Las capitales de provincia y algunos grandes núcleos presentan contaminación lumínica, con presencia de lámparas superiores a 3.000 grados kelvin
En Palencia, un estudio las localiza en la ciudad, en Aguilar de Campoo y en Carrión
Juan López / ICAL
Las capitales de provincia de Castilla y León y algunos grandes núcleos de la Comunidad presentan contaminación lumínica, con presencia de lámparas de led de alta temperatura de color, superiores a 3.000 grados kelvin, que es el límite permitido por ley, y que cae hasta los 2.200 en zonas protegidas.
Se trata de un estudio elaborado por el astrofísico Alejandro Sánchez de Miguel, del Departamento de Física de la Tierra de la Universidad Complutense, en base a un mapa de contaminación lumínica calibrado, de alta resolución, de la Península Ibérica.
Estas luces azules, como se denominan, se encuentran como regla general en las capitales de provincia y sus alfoces, si bien Segovia, Zamora, Soria y Palencia son las menos afectadas, pero también en determinados núcleos como Ponferrada, Fabero, Bembibre, La Robla y el eje León-Astorga, en la provincia de León; en Aguilar de Campoo y Carrión de los Condes, en Palencia.
En Medina de Pomar, Miranda de Ebro, Briviesca, Aranda de Duero y Roa, en Burgos; en Benavente y algunas de las localidades que lo circundan, así como Villalpando, Morales del Vino, Moraleja del Vino y Toro, en la la provincia de Zamora; en el alfoz de Valladolid, además de poblaciones como Sardón de Duero, Quintanilla de Onésimo, Montemayor de Pililla, Medina del Campo, Matapozuelos, Rueda, Pedrajas de San Esteban, Íscar, Alcazarén, Nava del Rey, Castronuño y Olmedo, principalmente en la azucarera Acor, en la provincia vallisoletana.
También en Soria, ligeramente la capital, y en San Esteban de Gormaz; en el alfoz de Salamanca, tales como Santa Marta de Tormes y Carbajosa de la Sagrada, además de Ciudad Rodrigo, Guijuelo, Béjar y Macotera; en Ávila capital; y en Palazuelos de Eresma, Trescasas y La Granja de San Ildefonso, en el alfoz segoviano, así como Cuéllar, Sanchonuño, Navas de Oro, Nava de la Asunción, Carbonero el Mayor y Prádena.
“Los que tienen luces azules, que sepan que no es una condena para siempre y las pueden reconvertir; y pensar en el impacto ambiental, porque plagas como el mosquito tigre se ven más atraídas por estas luces”, advierte.
Alejandro Sánchez explicó a Ical que el mapa es “relativamente nuevo” y se ha diseñado en colaboración con la ONU, con el objetivo de ayudar en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Recuerda que han trabajado históricamente con imágenes procedentes de la Estación Espacial Internacional, pero ahora, la novedad es que las instantáneas “las toma un humano, no una máquina”. “La imagen de La Tierra que todo el mundo conoce está hecho con un satélite cuyo objetivo no es detectar luces, sino nubes, es meteorológico, con lo que se introduce un coloreado artificial posterior. Sin embargo, el color de este satélite es real, no está editado”, sostiene.
Sánchez contextualiza de esta manera los recursos con los que cuenta para elaborar el mapa; y añade que en España es “ilegal instalar” lámparas de led de alta temperatura de color, principalmente de más de 3.000 grados kelvin, y superiores a 2.200 en zonas protegidas. “Esto nos ayuda a localizarlas y detectar quien lo está haciendo mejor”, asevera. Según el mapa, las luces naranjas son buenas, la amarilla, regular, el blanco es peor y el azul, mal.
De hecho, incide en que en Francia es “ilegal” la luz que aquí se refleja en azul, y en España, lo es en parques naturales. Como ejemplo, sostuvo que en la ciudad de Madrid “no se puede instalar este tipo de lámparas” y existe un proyecto de ley para que en España se prohíban. Probablemente no afectaría a las existentes, pero no se podrían instalar nuevas, dado que el “impacto ambiental, la afección a la salud y a la biodiversidad son muy altas”. La parte de intensidad también juega de forma importante.
Cinco parámetros a tener en cuenta
El astrofísico enumera cinco parámetros a tener en cuenta para reducir la contaminación lumínica. En primer lugar, evitar poner luz donde no hay falta, y sobre eso en España, añade, hay una norma de la Dirección General de Carreteras, que dice “cuándo debes o no iluminar”. La segunda, tampoco hacerlo en espacios naturales. En tercer lugar, cuando “ya no haya nadie, apaga, si puede ser, y si no, baja la intensidad”, algo que establece la Ley de Eficiencia del Alumbrado Exterior de 2008, “pero que nadie cumple”. “Sí lo hace Madrid capital, que es de las pocas que lo cumple”, defiende. El cuarto punto es apuntar la luz hacia abajo si es preciso iluminar; y por último, “usa solo la luz azul que sea estrictamente necesaria, y si tienes que hacerlo, instala solo la cantidad necesaria, no más de lo que hace falta”.
