Con 250.000 oyentes mensuales en Spotify, el joven rapero palentino se centra en una carrera musical profesional con importantes colaboraciones a nivel nacional
Hace unos añitos, Rubén Atencia Rivera no era todavía Rubin: era tan solo un alumno de Piano en el Conservatorio de Palencia, que después cambió la música clásica por las batallas de gallos entre adolescentes aficionados al rap en las plazas y parques de la ciudad.
Pero hace tiempo que ese Rubén se convirtió en Rubin. Lo hizo, tal vez, cuando el contador de visitas a sus vídeos de YouTube comenzó a dispararse, igualando el ritmo vertiginoso de otros artistas a quienes él admiraba.
Hoy, Rubin se dedica a su música con fijación profesional y ambición adulta. Tomando decisiones a veces arriesgadas, como decir no a varios sellos discográficos importantes. «Hoy en día no es necesario contar con ellos para producir música, aunque sí es importante tener un buen manager», explica.
El hecho de que una gran industria esté detrás de la producción de un tema condiciona su creatividad, tal vez. «Las producciones las hago yo, a mi manera», resuelve.
En cambio, su éxito en las plataformas y la profesionalización de la gestión de su agenda le está llevando a hacer colaboraciones destacadas (próximamente con el italiano Kyle o el barcelonés Otein); dar conciertos en las principales salas dedicadas a la música urbana actual de Madrid y Barcelona: el sábado 1 de abril, por ejemplo, actuó en la Sala Cadavra de la Gran Vía madrileña junto a artistas como M. Ferrero, con quien colabora en su último trabajo discográfico en el que aparecen también Ambkor, ZPU, Miguel Campello, Zarcort o Lytos. Nombres, quizá, poco conocidos para el público general, pero muy reputados en el mundo del rap.
El de Rubin es un rap con personalidad: su voz rasgada, dice, evoca al reggae, pero no duda en jugar con otros estilos. «No me defino como rapero, ni trapero, ni reguetonero: solo me considero artista musical». Y se apoya en su facilidad para expresarse, escribir y crear temas. «No me cuesta escribir letras: es mi vía de escape. Es verdad que expongo totalmente mis emociones, pero no tengo problema en compartir lo que siento».
A la hora de poner música a ese medio de expresión poético y descarnado que es su rap, destaca la necesidad de tener una buena base y cultura musical. «Esa es la diferencia, porque tal vez tengas una buena idea melódica, pero tienes que saber cómo ponerle armonía. Y haber escuchado música variada es importante: yo escucho canciones de Bad Bunny o piezas de Johann Sebastian Bach».
Durante sus inicios, se volcó en compartir su música en YouTube (actualmente tiene casi 5.000 suscriptores y medio millón de visualizaciones), para después ampliar su trabajo en Instagram (7.800 seguidores) y TikTok (33.000).
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Ahora, se centra en preparar nuevos videoclips y continuar lanzando un nuevo tema al mes en Spotify, su principal plataforma en este momento, con 250.000 oyentes mensuales.
Cuando le preguntamos dónde se ve en un futuro próximo, responde con seriedad profesional: «en la música, hoy estás arriba y mañana caes abajo. No sé dónde estaré, pero te lo aseguro: voy a por todas».