Grupo de Rescate de la Junta de Castilla y León - MIRIAM CHACÓN ICAL

El helicóptero del GRS de la Junta y sus cuatro miembros de la tripulación actúan como un servicio esencial a través de rescates sanitarizados en lugares de difícil acceso del medio natural de Castilla y León

David Herrero / ICAL

Un ángel llegado del cielo, pero de color amarillo. Cuando las cosas se complican en el extenso medio natural de la Comunidad, el helicóptero del Grupo de Rescate y Salvamento (GRS) de la Junta de Castilla y León se convierte en la respuesta esencial gracias al trabajo profesional, coordinado y eficaz de un equipo experimentado conformado en cada guardia por cuatro integrantes que dan lo mejor de sí al servicio de la ciudadanía. Puesto en marcha en diciembre de 2006 y operativo en horario de orto a ocaso los 365 días del año, da respuesta en una media de cinco minutos a los incidentes desde su base ubicada en Alcazarén (Valladolid), punto céntrico que facilita la capacidad de repuesta y garantiza la optimización de los tiempos de actuación.

Esa salvación amarilla que aparece en el cielo en forma de helicóptero es el H145, el modelo más avanzado y con mejores prestaciones para operaciones de rescate, permitiendo una completa sanitarización del rescate y una gran polivalencia para operaciones de protección civil. Se trata además de la primera unidad de este modelo que ha comenzado a operar en España para misiones de rescate, pero su operatividad y respuesta no sería posible sin el factor humano y el trabajo en equipo, abanderado con el nombre de Juan Carlos (piloto), Eva (enfermera rescatadora), Raúl (operador de grúa) y Álvaro (rescatador técnico).

Se trata así de un medio propio que permite al Centro Coordinador de Emergencias, que depende la Agencia de Protección Civil y Emergencias, dar respuesta a los accidentes en las múltiples zonas montañosas y de difícil acceso de Castilla y León, donde el GRS destaca por la implementación y estandarización procedimental, lo que aporta seguridad y eficacia al servicio, lo que también le convierte en los equipos de emergencias con intervención aérea que poseen la “respuesta más rápida de España”.

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En muchas ocasiones, el grupo es activado “sin que se haya cortado la llamada de la persona que se pone en contacto por un accidente”, algo que ha servido para reducir los tiempos. “Un precipitado en un pico o en una zona de difícil acceso no requiere que se le den muchas más vueltas. Se activa con despacho inmediato al helicóptero”. Así ha ocurrido en los más de 1.500 rescates realizados durante los cerca de 18 años de funcionamiento, siendo agosto (236) y julio (175) los meses con mayor actividad, donde el 83 por ciento de los atendidos presentaban problemas de origen traumático.

La detección de patologías graves, la inmovilización correcta y el alivio del dolor del accidentado se erigen como funciones sagradas de Eva González, una de las enfermeras rescatadoras, una mujer curtida en mil batallas que cuenta a sus espaldas con 22 años de experiencia sanitaria, de los que tres se ha pasado volando en el helicóptero de salvamento de la Junta. Desde la incorporación de esta figura en 2017, su presencia se ha convertido en imprescindible, dado que en el 53 por ciento de las intervenciones de rescate, se hace esencial la presencia de un sanitario en el equipo, según los datos del propio servicio, siendo el GRS del Gobierno autonómico el único equipo de estas características sanitarizado en la Comunidad.

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Sanitarización y dolor

Con el enfermero rescatador se consigue iniciar la atención sanitaria en el lugar del accidente, valorar las lesiones y los signos de gravedad para una mejor movilización y evacuación, así como un adecuado tratamiento del dolor, evitando un empeoramiento de la situación, reduciendo los efectos de las lesiones, proporcionando confort, reduciendo el sufrimiento del accidentado, disminuyendo la morbi-mortalidad, y mejorando las posibilidades de supervivencia en situaciones críticas.

Llegar al punto del accidente. “No espero a que lo saquen, sino que atiendo y ayudo al rescate en el mismo lugar con una valoración sanitaria”, afirma a la Agencia Ical, al asegurar que el enfermero rescatador debe llegar al punto y tiene que bajar a los mismos lugares que el propio rescatador técnico, porque la “reanimación sanitaria se lleva a cabo en el lugar del accidente”, donde debe detectar situaciones graves como son un sangrado o un problema respiratorio que pueden generar problemas y complicaciones en corto plazo.

