sergio-lozano

Editorial de julio de 2024

En la actualidad, una silenciosa pero significativa crisis se cierne sobre el mundo laboral. Se avecina un problema de gran calado para nuestra sociedad moderna y del confort. Llevo semanas, meses, e incluso algún año, viendo y oyendo a los empresarios que hay una falta preocupante de mano de obra para cubrir determinados puestos de trabajo. En los últimos años observo cómo, poco a poco, se ha ido produciendo una falta de relevo generacional en lo que tradicionalmente se han llamado los oficios, es decir trabajos manuales, todos ellos muy importantes y necesarios en el día a día de una comunidad: electricistas, fontaneros, carpinteros, albañiles, herreros, soldadores, pintores… Todos esos jóvenes que antes estudiaban Formación Profesional, lo que llamábamos “la FP”, y que por desgracia ha ido perdiendo enteros y adeptos, con lo que esto conlleva…

El factor que ha contribuido a esta crisis es la percepción social de los oficios manuales. Durante décadas se ha promovido la educación universitaria como el camino preferido hacia el supuesto éxito, relegando a un segundo plano las carreras técnicas y vocacionales. Esta tendencia ha generado una desvalorización de los oficios, que a menudo son vistos como opciones de menor prestigio y remuneración, a pesar de que muchos de ellos ofrecen sueldos más competitivos y mayor estabilidad laboral, incluso mucho más que los trabajos de los “licenciados de grado superior”.

Si hablamos del relevo generacional en los trabajos agrícolas o del campo allí la cosa es aún más grave. Se suma al cambio de tendencia, la falta de población en el mundo rural, sobre todo en la España del interior.

No más halagüeño es el futuro en la hostelería, donde estos empresarios padecen a diario esta falta del tan necesario personal, todo el mundo quiere tomar una caña, un vino o un café, pero que lo sirva otro…

El trabajador en general y los actuales horarios laborales como, por ejemplo, en los polígonos donde a media tarde numerosos negocios cierran y los sábados apenas abren, nos vislumbran que los trabajadores (especialmente los más jóvenes) prefieren ganar menos pero tener más tiempo libre. Casi nadie quiere hacer horas extras (remuneradas), cada vez menos personas quieren emprender y arriesgar su patrimonio y su futuro montando una pequeña empresa, a pesar de que hay mucho nicho y mercado con posibilidades reales (creedme). Leí recientemente que el número de autónomos en nuestra provincia había caído, concretamente un 0.8% y por desgracia esa es la tendencia.

Todo ello nos lleva a reflexionar sobre cómo debemos afrontar nuestro futuro, ¿qué estamos haciendo mal?

Las nuevas tecnologías, las nuevas demandas y los nuevos modelos de vida que nos venden o quieren vender desincentivan este tipo de trabajos y oficios.

Por otra parte, los actuales modelos educativos que permiten pasar de curso con alguna asignatura suspensa desalientan al que estudia y se esfuerza, dado que va a llegar al mismo curso que el que no estudia. Esto se suma a unos modelos políticos que pagan a mucha gente por no trabajar. De todos es conocido las ‘pagas’ o ‘paguitas’ como dicen algunos y unos subsidios por desempleo poco controlados donde algunos (no todos) estiran al máximo.

Con esto no quiero decir, que nadie me malinterprete, que no se deba ayudar al que realmente lo necesite. Soy partidario de que no se puede dejar a nadie atrás y se debe ayudar pero no se deben despilfarrar las ayudas y comprar favores ‘apesebrando’ a la población.

Si a eso le sumamos algunos padres que sobreprotegen a sus hijos demasiado, esto nos lleva a un panorama complicado de revertir, aunque esperemos que se logre.

Buen mes de julio a todos.

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