Mario Martínez Martínez, natural de Monzón de Campos, desarrolló sus estudios de ingeniería técnica, máster y doctorado en la ETS de Ingenierías Agrarias de Palencia. Hoy, desde Dinamarca, dirige investigaciones que han obtenido los premios más prestigiosos de su sector
Este reportaje pertenece a una serie en torno a la actividad docente e investigadora que se desarrolla en el Campus de la Universidad de Valladolid en Palencia, para acercarnos a la vida de ‘La Yutera’ y de las personas que se forman aquí
“Nuestro antiguo alumno Mario Martínez, reconocido como el científico más talentoso y prometedor a nivel mundial”. El titular del comunicado que emitía el pasado 3 de diciembre el Campus de Palencia de la Universidad de Valladolid no podía mostrar más orgullo. El joven investigador, natural de Monzón de Campos, reside en la actualidad en Dinamarca, donde acaba de recibir el premio Sapere Aude, dotado de un millón de euros para abrir su próxima investigación.
Un reconocimiento a este joven investigador en el campo de la Química y Tecnología de los Alimentos, que se suma a una lista numerosa, con méritos tan importantes como el Nils Foss Talent Prize, de prestigio internacional, o haber sido considerado como el mejor investigador del mundo menor de 40 años en el ámbito de los cereales y granos, entregado por la antigua Asociación Americana de Químicos Cerealistas.
En conjunto, en los tres últimos años ha captado alrededor de 4 millones de euros como investigador principal, procedentes de distintas instituciones nacionales, internacionales y empresas, para desarrollar sus investigaciones.
Mario Martínez, con quien conversamos vía Zoom desde su residencia actual en Dinamarca, le quita peso a los méritos logrados e insiste, con genuina modestia, en que es la cara visible de todo un equipo. Pero no oculta la ilusión que le suscitan estos premios, sobre todo porque le permiten continuar desarrollando áreas de investigación que contribuirán a resolver dos de los grandes retos a los que se enfrenta la humanidad: la alimentación saludable y la sostenibilidad ambiental.
Mario cursó en la Escuela Técnica de Ingenierías Agrarias del Campus de la UVa en Palencia el ciclo completo de sus estudios (ingeniería técnica, máster y doctorado), tras lo cual trabajó en las universidades de Purdue (EE UU), Guelph (Canadá) y Aarhus (Dinamarca), donde continúa en la actualidad.
Ese bagaje le permite comparar la calidad de la enseñanza en la escuela palentina con otros centros de referencia, ya que “he tenido la suerte de que las universidades en las que he estado están entre las 100 mejores de acuerdo a los rankings”. Y su conclusión es que “en España, cuando hablamos con los estudiantes, ellos son muy pesimistas y se piensan que fuera hay muchísimo más nivel en los estudios de grado. Y eso no es cierto: en la universidad, los conocimientos que se imparten están al mismo nivel en términos de abundancia y de calidad”, aunque sí percibe ciertas diferencias en cuanto al enfoque de la enseñanza.
“En España se tiende a impartir más conocimientos teóricos, muy útiles si vas a continuar con estudios de máster y de doctorado”. Sin embargo, aquí encuentra un peso menor de los contenidos “orientados a problemas reales o problemas industriales”. Aunque en este sentido reconoce que ha habido cambios desde la llegada del Plan Bolonia, tanto en España como en otros centros europeos: si antes el centro de la enseñanza era el profesor, “el cambio enfoca la enseñanza hacia el estudiante, porque cada vez había alumnos menos motivados”.
Líneas de investigación.
Esa conexión con los “problemas reales” que cita Mario Martínez es una constante en sus líneas de investigación, muy orientada a descubrir los efectos de los alimentos en nuestro cuerpo para prevenir enfermedades, desde la perspectiva de que cada organismo responde de manera diferente en función de factores tan variables como su condición genética o su microbiota intestinal, por ejemplo. “Estamos empezando a entender la enorme complejidad que tiene todo esto”, señala.
