La integración de la treintena de refugiados está siendo positiva tras apenas cinco semanas en la localidad paredeña tras huir de la guerra
Una ola de solidaridad se levantó hace poco más de un mes en Paredes de Nava. Las primeras sirenas y el ruido de las bombas sonaban en Ucrania y un grupo de ucranianos residentes en esa localidad inició esa ola. Decidieron acudir a la frontera de la UE con su país a recoger a cuantos compatriotas pudieran. Y allí se lanzaron con la colaboración del Ayuntamiento de Paredes, del CeTeCe y de la Fundación Arraigo.
Mientras ‘comían’ kilómetros en furgonetas, aquí esa ola se convirtió en tsunami de colaboración para acoger a esas personas que huían de, lo que se ha demostrado, la barbarie de la guerra. Ayuda, ropa, alimentos, alojamiento…. todo era poco el sábado 5 de marzo cuando el primer grupo de refugiados de guerra llegaba a Paredes. Eran 11, cinco de ellos menores.
En ocasiones tras ese primer empuje solidario los ánimos se desinflan y la colaboración no es la misma. No parece que haya sido el caso de Paredes donde Eugenia Lysova, que hace de portavoz de la nueva colonia ucraniana en la villa de los Berruguetes, subraya que el pueblo sigue “volcado” con sus nuevos vecinos. Y también es importante cómo aterricen los ‘nuevos’.
Pues estos nuevos vecinos ya se han integrado a la perfección en el ambiente paredeño. Son sobre todo menores y sus madres. “Los niños ya se han incorporado al colegio y al instituto. Lo hicieron la primera o la segunda semana de estar aquí”, apunta Eugenia. Y aunque la barrera idiomática es aún importante “los niños aprenden rápido el Castellano. Los ucranianos tenemos facilidad para hacerlo”, advierte. Además, “las matemáticas son números y signos, eso es fácil y en Lengua, se pueden comunicar por medio de dibujos, con las tablets”. Además, una profesora se ha ofrecido voluntaria para darles clases on line para que ese aprendizaje sea más rápido aún.
Pero más allá de la escolarización, la integración de los niños avanza con premura. “Han hecho pandilla con los niños y los jóvenes de aquí. Está la barrera del idioma, sí, pero se han hecho amigos, y saben cómo comunicarse entre ellos”. También participan en clases y actividades deportivas, como si no llevaran solo un mes, sino que fueran de Paredes de toda la vida.
Los adultos.
Más complicada es la situación de los adultos. Porque la guerra no perdona. Incluso sin bombas cerca, las detonaciones suenan al lado. Al otro lado del teléfono o de la televisión. “En ese aspecto ha sido difícil este mes”, asume Eugenia Lysova. “Están constantemente en comunicación con la gente que tienen en Ucrania. Pendientes de lo que ocurre, porque han dejado seres queridos, sus casas, su vida”.
Es por eso que esta colonia, con unos 30 integrantes, trata de distraerse de alguna forma. “Salen a andar, a hacer ejercicio en las zonas en las zonas deportivas que tenemos en Paredes. A distraer la mente para no pensar siempre en lo mismo”.
Y como objetivo, la independencia económica. Porque hasta ahora dependen de las ayudas, “muchas” que les llegan del agente social, del Ayuntamiento, de los vecinos… “La idea es encontrar un trabajo. Sabemos que el idioma es el principal escollo. Así que lo primero es el idioma. Pero también es verdad que ya hemos hablado con una peluquería”, y en ese caso, el idioma no sería tan primordial para trabajar.
Otras comunidades
Por ahora, la colonia ucraniana de Paredes, la primera en crearse hace poco más de un mes, apenas tiene relación con el resto de compatriotas que se han asentado en Villada, en Dueñas… “Ellos no, pero yo sí, porque hago de traductora con ellos”, se ríe Lysova, que ya lleva varios años viviendo en Paredes de Nava.
“Si es cosa de poco, recurren al traductor del teléfono, pero si quieren algo más, me llaman y los acompaño”, indica quien propició, en un principio, que los primeros refugiados en llegar a Palencia aterrizaran a Paredes. Y que sin duda ha sido la piedra angular para que el resto de compatriotas encajara en Palencia como lo ha hecho hasta… “Bueno, te dejo, que estoy con una familia”, se excusa atareada al otro lado del teléfono.