Al respecto, Castilla y León cuenta con una ley de 2010 que regula estos apartados, pero Sánchez critica que “falta el reglamento, aún sin desarrollar, con lo que es más difícil aplicar la mitad de la ley”.
En España se contabilizan tres leyes en esta materia: la de Calidad del Aire, de 2007, que establece que las administraciones públicas “deben reducir la contaminación lumínica”; la de Eficiencia, de 2007, que marca umbrales máximos, “porque no hay mínimos”; y la ley de Impacto Ambiental, de 2013, que señala que cualquier tipo de contaminación que “impacte de forma directa e indirecta sobre la Red Natura 2000 necesita un informe de impacto ambiental”. “El principal problema que tenemos es que no se cumple ninguna de las tres. Alguna de ellas, como la de 2008, está mal redactada y hay un proyecto para su modificación, porque los leds no se recogen en la norma”, achaca Sánchez.
Sí que se cumple por ejemplo otras obligaciones, como por ejemplo, que en zonas protegidas solo se pueden instalar lámparas de sodio (las naranjas), o en su defecto, “tienen que ser lámparas que no emitan luz azul”.
La contaminación en Castilla y León depende de las zonas. La Complutense trabaja en un nuevo ránking, si bien el astrofísica matiza que estas imágenes “pueden ser engañosas” y “hay que ser un poco justos”, pues Madrid “se ve muchísimo en el mapa, pero viven seis millones de personas”. “En cantidad arrasa, pero en cantidad de luz por metro cuadrado no”, comenta. De hecho, explica que se sustanció un trabajo en 2015 en el que bajó al 50 por ciento la luz de toda la ciudad, pero “en los últimos años se ha estropeado un poco”.
Alumbrado en zonas rurales
Alejandro Sánchez sostiene que un dato que “es muy interesante” para Castilla y León es el gasto por habitante del alumbrado público en las zonas rurales, hasta seis veces superior al de las zonas urbanas. “Sabemos que en general no sirve para nada, porque no da seguridad. Lo que aporta seguridad son cosas accesorias al mismo, porque la gente no suele transitar por zonas no iluminadas. Se sabe que la relación de ambas es como la homeopatía, solo funciona si te lo crees”, justifica, para añadir que “no hay evidencia científica que demuestre que la luz proporciona seguridad de manera general”, pero “hay una percepción de que uno se siente más seguro”.
En todo caso, cree que “puede ser incluso más contraproducente”, porque “si paseas por un parque porque está iluminado, estás intrínsecamente inseguro y te expones aunque te creas seguro”. Al respecto, ofrece un dato: el 22 por ciento de las violaciones se produjo en parques, y el 19 en vía pública, y “eso se argumenta en la estructura del parque”.
El astrofísico apuesta por apagar luminarias a partir de determinada hora en algunas zonas rurales por las que “no pasa nadie”, ya que puede suponer hasta el 50 por ciento del gasto energético de un ayuntamiento. “Muchas veces los españoles nos gastamos más dinero en iluminar nuestras calles que nuestras casas”, expone.
Recuerda que existen casos de ayuntamientos que han decidido apagar el alumbrado público a partir de medianoche, “aunque sea parcialmente”; y en Soria se baja la intensidad un 10 por ciento. En España “eso es una excepción, pero en Francia, 12.000 municipios lo hacen todas las noches”. En este sentido, afirma que cuando “se hace para atraer turismo astronómico no hay ningún problema”. Igualmente, se han desarrollado “apagones masivos” en Texas, en Estados Unidos, en el que las incidencias de seguridad “no existieron”. “El problema es que desde los años 60 se asoció el alumbrado público con el desarrollo, pero es algo un poco falso. Alemania tiene municipios sin iluminación y tiene un PIB bastante mayor. Es algo cultural. Aquí es obligatorio tenerlo. Si tienes una casa te tienen que poner una farola, pero no es obligatoria tenerla encendida constantemente”.
Soluciones económicas
El astrofísico Alejandro Sánchez considera que en la Comunidad hay numerosos núcleos rurales que tienen un “gasto elevado en alumbrado público”, con 1.800 millones de euros al año en alumbrado público en España, tanto de personal, mantenimiento y electricidad. Por habitante, Castilla y León, con una densidad de población baja, tiene un gasto mayor. “Igual en algunas zonas tocamos a una farola por habitante”, advierte.
Por este motivo, la UE publicó en 2019 una serie de recomendaciones para no instalar nada por encima de los 3.000 grados kelvin. Ahora mismo existen soluciones para cambiar ópticas de estas lámparas, mediante un filtro, “y lo que era azul, se convierte en naranja, sin una gran inversión, con una placa de plástico y con gran eficiencia”.
Sánchez sostiene que con los leds “hay que tener mucho cuidado”, hasta el punto de que el Comité Español de Iluminación publicó un documento denominado ‘Posibles riesgos de led’, que “evidencia problemas”. “Castilla y León tiene zonas que lo están haciendo muy bien y otras que no”, sentencia el astrofísico, que recomienda a los municipios que tengan instaladas lámparas de sodio que “las mantengan todo lo que puedan, hasta que tengan el dinero para pagar lunes de 2.000 kelvin y que realmente bajen la intensidad y con una buena gestión”.