.
Y es que, las abejas “han pasado hambre porque no hay mucha floración”, como ha ocurrido con la del roble, la más característica y preciada en esta zona del norte de Palencia. Todo ello se suma la acción de la polilla de la cera en las colmenas, que se come hasta la madera, y que no ha muerto porque no bajaban las temperaturas por la noche, comenta.
La sequía y ese calor ha afectado a las abejas y la producción de miel en líneas generales en Castilla y León y Palencia, con mayor incidencia en las zonas de llanura, simplemente tras alejarse 15 kilómetros del ámbito montañoso, agrega el profesional, que cuenta con 50 colmenas.
Mieles y mielatos
Enumera que en España se tiene la suerte de tener una gran variedad de mieles, al contar con unos climas muy distintos de norte a sur, aunque “todas ellas de gran calidad y con diferentes matices”.
En su caso, ofrece miel de roble y mieles de bosque, que son oscuras y con un sabor muy fuerte, las cuales tienen una cantidad de azucares moderada (50 por ciento), mucho menos que las del sur (80 por ciento). Y es que, la miel de montaña es “muy fuerte al paladar y con muchos aromas a bosque”.
De igual forma, cuenta con miel de brezo, que es un arbusto que florece de año en año, como ocurre con el roble, las cuales no se pueden llamar como mieles, sino como mielatos, porque no se saca directamente de las flores. Por eso, al ser mieles de mielatos, que se sacan de los árboles, no influye tanto que la floración venga mala, agrega.
Desgrana que hay dos tipos de mielatos, ya sea en las épocas en las que la flor desaparece, donde las abejas “tiran a coger la savia que suda el árbol y la aprovechan, o cuando los robles presentan mucho pulgón, ese insecto que está en las hojas se alimenta y excreta una sustancia azucarada que las abejas consume.
Al ser mielatos, llevan muchos flavonoides y antioxidantes, así como principios antinflamatorios, que es lo que “ayuda los alivios de los resfriados y el malestar de garganta”. No solo es el olor y el sabor, apunta que estos productos tienen una serie de propiedades curativas, añadidas a minerales y vitaminas, muy interesantes sabidas desde hace milenios.
Aun así, demanda un etiquetado claro, porque no hay problema que vengan mieles extranjeras, pero con una “igualdad de competencias y un cumplimiento de requisitos europeos”, porque las extracomunitarias, como las procedentes de China o de otros países del este, presentan “dudosas técnicas de producción”.
“Es curioso que, en el mercado español, entre una barbaridad de mieles extranjeras, pero el producto español se venda en los países del norte de Europa, como Alemania o Francia, y eso que ellos tienen una miel de calidad”.
Deja claro que los europeos, los norteamericanos, países árabes y Marruecos adquieren mieles oscuras y fuertes del norte de España, porque “saben lo que es bueno”.
Alerta que muchas mieles están con sucedáneos, como siropes de arroz, y tienen muchos azucares, además de posibilidad de la presencia de químicos. Sin olvidar que esas mieles no cristalizan, porque una buena miel no puede venir en un bote de plástico, asevera.
Clima y enfermedades
“Es cierto que el número de apicultores es el más alto de todos los tiempos, pero el número de colmenas ha descendido y la producción se ha estancado o disminuido, por lo que detrás de esta situación se encuentra el cambio climático y la acción de las enfermedades, ya que los años de calor se multiplican mucho más, como ocurre con la varroa”.
Miguel González traslada que la varroa se originó en los países del este, porque en el siglo XX se llevaron a cabo hibridaciones con las abejas y esos movimientos hicieron que llegara este ácaro a Europa, ya que las abejas de los países del este convivían de manera natural y la abeja se defendía.
Algo que no sucede aquí, porque llevan 40 años con la varroa y todavía no se aclimatan y no consiguen defenderse, añade a Ical González. Los apicultores solo tienen a mano un químico que funciona, pero cada año sirve de menos, y “no interesa meter estos productos con el objetivo de sacar unas mieles limpias y naturales”.
Además, antes había unos estándares de aplicación de estos productos que conseguían rebajar la varroa, pero el cambio climático y las variaciones bruscas de tiempo hace que dichos estándares no funcionen, porque se aplicaba a finales de septiembre.
A la contra, ahora no tiene ninguna utilidad, dado que, sin una aplicación temprana, la colmena no llegaría viva a finales del verano, pero, al mismo tiempo, esa aplicación en meses preventivos hace que no sea del todo efectivo.