Jairo Zavala (Depedro) se sabe querido en Palencia. Regresa un año más con su gira ‘Máquina de Piedad’, dedicada a un álbum que nos invita a ser optimistas en el momento de recuperación de la cultura en directo. Tras pasar por escenarios de todo el mundo, reivindica la «honestidad genuina» en los conciertos.
Llevas 30 años sobre los escenarios, casi desde la adolescencia, y has tocado en países de todo el mundo
¡Qué va, empecé ayer! (ríe).
Sin embargo, has comentado que la vuelta de los conciertos está siendo especial. ¿Qué tiene para ti este momento?
Aparte del reencuentro con la energía, con la emoción y con el cariño del público, es como sentirte útil con lo que hacemos, no solo en los festivales sino también en las salas. El hecho de tocar y participar de un acto cultural tiene ese privilegio de que, lo que tú haces, transmite emoción y produce una sinergia. Es muy reconfortante y te reafirma en tu posición en el mundo, es decir, en ‘‘para qué sirvo’’. Y volver a esa satisfacción es maravilloso.
Quizás esa privación hace que lo vivamos de otra manera, tanto público como artistas
Yo siempre he intentado no tener ni un ápice de cinismo a la hora de subirme a un escenario. Lo he dicho muchas veces: toco como si me fuera a morir mañana, porque puede pasar. Entonces, puedo tener una noche mejor o una peor, pero mi actitud siempre es de dar todo lo que tengo para que ese momento sea genuinamente honesto. Pero ahora más todavía. Porque, aparte de ese espejo que nos han puesto, en este momento yo no estoy para tonterías, pero casi nadie del público tampoco. Ya lo vais a ver en el festival.
Como sabes, Palencia es una plaza que te quiere: has llenado el Teatro Principal y has tocado en Palencia Sonora…
Palencia siempre me ha dado un abrazo muy cariñoso y muy sincero desde hace muchos años. Me ha pasado muchas veces, o sea, no es cuestión de que en alguna ocasión se hayan alineado los astros, sino que hay una relación sincera en la que yo me siento como en casa. Y bueno, es una maravilla tener la oportunidad de volver.
¿Y el festival en particular?
A mí me gusta mucho, porque no es un festival de estos mega enormes que no tienes oportunidad de ver a compañeros, sino que allí nos juntamos todos, puedes ver a todo el mundo que toca, tengo oportunidad de charlar con los organizadores, que son gente que aprecio mucho y que ha estado apoyándome a mí y a mucha gente muchísimos años en el Uni.
No es un festival pequeño, pero sí que ha mantenido la familiaridad y te hace sentir muy cómodo.
En esta ocasión presentas Máquina de piedad, un disco que se centra especialmente en vivir el momento, eso que llamas, “el durante”. Y explicabas en Mondo Sonoro que “la esperanza es el motor de ese durante”. Vivimos tiempos difíciles para la esperanza
Muy difíciles. Pero ahora más que nunca hay que creer en esto, en poner la fe en el vaso medio lleno. En lo que más hay en el mundo, que en realidad es la solidaridad, el ayudarse… Más en nuestra cultura. Nuestra identidad cultural, lo llevamos en los genes. Yo lo digo por experiencia propia: a mí siempre me han ayudado mucho más de lo que me han puesto la zancadilla. Puedes verlo por el lado miserable, que es lo que más vende, pero en realidad lo otro es mucho más habitual.
Esa positividad está también en tu música y tus letras. Publicaste el disco “Todo va a salir bien” antes de que esa frase se convirtiera en un mantra inquietante…
Siempre fue inquietante. Yo toda mi vida he dicho “todo va a salir bien” en los momentos más trágicos (ríe). ¡Pero eso nos queda! Y la palabra esperanza incluye etimológicamente la palabra “espera”. Y la espera es la resistencia. Evidentemente no es un acto naif: tiene un precio, que es la paciencia, el aguante, la resiliencia…
Al hilo de esa familiaridad que comentas del festival, precisamente te distingues por haber realizado muchísimas colaboraciones con otros artistas. ¿Veremos en el escenario alguna sorpresa?
Pues tengo que mirar el cartel, pero intentaré hacerle la palanca a alguno, ¡seguro!
¿Y qué más nos prometes esta gira?
Prometo que energéticamente lo vamos a dar todo. Los pocos conciertos que hemos podido dar hasta ahora están siendo maravillosos, en los que se produce un encuentro muy intenso. El otro día llenamos el Victoria Eugenia en Donosti y el público se puso a bailar… ¡Pero abrazados! Todo el teatro entero, de pie. Y la gente me dijo: “esto no lo hemos visto nunca en Donosti”. Estas cosas están pasando… ¡A ver qué pasa en Palencia!
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