Deja claro que el “dolor es fundamental” y a día de hoy, el proceso de “sanitarizar” tiene que pasar por “quitar el dolor a la persona, porque no se puede rescatar o evacuar a una persona con gritos”. El dolor de una rotura de pierna o costillas es “inexplicable”, por lo que es imprescindible la analgesia. Se implementan unos protocolos realizados por los enfermeros y está firmado por el Departamento Médico, aunque cuentan con asesoramiento a través del Centro de Coordinación si hay alguna cuestión o proceso sanitario a aplicar.

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“Manejar a una persona con dolor o que se encuentra agitada es muy difícil, porque complica y pone en riesgo el proceso de extracción y su estancia dentro del helicóptero”. Por ejemplo, las víctimas con traumatismo craneal suelen encontrarse con mucha agitación por el proceso médico, los cuales gritan y mueven mucho los brazos y en ese estado “no puedes subir a una persona en la grúa del helicóptero porque es un problema de seguridad para el equipo”, añade la profesional.

La inmovilización y la movilización correcta y segura es esencial, de ahí que se cuente con un colchón de vacío, un ferno y camillas que cumplen la función de tablero espinal, un material que se une a una gran variedad de equipo de un nivel de soporte vital avanzado (pequeño respirador, oxígeno, DESA o material para intubar). Aun así, todo depende de cada rescate y las circunstancias de cada caso, por lo que hay que aplicar “mucha gestión y coordinación”, comenta. Ante la “mínima sospecha de dolor en el cuello o espalda se procede a la inmovilización de la persona”.

“Siempre hay que evitar quedarse con la víctima en el lugar del accidente, porque no podemos pasar una noche con una persona que tiene una fractura de cadera o que un afectado por politraumatismos esté tirado horas en un monte. Si yo tengo constancia de que puedo sacarlo con una inmovilización semicorrecta y así le voy a ayudar en el proceso médico no voy a optar por dejarlo en el lugar hasta que pueda rescatarlo con una camilla”, asevera la enfermera.

Rescate en equipo

El GRS es un trabajo “muy bonito al ser un equipo que se conforma por cuatro personas con funciones muy dispares, pero que en el momento de actuar se ponen en común y coordinado para resolver el rescate de manera segura y efectiva. Todo está estandarizado y los cuatro miembros del equipo saben en todo momento cómo se va realizar el rescate y su gestión. Un trabajo muy de equipo para minimizar los riesgos, ganar en seguridad y así ser efectivos y eficaces”, reconoce a Ical el operador de grúa, Raúl Vallespín.

Sus funciones se basan en la gestión de la cabina y el manejo de la grúa, una herramienta que cobra un papel más que destacado, porque permite acceder al punto donde se ubica la persona que necesita ayuda. Está dotada por un cable con una longitud de 90 metros, con la que se puede trabajar en zonas de vegetación o de paredes laterales y garantizar la seguridad del helicóptero al evitar posibles obstáculos.

Ante las leyendas y las escenas de película, subraya que no existe prácticamente la posibilidad de una rotura del cable de la grúa, porque todo “está estrictamente regulado aeronáuticamente, estandarizado y revisado con unos mantenimientos muy exhaustivos”. Otra cosa es que tenga que producirse un corte de cable porque haya un enganche, pero sería una causa muy excepcional y con más probabilidad asociado a un error humano por unas tomas de decisiones erróneas. Puntualiza que durante la operación tienen que pensar antes en otras muchas cosas que en una rotura o corte del cable.

Durante el ferry de vuelo hacia el lugar del incidente, el operador se ubica en la cabina junto al piloto para servir de apoyo visual ante la existencia de posibles riesgos, como es la aparición de pájaros, aunque sin ejercer ninguna función de vuelo ni de comunicación con torres de control. Hay manejo de la información que aporta el Centro Coordinador en cuanto a coordenadas de lugar y de la zona de traspaso de las víctimas a otros organismos intervinientes. No obstante, cinco minutos antes de llegar al punto, se prepara la cabina para la operación, por lo que el gruista se traslada a la parte trasera junto a sus compañeros y, en función de la información del suceso, hay una implementación determinada.

La Comunidad, a una hora

Reacción y rapidez de respuesta en un abrir y cerrar de ojos. Con los puntos más lejanos ubicados en el oeste de la Comunidad, como es El Bierzo, Villablino y la zona del Moncayo, el helicóptero tarda aproximadamente una hora. El ámbito de montaña con menor trayecto es Gredos, ya que en media hora se está en el punto. Aun así, la media de desplazamiento ronda los 45 minutos, según detalla Juan Carlos Sánchez, piloto del equipo con 42 años de experiencia a los mandos y residente en el GRS desde los inicios.

