El horror de la guerra y de la pobreza bauluz

La exposición de Javier Bauluz en el Centro Cultural Provincial muestra las miserias del ser humano

La concesión por la Diputación de Palencia del Premio Nacional de Fotografía Piedad Isla ha permitido contemplar en la capital en los últimos años la obra de los más reconocidos fotógrafos españoles, ya trabajen una fotografía creativa, documental o periodística. Este año, el premio que rinde homenaje a la fotógrafa de Cervera de Pisuerga ha recaído en Javier Bauluz, poseedor del Pulizzer (1995), el primer español que recibió este reconocido galardón internacional.

El horror de la guerra y de la pobrezaLa muestra, abierta hasta el 20 de octubre en el Centro Cultural Provincial, reúne 43 impactantes imágenes –todas ellas, salvo una en blanco y negro–, que ponen de manifiesto las miserias del ser humano concretadas en los horrores de la guerra y en la pobreza del llamado Tercer Mundo. Bauluz, nacido en Oviedo en 1960 y de formación autodidacta, ha recorrido mundo para ver, observar, pensar y apretar el disparador. Con estas cuatro acciones –en ocasiones la tercera se escapa por la inmediatez de la imagen capturada– ha recopilado una ingente cantidad de fotografías. Las 43 expuestas no son más que una pequeña muestra de su trabajo.

La selección responde a la voluntad del fotógrafo de mostrar aquellos conflictos bélicos en los que ha sido testigo privilegiado así como la pobreza que padecen algunas partes del mundo. Las imágenes resultan estremecedoras, muchas por la crudeza que exhiben y otras por el mensaje que ofrecen. El blanco y negro enfatiza el impacto visual que el visitante recibe.

El horror de la guerra y de la pobrezaCada imagen es una historia cargada de dolor, de sevicia, de sufrimiento y de desolación, porque Bauluz retrata seres humanos, hombres, mujeres, niños y jóvenes que padecen tragedias, personas con nombre propio que viven no tan lejos del mundo desarrollado y que son coetáneos en el tiempo, es decir, no son conflictos o situaciones de épocas pretéritas, sino contemporáneas. Todo ello apoyado por una acreditada documentación de cada imagen que sitúa al visitante en el lugar preciso, en el año preciso y sobre todo en una situación concreta y muy real. No en vano, la selección la ha realizado el propio fotógrafo, que ha controlado también todo el proceso de producción de la muestra.
Las imágenes más antiguas que se exhiben datan de 1982 y corresponden al poblado chabolista de Matalablima, en su ciudad natal, que él recorrió acompañando a su madre, voluntaria social. Un grupo numeroso de niños con un burro y un perro ejemplifica la pobreza de esa población, niños mirando a la cámara pero ajenos a la voluntad del fotógrafo de inmortalizar su situación.

El horror de la guerra y de la pobrezaLos conflictos sociales que ha cubierto Bauluz se abren a escenarios locales como un grupo de trabajadores de Gijón que huyen de un bote de humo lanzado por la policía, imagen tomada en 1986, o la lucha de los mineros asturianos contra la reconversión en 2013. Es significativa la imagen de un minero de espaldas con un tirachinas sujeto al cinturón del pantalón que espera frente a una carretera vacía que puede simbolizar la esperanza de encontrar una solución satisfactoria o el pesimismo por no hallar el camino correcto. Un trabajador de Astilleros dispara un tirachinas a la policía delante de una pared con la significativa pintada ‘Tenemos que ser optimistas’.

El horror de la guerra y de la pobrezaTras estas imágenes, el visitante recorre medio mundo con los principales conflictos internacionales de finales del siglo XX y principios del XXI. La represión del régimen de Pinochet en Chile, que aparece en su último paseo como presidente, conforma un grupo de imágenes de 1988, como la de una mujer que forcejea con un policía.
La guerra de Bosnia incluye fotografías, tomadas en 1994, conmovedoras porque tienen protagonistas con nombre propio, como Amela, que se despide de su padrastro, quien con el fusil en la fachada de la casa se dispone a partir al frente, o la misma Amela con Amel, que corren por el cementerio de Sarajevo sorteando las tumbas para evitar ser objetivos de francotiradores.