Todo ese conocimiento generado en términos de nutrición se pone en relación con otro “problema real” tanto o más acuciante: la forma de cultivar esos alimentos en un contexto de cambio climático y de necesidad de llegar a modelos de producción completamente sostenibles.
“De nada nos sirve entender que un cultivo tiene un potencial maravilloso para generar muchos nutrientes beneficiosos, si después ese cultivo no se puede adaptar al cambio climático y en unos años va a dejar de crecer, o si solamente se puede producir en una zona concreta”. Por ello, continúa el investigador palentino, “es importante cambiar nuestro enfoque y trabajar con un enfoque de sistemas”.
Es decir, si se opta por un cultivo que sea una importante fuente de proteínas, en aras de reducir el consumo de proteína de origen animal, es importante conocer si se puede cultivar en otras regiones o climas, lo que contribuye además a reducir emisiones de carbono al reducir la importación de cultivos de otros continentes.
En los últimos dos años, Mario Martínez ha abierto otro nuevo campo de investigación en relación con la producción de materiales biodegradables que puedan ser utilizados como alternativa a los plásticos, a partir, por ejemplo, de los bagazos que se generan en la industria del zumo, o de materiales lignocelulósicos que resultan de la cosecha del cereal.
La tecnología es una aliada fundamental en los proyectos de investigación de Mario Martínez, vinculada, por ejemplo, con la agricultura celular, que plantea la búsqueda de producción de macronutrientes necesarios para la vida en un contexto de pérdida de suelo donde cultivarlos, o la producción de proteínas a partir de algas unicelulares.
“Se están utilizando también nuevas técnicas, por ejemplo, en el desarrollo de nuevas enzimas que permitan la extracción selectiva de ciertos componentes que anteriormente no se podían extraer, como hemicelulosas o pectinas”, o tecnologías que permitan estructurar “matrices fibrosas que se asemejen a la carne a partir completamente de proteína de plantas”.
Martínez cita también tecnologías como la impresión 3D, “relativamente emergente en la parte de los alimentos”. Sin embargo, “no nos podemos olvidar de la escalabilidad de muchas de estas tecnologías: no es simplemente una cuestión de desarrollar una nueva técnica, sino de que pueda ser escalable” a la producción final por parte de la industria.
No solo la industria es la destinataria final de este conocimiento, sino sobre todo la sociedad en su conjunto. En Dinamarca, el equipo liderado por Mario Martínez ejerce de consultor del gobierno danés ante problemas relacionados con el medio ambiente y la producción alimentaria. “Tenemos un canal directo con el Gobierno y producimos informes” de carácter público y divulgativo y en lengua danesa, para que lleguen al conjunto de la ciudadanía, además de colaborar con numerosos medios de comunicación. Esa es la primera línea de transferencia del conocimiento que generan sus investigaciones, y que se completa con la transmisión al alumnado. “Nuestra principal misión no sólo resolver los problemas que tenga actualmente la sociedad, sino también formar a la futura generación de científicos que puedan continuar luchando para resolver estos problemas”.
La conveniencia de salir, la dificultad de regresar.
La trayectoria de este joven doctor es representativa del viaje personal al que se enfrentan los científicos españoles. En el blog del grupo de investigación Innograin, donde comenzó la carrera de Mario Martínez, su profesor Manuel Gómez Pallarés explica en este artículo cómo fueron los inicios de este brillante estudiante. “Habíamos presentado a Mario a un par de empresas en España, pero las condiciones que le ofrecían es mejor no calificarlas (en ambos casos becas, no contratos). Y estas empresas no eran pequeñas empresas, sino empresas con centros de producción en varios países, y en uno de los casos con un gran centro de I+D”, detalla, en un artículo en el que muestra el profundo orgullo ante un ex alumno del que destaca “su enorme capacidad de trabajo y la ilusión que ponía en él”.
El viaje a Estados Unidos que vino después de aquel intento marcó el devenir del joven investigador, que se muestra convencido de los beneficios que aporta salir de España, al tiempo que lamenta la enorme dificultad que existe para poder retornar sin abandonar la carrera investigadora, aunque tiene esperanzas que los últimos cambios legislativos comiencen a resolver el problema.
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