El rescate más largo puede llegar a durar dos horas y media en función de lo que se tarde en estabilizar al paciente, mientras que los más cortos se finalizan en una hora cuando se llevan a cabo en la Sierra de Madrid o en la zona de Ávila, relata, al mismo tiempo que traslada que la velocidad media es de 120 o 130 nudos, que equivalen a unos 250 kilómetros por hora. Al salir de base se suele coger una altura estándar que se suelen mantener hasta la zona del rescate.

La “facilidad” de esta aeronave se debe a su “elevada aviónica” gracias a un sistema que facilita el vuelo, que se suma al piloto automático, lo que descarga los tramos hasta la zona del incidente. Además, cuenta con funciones que “ayudan bastante” a la navegación en caso de que se hiciera un vuelo de aeropuerto a aeropuerto como a la hora de hacer el rescate, dado que se logra mantener de manera estacionaria el helicóptero a una altura determinada, lo que ayuda a sacar a las víctimas con la grúa de la zona del rescate, dijo.

Lo primero es la seguridad de la operación y de la propia tripulación, que se une al gran espacio que tiene la aeronave para que la enfermera asista a la víctima, sin olvidar que está diferenciada la cabina de la zona de pasajeros, lo que aporta todavía mayor protección al vuelo. Y es que, este modelo es el “top en las emergencias y el más pretendido, pero también el más caro”, aunque es el “más capacitado” para operar en todos los sentidos con una aeronave “muy moderna, segura y viable”.

Sánchez recalca el salto cualitativo en comparación con el helicóptero anterior, ya que se doblan las capacidades, al ser biturbina aportando más potencia y seguridad, permite el doble de plazas hasta las nueve, se incrementa la carga en un 60 por ciento y se dobla el espacio en cabina, lo que permite diferenciar entre zona de vuelo y zona de trabajo, aportando eficacia y seguridad, además de poder acomodar dos camillas. Así, esta aeronave ofrece la posibilidad de desarrollar nuevas misiones de protección civil, como el transporte de un Puesto de Mando Ligero, hospital de campaña, otros materiales de intervención o el desplazamiento de los técnicos del CCE, entre otros supuestos.

Sin tiempo para la duda

Desde el equipo aseguran que, ante la duda, el helicóptero sale al aviso, aunque después haya que darse la vuelta y regresar a la base, cuyo coste de la operación no se cobra de ninguna manera al requiriente. “Preferimos darnos la vuelta cinco veces que llegar a una vez tarde. Es una pauta sagrada de este servicio”, porque comentan que, en ocasiones, cuesta saber lo que es una imprudencia, dado que en ciertas ocasiones entra en juego la “ignorancia” a la hora de salir al medio natural, aunque “no llega a ser criticable”.

Aun así, uno de los problemas se centra en que se hayan “banalizado” las actividades en este tipo de entornos, las cuales son mucho más accesibles para el conjunto de la sociedad, pero en determinados casos “se carece de planificación y formación”, además de sumarse la mala suerte y la meteorología. No obstante, “no podemos llegar a un rescate y criticar a los accidentados”, quienes anuncian que en el horizonte está desarrollar un programa de formación y prevención de cara al ámbito de la montaña.

Una pareja indivisible es la que forma Álvaro Ramos con Eva González. Rescatador técnico y enfermera rescatadora, quienes trabajan mano a mano y descienden al lugar del incidente. Así, Ramos dota de seguridad al entorno para que su compañera pueda progresar hasta la víctima y, una vez en el lugar, realice las labores de atención sanitaria con garantías y no se produzcan más accidentes.

Habrá momentos en los que será necesario progresar porque la zona en la que se encuentra el accidente es compleja técnicamente y se tenga que preparar el camino para poder llegar. En otras ocasiones, no es posible extraer a la víctima directamente con el helicóptero, por lo que hay que acercar al accidentado a una zona apta para la evacuación. De ahí la importancia de la experiencia y de trabajar en montaña, lo que ayuda a conocer las rutas y los montes, dado que Ramos suma cuatro años de trabajo en el GRS de la Junta a mayores de los 25 años como guía de alta montaña en España y Europa.

Por norma general, la víctima asciende al helicóptero a través de la grúa en acompañamiento de la enfermera, dado que una vez que el herido está en la aeronave, la compañera sigue realizando labores de atención sanitaria, siendo el rescatador el último en la zona, porque se encarga de recoger el material y realizar el acompañamiento de otras personas que se encuentren en la zona, asevera a la Agencia Ical Álvaro Ramos.

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