El horror de la guerra y de la pobrezaPalestina no podía faltar en el recorrido de los horrores en que se convierte esta exposición, conflicto hoy fatalmente también activo. Bauluz incide en la represión que ejerce Israel sobre el pueblo palestino. Una imagen con su correspondiente explicación en la cartela pone de manifiesto la voluntad del fotógrafo de documentar detalladamente sus imágenes. Un soldado israelí fuera de control dispara su fusil mientras un oficial intenta que deje de balear tras ser asesinado su compañero momentos antes. El soldado judío fallecido era el primero que moría en el conflicto cuando ya habían muerto decenas de palestinos. Se dio por hecho que fue asesinado por un palestino, pero años después cuatro testigos declararon que había sido víctima de un asunto de celos. La fotografía fue tomada en 1988 en Belén.

El horror de la guerra y de la pobrezaLa imagen más impactante de este conflicto ha sido la elegida, con acierto, para ilustrar el cartel de la exposición: un joven palestino dispara con un tirachinas a un helicóptero militar israelí. David contra Goliat. La escena está tomada en la población de Nablos (Cisjordania) en 1988.
El dolor y la tragedia de los refugiados sirios se contemplan en la imagen de un niño aterrorizado en una patera en las costas de Lesbos (Grecia), y la de un padre con un gesto descorazonador que abraza a su bebé, ambas de 2015. La frontera de Grecia y Macedonia fue escenario de momentos muy tensos entre los refugiados sirios, como una mujer aterrorizada con su hijo en brazos que intenta explicar a un soldado macedonio que su marido ya cruzó la frontera.

Los migrantes en Canarias están simbolizados en una fotografía de 2020 con un grupo de africanos en fila cuyos rostros aparecen ocultos por las mascarillas obligadas por la pandemia de la covid. Una tumba de migrantes desconocidos en Fuerteventura representa la tragedia; o un grupo de migrantes que intentan no ahogarse durante un rescate de la organización Opem Arms. El mismo tema aborda la única fotografía en color de la exposición: africanos auxiliados por Opem Arms en un momento del día donde al fondo brilla una potente luz, que simboliza la esperanza que se abre para estas personas.

El contraste de la migración se refleja en fotografías de 2000 tomadas en Tarifa (Cádiz) donde los bañistas conviven con subsaharianos muertos y con el traslado de un cadáver por parte de guardias civiles y empleados de una funeraria. Frente a Melilla se encuentra el monte Gurugú, en Marruecos, donde en 2014 se hacinaban chabolas de migrantes.
La pobreza de Latinoamérica está presente en la exposición con una niña sonriente con un vestido de flores que ha encontrado en un basurero, imagen de La Chureca, en Nicaragua; o un grupo de niños que se divierten rodando aros de neumático ajenos a la indigencia en la que viven. De Centroamérica proviene una instantánea de una pareja de guerrilleros salvadoreños: ella descansa sobre el regazo de él. También de El Salvador llega el rostro de Chepito, guerrillero de 12 años. Ambas fotos están fechadas en 1989.Y de Managua (Nicaragua) es Nora, una estudiante de Medicina que porta un fusil K47 en 1986, durante la recogida de café, casi la última economía durante la guerra contra la Contra nicaragüense.

El horror de la guerra y de la pobrezaPor último, Bauluz muestra tres instantáneas del genocidio de Ruanda tomadas en 1994 en la frontera con Zaire: La mirada amorosa de una madre dirigida a su marido mientras amamanta a su hijo, una fosa común con varios cuerpos semienterrados y el padre que lleva a su hijo en brazos bajo la bandera de Médicos del Mundo durante la epidemia de cólera. Tres escenas que muestran el dolor y la tragedia inherente a toda guerra.
Aunque el dolor y la tragedia están presentes en todas las fotografías de la muestra. Imágenes donde la figura humana adquiere todo el protagonismo, unos hombres, mujeres, jóvenes y niños que viven en la desesperación de la guerra y de la miseria, pero también con un estado de resiliencia admirable, como constata el título de la exposición. La mirada del espectador se dirige ineludiblemente a los rostros, a los gestos, a los sentimientos, a los desgarros que sufren sus protagonistas.

Datos de la exposición
Fotógrafo: Javier Bauluz, Premio Nacional Piedad Isla.
Título: Resiliencia humana
Sala: Centro Cultural Provincial (plaza de los Juzgados).
Fecha: Hasta el 20 de octubre.
Horario: De lunes a sábado, de 11:00 a 14:00 y de 17:00 a 21:00; domingos y festivos, de 11:00 a 14:00.

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